Virtud social
Resulta imposible que la técnica jurídica o legal supere las virtudes de la sociedad. Y ¿dónde está la virtud de la sociedad? Por definición, si hablamos de un sistema parlamentario, en sus representantes democráticamente elegidos. Es decir, para España y el País Vasco, en los partidos. Pero... no podría añadir nada a lo imaginado ahora por el lector. Y volvemos al principio: la clave de un sistema de democracia está en la virtud de la sociedad.
Se ha producido una orden ejecutiva por parte del Tribunal Supremo para que el grupo de Sozialista Abertzaleak sea disuelto dentro del Parlamento vasco por no representar a un partido determinado (lo que justifica la formación de un grupo parlamentario,... en teoría). Pero... puede imaginarse el lector cualquier cosa, que acertará.
El cuerpo jurídico y legal español (incluido el vasco) está hecho a golpe de improvisaciones y cierta tradición como consecuencia de impulsos políticos y coyunturas más o menos liminales. Esto -contra lo que pueda decir algún torpe "antisistema", facha o insumiso -no es malo en absoluto. No crean que otros cuerpos legales se han hecho con mayor parsimonia. El estadounidense, en plena guerra civil y de independencia; el francés, entre la revolución, el Imperio y la posguerra última. Y así todos.
Sin embargo, la virtud de la sociedad (esa extraña entelequia de un colectivo inarticulado) ha logrado que EE.UU. haya incorporado hasta veintiséis enmiendas a su constitución de 1787-1788, y que Francia vaya por su V República. Aquí, y es lo que se percibe, falta permeabilidad entre la virtud de la sociedad ("virtud ciudadana" diría alguien) y la práctica política. Virtud pública existe. Todos los días se proponen fórmulas de arreglo o desarrollo legislativo inteligente que materialicen esa virtud de la sociedad (¿voluntad general?, sería un exceso roussoniano camino de la totalidad).
Pero, los partidos no están por la labor. No, no lo están. Los partidos no están por la labor representativa que les corresponde sino por asumir poder (lo que en cualquier democracia hubiera sido un poder delegado).
¿Qué hace el ministro de Justicia -del PP- dando razón al Poder Judicial? ¿Acaso no tiene otra legitimidad? ¿Y un consejero de Justicia -del PNV-EA-, "amparando" al Parlamento vasco? Todo eso es una filfa y pura broma mediática y farisea. Zapatero a tus zapatos (sin doble intención). ¿Cómo es posible que un ejecutivo de un estado se dedique a respaldar al poder judicial de ese mismo estado? ¿Y, cómo que el Ejecutivo de una comunidad autónoma defienda a ¡un Legislativo! en términos de soberanía, cuando es un Legislativo autónomo? (Por cierto, para cualquier liberal honorable, la soberanía reside en el individuo, en cada uno de nosotros, y no en un órgano delegado; menos si sólo es autónomo.)
Hay en España una voluntad por ignorar la virtud de la sociedad, su voluntad. No sé qué tipo de querencia a favor de que la vida pública gire en torno a unos partidos bastante poco representativos y con voluntad "impermeable" respecto a la lluvia social. Aquí ni nos enmendamos ni numeramos las repúblicas (...si la tuviéramos). Siempre igual.
Ha surgido un gravísimo contencioso entre el Parlamento vasco y el Tribunal Supremo, que reproduce fracturas de orden político (es decir, cuestiones a resolver en las urnas, y, a partir de ellas, con reformas jurídicas: enmiendas constitucionales o leyes orgánicas). ¿Debe disolverse el grupo ahora llamado "Socialistas Abertzales"? Estaría bien. (Del mismo modo que estaría bien retirar el acta de diputados a los tránsfugas de Madrid. Mejor aún a éstos, que entienden el tiro en la nuca, los muy canallas-desalmados.) Pero los partidos (PNV y PP en este caso), en lugar de ser referentes de la "virtud de la sociedad" que se plasme en una más apta legislación, se enzarzan en una pugna partidista gravísima de orden institucional, que sigue minando los órganos democráticos a nuestra consta.
Basta ya, digo, de demagogia canosa (¡Qué bien cuando defendió a los presos!), o de desfachatez bronceada (más propia de señorito-UVA). El resto se lo dejo a ustedes.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.