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Crónica:LA CRÓNICA
Crónica
Texto informativo con interpretación

Mi marido era un hereje

"¿Te aburres?", leo en un anuncio pegado en una farola. Pues, bastante. "Llámanos", leo a continuación. "Somos un grupo de amigos de entre 28 y 55 años, separados, solteros-as y viudas. Salimos a bailar, hacemos excursiones... 649 50 14 31. Preguntar por Mari, mañanas. ¡Anímate! Que la verbena está cerca". Es cierto, el lunes vuelve a ser verbena. Y no quiero pasar otro Sant Joan en soledad, viendo el especial de TV-3, murmurando insultos contra esos que tiran petardos, y esos otros que se divierten por obligación, de forma masificada.

Me cito con Mari y su grupo de separados, solteros-as y viudas en el restaurante de la calle de Llançà donde cenan cada fin de semana. Me emociona estar tan cerca de la residencia oficial del gran Salvador Escamilla, y de dos bares que llaman la atención por sus nombres: el Quebec y el Montreal. Antes de entrar, echo un vistazo a las obras de la futura sede central de la ONCE, en el antiguo canódromo, allí donde, a falta de hipódromo, solían ir los admiradores barceloneses de Bukowsky.

Tras leer un anuncio me cito con un grupo de amigos separados, solteros y viudos. No quiero pasar otra verbena de Sant Joan en soledad

Me siento al lado de un amable caballero que, para romper el hielo, me llena el vaso de sangría y me enseña la foto de su último fracaso matrimonial. Es pariente lejano de los Mundet de los Hogares Mundet, y se considera un hombre polifacético. Me lo demuestra al instante: resulta ser el autor de la obra 101 poemes per a l'eternitat (poesía romántica en catalán prefabriano). "También tengo escrita una obra de teatro que admite a la perfección el ser rodada en vídeo", me explica. "La pena es que la cámara también me la robó mi ex". A nuestro alrededor se suceden las conversaciones. "Es una persona que, si sigue bebiendo, le van a tener que cortar otro dedo", dice una rubia muy guapa. "Pero él no deja el vino. Y se va a quedar sin dedos, porque la diabetes es muy mala". Un señor la mar de jovial habla por el móvil: "No tardes en venir, ¡que aquí hay violadoras!". Y Mari me asegura: "Tú espera a que nos haga efecto la sangría... Entonces verás cómo cambiamos. Cómo empezamos a encontrar atractivo al camarero, y a meterle mano". En una punta de la mesa, Conchi, con una servilleta de papel en el escote, cuenta que fue la primera mujer que estudió mecánica en la Escuela Industrial, en el año 1970. "Se puede decir que he tenido dos niños: mi hijo y la Enciclopedia Salvat del Automóvil. Tú me das a mí un coche sin embrague y sin frenos y te atravieso Barcelona. Yo, de un hombre, en lo primero que me fijo es en si entiende de automoción". Ajena a todo, una pareja recién formada -se han conocido aquí- se hace arrumacos. "Mi ex era un hereje. Como persona, nada", se queja ella, Vicenta. "Y eso que en mi matrimonio no hubo otro hombre. Desde los 16 años, con el mismo. Pero lo que yo he sentido con éste, en dos meses", y señala a su nuevo amor, Toni, "no lo he sentido con el otro en 28 años". Toni sonríe con modestia, y explica: "Yo, antes, en la fábrica, sólo pedía el turno de noche. Ahora no, ahora ya quiero trabajar de día. El cambio que ha pegado mi vida, fíjate...".

"Pues el lunes tendremos cena, espectáculo y baile", me anima Mari. "Pero, ¿dónde será? No sé. En todos los lugares buenos ya tienen cogidas las pagas y señales. Si tú das la paga y señal con dos meses de antelación tienes sitio. Nos hemos despertado tarde. A ver dónde nos meten. Sí, claro, aquí nos podríamos quedar, porque aquí podemos poner música. Hoy mismo hay una despedida, y van a traer un boy. Pero, ¿qué pasa? Que en los grupos siempre hay más mujeres que hombres. Los hombres, no sé que pasa, que no se apuntan. Son más de bar. Y, si nos quedamos aquí, como si lo viera: bailaremos entre nosotras. Y yo no me arreglo para eso. En un baile tienes una segunda oportunidad". Se queja de que, aunque el grupo se anuncia en los periódicos, llama poca gente. "Es que en esta sociedad hay muy bajo nivel de lectura. Y si la persona no te lee un artículo de fondo de un periódico, menos te va a leer un anuncio. Es mejor poner un cartel vistoso en la calle. ¿Cuál fue el que viste tú? ¿El Atrévete o el Te aburres?".

A mi izquierda, un señor, que también es nuevo, le pregunta a una mujer con escote bañera: "Usted es viuda, ¿verdad?". Ella niega con la cabeza. "Separada. La viuda es aquella". Y señala a una mujer bajita y extravertida, que grita: "¡Quiero beber!". Pero ya coge una botella de vino y la echa en la jarra de la sangría, para alargar el brebaje. "Pregúntale, pregúntale a ella", me animan todos. Pero no hace falta, porque la viuda avanza hacia mí, y me hace un monólogo, con un estilo que no tiene nada que envidiar a las añoradas artistas del Molino cuando interpretan el papel de "la pasota": "¡Se me han muerto cuatro! Pero el de ahora no se muere. He estado 25 años con un... vamos a llamarle señor". Después de las risas, canturrea: "¡Qué la casque, que la casque...!", pero con la entonación de quien dijera: "Que se besen...!". Se pone seria. "De buscar a otro, no. Él no se va de casa, y yo tampoco. Pero hago lo que me sale del..." (pausa), "alma". Se interrumpe, porque ya vienen los segundos platos. "Todavía no, todavía no", me advierte Mari. "Todavía no nos hace efecto la sangría. Si no, verías lo que hacemos con el camarero. Esto no es nada. Ya verás... Ya verás cómo nos ponemos".

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