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Columna
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Lástimas

José Luis Ferris

Conservo una foto de mi primer viaje a Italia, allá por el 82, donde poso con la melena revuelta delante de la Venus de Urbino. La retrospectiva de Tiziano que estos días se expone en Madrid me ha traído un montón de recuerdos y me ha servido para ver la obra del pintor italiano con ojos diferentes. No sé si es la edad, pero contemplar ahora esos cuerpos femeninos de virtuosa carnosidad, sobrepasados de abundancia, me ha hecho detenerme en una realidad que sólo había observado de puntillas. Lo pienso a veces. El arte pide siempre una relectura para que ajustemos su generosa e inmutable verdad al reloj de nuestra vida. Desde El Quijote a la Venus recreándose en la música, no hay reencuentro con la obra literaria o artística que no conlleve nuevos descubrimientos y emociones. Lo que me pregunto es qué sucedería si libros y piezas de arte sólo pudieran ser vistos una vez, si no tuviéramos el privilegio de releer o volver a contemplar. Ya sé que para muchos esto no supondría ninguna catástrofe, pero, en consecuencia, sería lo mismo que prohibirnos entrar por segunda vez a un Museo o no hallar en las librerías más que las últimas novedades del mercado.

Al margen de estas suposiciones, lo más parecido a una experiencia así es el arte efímero de los monumentos de cartón. Estos días, las calles de Alicante están sembradas de fogueras de muy diversa factura, pero siempre hay alguna que alcanza la categoría de obra mayor y parece casi un gesto inquisitorial encomendarla al fuego. Hace años, Emilio Varela, Lorenzo Aguirre o Gastón Castelló aprovecharon los lienzos de sus hogueras para reproducir escenas mitológica de enormes proporciones, para plasmar sobre las plataformas de papel o madera su lectura de la anatomía humana, del paisaje o de los sueños. La categoría artística de estas escenas adquirió el nombre popular de "Lástimas", ya que inexorablemente serían quemadas la noche del 24 de junio. Los artistas cobraban con arreglo al número de lástimas que incluyeran en el monumento, y no deja de ser una lástima pensar en la de obras de arte que sólo han quedado en la memoria de las fotografías, detrás de alguien que posó para inmortalizarse a sí mismo.

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