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Crítica:POP | Oysterband
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Divertir al espectador

Si la perseverancia y la naturalidad obtuvieran premio en esto de la música, esta banda británica, en la que confluyen galeses, ingleses e irlandeses, merecerían sin lugar a dudas más de uno. Porque en estos tiempos de vacuidad sonora y falta de otras ambiciones que no sean las estrictamente económicas, resulta felizmente reconfortante comprobar como aún hay músicos que creen en conceptos tan poco retribuibles en un plano crematístico como son el compromiso social, la música hecha con honestidad y la capacidad de adaptarse y sacar partido a cualquier tipo de escenario para cumplir su principal objetivo: divertir al espectador.

Jones y su combo de música con raíz folk y acentos de conciencia política combativa que remiten al punk del 76 en su vertiente clashera, llevan casi treinta años rigiéndose por tan poco interesados parámetros y el resultado viene a traducirse en extraordinarios conciertos como el que es motivo de esta crónica. Con un bajo aforo de sala que no se correspondía al interés intrínseco que despierta el grupo, Oysterband -u Oyster Band, como también se escribe el nombre de este grupo- salieron a su hora y con la intención de dar lo mejor de sí mismos, aunque fuera ante una exigua audiencia. Su saludo, "se nota que sois inteligentes", fue preludio de un impresionante set de canciones entre las que estaban clásicos del grupo, como Black Waterside o Tumbledown, y también canciones de su último disco, editado el año pasado: Rise Above.

Oysterband

John Jones (voz y acordeón), Ian Felfer (violín y concertina), Alan Prosser (guitarra) Lee Partis (batería), Chopper (viola y bajo) y James O'Grady (uelian pipe, flauta y violín). Sala Caracol. Madrid, martes 24 de junio.

Exhibiendo una maestría instrumental ejemplar, pero sin renunciar a velocidad y energía en la ejecución, el concierto fue una completa demostración de lo que son capaces seis músicos que tocan juntos alrededor de doscientas noches al año en todo tipo de escenarios. Con la única diferencia, con respecto a otros grupos de ilustres o más famosos veteranos, de que ellos no lo hacen sólo por el dinero, sino porque les encanta tocar y hacer que quien ha pagado un dinerín por venir a verte tocar se lo pase bien. Incluso para el público al que el folk le da lo mismo le conviene disfrutar de espectáculos como el contemplado, porque son de los que le reconcilian a uno con la música popular en vivo de ahora mismo.

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