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UN PAÍS DE CINE / DVD | 'Muerte de un ciclista'

Denuncia en tiempos difíciles

EL PAÍS presenta 'Muerte de un ciclista', de Juan Antonio Bardem

En el cine español de 1955 primaban las películas folclóricas y religiosas, seguían aleteando ciertas crónicas triunfalistas sobre la Guerra Civil y, como novedad, comenzaban a surgir en las pantallas canoros niños prodigio y otros no canoros, como Marcelino, pan y vino, éxito comercial del año, que compitió en el Festival de Cannes. Muy pocos cineastas intentaban regenerar aquel panorama, y quienes lo pretendían acababan sufriendo las iras de la censura, entre otros, los jóvenes Juan Antonio Bardem y Luis García Berlanga, que, influidos por el neorrealismo italiano, se habían dado a conocer al alimón con el sainete crítico Esa pareja feliz (1951).

Más preocupado por el cine político que su compañero de generación, Juan Antonio Bardem abordó en Muerte de un ciclista una parábola sobre la realidad española del momento, lo que le acarreó no pocos problemas, especialmente en lo referente a la secuencia final de la película, que la censura tergiversó por completo. A pesar de ello, "Muerte de un ciclista es uno de los filmes cardinales en la historia del cine español durante el franquismo", en palabras del crítico Casimiro Torreiro, lo que José Enrique Monterde atribuye a su "originalidad temática y, sobre todo, a la inequívoca voluntad estilística o el carácter insólito de muchos de sus elementos argumentales".

"La película de Bardem es uno de los filmes cardinales en la historia del cine español"
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La esposa de un rico industrial (Lucía Bosé) mantiene relaciones adúlteras con Juan (Alberto Closas), un profesor universitario ex combatiente franquista, aupado por sus amistades influyentes. En uno de sus encuentros clandestinos atropellan a un ciclista, al que dejan abandonado en la carretera; al día siguiente se informan de que le dejaron morir al no auxiliarle. "No es la simple historia de un adulterio", escribió Marcel Oms, "sino la exposición de un epifenómeno en el cuadro de la lucha de clases. Ella vive en el mundo esnob de la alta burguesía, y aunque él también pertenece a ese mundo, desciende a los infiernos buscando a la viuda del ciclista, y en la toma de contacto con los jóvenes universitarios y su sed de justicia". Esa interpretación coincidía con la de Arnaldo Olivar: "Este contexto social y moral pretende ser sublimado mediante un contenido político". La egoísta clase dirigente, el conformismo de la clase media, los sufridos obreros, las revueltas estudiantiles, la represión policial, la corrupción moral, la hipocresía...

El primitivo final de la película cerraba la historia con los adúlteros recomponiendo sus vidas, él aún atormentado, ella olvidada ya del accidente. Pero, según ha contado Bardem en su libro de memorias, "la censura franquista de guiones, en la que el representante de la Iglesia católica apostólica y romana tenía derecho de veto, desconfiaba totalmente de la justicia divina. Muerte física, pues, para los adúlteros". Obligado, el director propuso a los censores hasta once finales distintos, siempre en el acuerdo de que los culpables debían pagar su crimen y, por lo tanto, morir, final al que, no obstante, Bardem aportó un matiz inesperado: la presencia de un nuevo ciclista que pasa por el lugar en que la pareja ha ajustado sus cuentas y que corre en busca de ayuda...

A pesar de tan moralista desenlace, la crítica de la derecha reaccionó iracunda contra el filme, entre ellos José María García Escudero, futuro director general de cine, que llegó incluso a preguntarse: "¿Es el personaje de Juan siquiera español, con su atormentada psicología y su vaporoso código moral?", a lo que se respondía a sí mismo diciendo que Muerte de un ciclista "no es una película española, y no puede, por lo tanto, darnos más que un frío mensaje técnico, cuyo espíritu podría ser antes escandinavo que nuestro".

Aunque presentada fuera de concurso en el Festival de Cannes, la película obtuvo el premio de la crítica internacional, lo que supuso un trampolín para Bardem y el nuevo cine español abanderado por Muerte de un ciclista. Un auténtico éxito que abrió esperanzas a cuantos, como Bardem, intentaban un cine alejado de los modelos típicos del españolismo. José Enrique Monterde opina, sin embargo, que "no sería razonable descartar algunas críticas del filme debidas a la teatralidad de algunos diálogos (...) o a ciertos excesos de virtuosismo en la planificación y el montaje (...) o a la necesidad de sugerir muchas cosas mediante la acumulación de sucesos, dada la imposibilidad de afrontar de forma explícita las intenciones del cineasta". Por su parte, Carlos F. Heredero sostiene que "ese abigarramiento expresivo de la película no oculta, sin embargo, el carácter de la propuesta", que superó los límites de lo que se podía decir "al abordar temas que hasta entonces eran tabú, incluidas las alusiones desengañadas a la Guerra Civil". Muerte de un ciclista fue, en opinión del crítico, la "expresión latente de una conciencia de crisis en determinados estamentos de la vida nacional".

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