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Columna
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La aventura Pimentel

Penetrar en el sistema político español es una tarea prácticamente imposible. Nuestro sistema electoral, como consecuencia de la combinación de la provincia como circunscripción y de la fórmula d'Hondt para la asignación de escaños, opera como una barrera insuperable. En la mayor parte de las provincias españolas, en las que el número de escaños a cubrir es muy reducido (menos de seis en 30 provincias y más de 10 únicamente en cinco) la fórmula d'Hondt prima tanto a los grandes partidos y castiga tanto a los pequeños que es imposible que pueda abrirse hueco uno de nueva creación. Puede producirse la incorporación de un diputado en representación de una determinada formación política, pero eso no supone que se haya incorporado un nuevo partido al sistema político. Se trata de algo anecdótico. Una golondrina, como dice el refrán, no hace verano.

Existe un cansancio muy perceptible en la ciudadanía con el sistema de partidos andaluz

En los subsistemas autonómicos las cosas son algo distintas. No es fácil abrirse hueco, pero no resulta imposible. El número de escaños de las circunscripciones electorales es mucho más alto y, en consecuencia, la fórmula d'Hondt no opera de la misma manera. Ni los grandes partidos se benefician por la fórmula electoral en las elecciones al Parlamento andaluz de la forma en que lo hacen en las elecciones al Congreso de los Diputados, ni los pequeños partidos se ven perjudicados en la misma proporción. De ahí que sea mucho más difícil alcanzar una mayoría absoluta en un Parlamento autonómico de lo que lo es en el Congreso de los Diputados. Con el porcentaje que obtuvo el PP en las últimas elecciones generales, 44%, no tendría mayoría absoluta en ninguna comunidad autónoma. Y sin embargo, como todo el mundo sabe, la tiene, y muy amplia, en el Estado. Correlativamente, es más fácil para los partidos pequeños alcanzar una representación significativa y también entra dentro de lo posible que pueda encontrar un sitio en el sistema un partido de nueva creación. No es fácil, pero no es imposible.

En ésas está el ex ministro y ex militante del PP Manuel Pimentel, que ha presentado esta semana una plataforma política con vocación de convertirse en opción electoral de cara a las próximas elecciones autonómicas. Si su pretensión fuera penetrar en el sistema político español, estaría condenada al fracaso. Su pretensión de penetrar en el sistema andaluz puede tener éxito. El ex ministro se ha dado de plazo hasta las Navidades para evaluar la respuesta que su propuesta suscita en la sociedad andaluza, comprobar los apoyos con los que puede contar y decidir si puede competir en las próximas elecciones autonómicas de manera solvente, esto es, no puramente testimonial.

Es obvio que, de momento, la propuesta de Manuel Pimentel no es ni siquiera una apuesta sino una aventura personal. No es fácil, en consecuencia, hacer una evaluación de la misma, ya que tendríamos que entrar en el terreno del juicio de intenciones para decir algo sobre ella. Y este es un terreno que no se debe transitar en el análisis político.

Lo que sí cabe decir es que el momento elegido para hacer la presentación de su propuesta y para su eventual conversión en opción electoral es muy oportuno. En esto se diferencia muy claramente la propuesta de Manuel Pimentel de la propuesta del ex ministro de UCD Manuel Clavero, en los momentos fundacionales de la autonomía andaluza. En este momento existe un cansancio muy perceptible en la ciudadanía con el sistema de partidos andaluz, cosa que no ocurría a principios de los ochenta. Entonces el PSOE todavía tenía que darse a conocer como opción de gobierno en España y en Andalucía y contaba con un crédito y con una reserva de ilusión prácticamente ilimitados. En esas circunstancias cualquier opción de derecha o de centro-derecha tenía que limitarse a resistir y, para ello, sólo sirven las opciones seguras, lo que representaba en aquel momento AP, posteriormente reconvertida en PP. La aventura de Manuel Clavero no tenía posibilidad alguna de prosperar.

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Hoy, tras más de 20 años de gobierno del PSOE en la comunidad autónoma y tras la incapacidad del partido clásico de la derecha de presentarse con credibilidad al electorado como alternativa de gobierno, la situación es completamente distinta. Hay cansancio del PSOE, pero hay cansancio también del PP. El sistema político andaluz se encuentra en una situación de bloqueo a la que no se le ve salida "tal como está el patio", es decir, si no hay una irrupción de alguna fuerza política desde el exterior que altere el ritmo del partido. Nadie espera que el PSOE no gane y nadie espera que el PP no pierda. No es que el PSOE gane y el PP pierda, sino que el PSOE no puede no ganar y el PP no puede no perder. El resultado electoral está en cierta medida predecidido. Esto es lo que hace que el sistema esté bloqueado. Y que se tenga la sensación de que lo está.

Justamente por eso, la propuesta de Manuel Pimentel tiene posibilidades de prosperar. Llega en un momento muy oportuno, que es la condición sine qua non para que una aventura de este tipo pueda tener éxito. Si la propuesta de Manuel Pimentel cuaja como opción electoral, va a ser el único elemento de renovación del sistema político andaluz en la próxima convocatoria electoral. Esto es mucho.

Obviamente, la oportunidad del momento elegido es condición necesaria para que la propuesta pueda salir adelante, pero no suficiente. Es necesario que el ex ministro consiga apoyos personales significativos, si no en todas sí en la mayoría de las provincias andaluzas y una financiación razonable para poder competir tanto en lo que se refiere a la cuantía de la misma como a las condiciones en que se obtiene. En poco tiempo lo sabremos.

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