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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Ejercicios de melancolía

Manuel Rico

La onda expansiva de las estéticas del 50 (sobre todo la mirada entre la ternura, el escepticismo y la ironía, de Gil de Biedma) sigue presente en la poesía española actual. Por si había alguna duda, el libro con el que Javier Cánaves (Palma de Mallorca, 1973) ha obtenido el Premio Hiperión en su última edición, lo pone de manifiesto de manera abrumadora. 'Las noches de abandono', 'Los hoteles', 'Posible vida malograda', 'Postal del sur' son títulos tan explícitos, tan apegados a la perspectiva y a los mundos del autor de Las personas del verbo, que no resulta fácil establecer una frontera, una diferencia sustancial que nos hable de la superación cualitativa que suele caracterizar la asimilación de una influencia por parte de un poeta nuevo. Hay también, en Al fin has conseguido que odie el blues, ramificaciones que llevan a universos distintos a Gil de Biedma: Brines, Joan Margarit, Muñoz Rojas, el Carver menos social y más ontológico. Pero siempre sin desbordar ese amplio espacio que ha quedado acuñado como "poesía de la experiencia" (aunque Hierro, intentando negar categorizaciones, afirmara que toda la poesía lo es) en que se mueve, desde mediados de la década de los ochenta, el grueso de la poesía de cuño más realista o figurativo.

AL FIN HAS CONSEGUIDO QUE ODIE EL BLUES

Javier Cánaves

Hiperión. Madrid, 2003

84 páginas. 7 euros

El libro de Cánaves está hecho de poemas melancólicos en los que se medita sobre el paso del tiempo y sobre la huella que éste deja en la relación amorosa y en la conformación de la conciencia ("se trata de aprender a vivir siendo otros, / aunque muy parecidos, / diferentes que aquellos que empezaron"); sobre los lugares de una felicidad abolida; sobre escritores y poemas (Cavafis, Graham Greene, además de los citados) vinculados a experiencias vividas, casi siempre en un pasado que se añora, e integrados en el texto mediante la cita interna o la evocación; sobre el temprano escepticismo, hecho de decepciones ante los fraudes que la existencia deja en el sujeto poético ("Aprendimos muy pronto a traicionar los sueños"). En ese recorrido por una existencia que es sólo intimidad -el conflicto exterior se difumina o no existe-, Cánaves, quizá prolongando el aliento de su libro anterior, Al sur de todo mapa (2001), apela en diversas ocasiones al Sur como lugar de una imposible felicidad, como territorio de las quimeras, como espacio de la nostalgia y del verano. Aunque en ese concepto hay connotaciones cernudianas, éstas se ven suavizadas por la distinta naturaleza de la apelación del poeta del 27. Si en Cernuda el sur es el espacio (íntimo, pero también colectivo), que le ha sido arrancado, el lugar irrecuperable en razón de un obligado exilio, en Cánaves es más un espacio imaginario, radicalmente personal, casi siempre vinculado a la relación amorosa.

Además de la mirada, el tono conversacional utilizado (en algunos momentos bordea lo sentencioso: "Siempre somos mejores en la imaginación"), sin duda acorde con el anecdotario a que aluden los poemas, tiene, adrede, mucho de Gil de Biedma. Le aporta al libro las ventajas de una más fácil lectura y las servidumbres de lo muy frecuentado, algo a no desdeñar cuando de poesía se trata.

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