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TRIENAL DEL RUHR

Verdi inspira un homenaje a la cuenca del Ruhr

La I Trienal del Ruhr atraviesa estos días su ecuador. Un prólogo de seis semanas en 2002 y un epílogo de cinco en 2004 dejan el corazón de esta experiencia en la temporada de 2003, con un periodo de 10 semanas a partir del 30 de abril, centrado en profundizar sobre un tipo de teatro musical apoyado en la convivencia de diferentes artes, y otro de cinco semanas después del 6 de septiembre con la ópera como protagonista (La flauta mágica con La Fura; San Francisco de Asís con Kabakov). La Trienal sigue al pie de la letra los consejos de George Steiner sobre el sentido de los festivales: no hay la más mínima concesión a la rutina; cada espectáculo es una aventura del espíritu.

Anteayer se estrenó Sentimenti, un trabajo teatral y musical pensado como homenaje a los trabajadores del Ruhr. Los textos proceden de la novela Milch und kohle (Leche y carbón), de Ralf Rothmann. Está centrada en el ambiente de los sesenta en la cuenca del Ruhr. El protagonista, Simon Wess (magnífico el actor Jeroen Willems), evoca, al regresar a su tierra de origen por la muerte de su madre, una oleada de recuerdos de sus años de juventud. Este primer nivel de implicación literaria se complementa con una referencia a La montaña mágica, de Thomas Mann, y, en concreto, al consuelo anímico que siente el protagonista, Hans Castorp, al escuchar la música a través del gramófono y, en especial, el dúo final de Aida, una ópera que curiosamente también inspiró momentos de una poesía desgarrada a Arturo Ripstein en su película La mujer del puerto.

El tercer nivel de narración se origina desde la música de Verdi. Los fragmentos de La Traviata, El trovador, Rigoletto, Aida o Don Carlo se funden con la propuesta teatral desde el dolor, la melancolía y las pasiones. Cada protagonista puede proyectar su propia vida en el interior de la ópera.

El espacio

El cuarto elemento conceptual de esta historia es la integración con el espacio. A la imponente nave industrial de la Jahrhnderthalle de Bochum se une una dirección teatral de Johan Simons y Paul Koek, sobre un escenario formado por 20.000 pequeños lingotes de antracita, un material muy en consonancia para la ocasión. El resto de la escenografía son huellas de color de la vida cotidiana: jaulas de pájaros amarillos, unas macetas de flores al fondo.

El espectáculo persigue profundizar en el hecho emocional desde una perspectiva popular. La estructura es, sin embargo, compleja y un pelín intelectual. El comienzo es espléndido y los 30 minutos finales -desde el dúo final de Aida hasta el 'Addio del passato' de La Traviata- son superlativos por la fusión entre los diferentes elementos dramáticos y sentimentales. La fase central prospera con un predominio acusado de la parte hablada sobre la música. Los actores y los cantantes son estupendos, y suena con melancolía el grupo instrumental que interpreta a Verdi, incorporando el sonido de un acordeón. El público de la première acogió con mucho calor el espectáculo.

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