Las gallinas de las monjas
La hermana María, madre superiora de un convento de la localidad holandesa de Heusden, en la provincia sureña de Brabante, ha conocido este fin de semana una celda mucho menos edificante que las acostumbradas. Su afán por conservar las gallinas de su corral, que debían ser sacrificadas para frenar el brote de peste avícola que ha afectado al país en los últimos meses, la ha llevado a los calabozos de la policía local. Las aves estaban condenadas, como la mayoría en la región, pero ella las ocultó cometiendo así un delito. Las penas contempladas para estos casos varían entre una multa a decidir por las autoridades o la cárcel. Para sobresalto de su congregación, la madre María pasó la noche en las dependencias policiales sin más enseres que los hábitos y un cepillo de dientes. Una vez en libertad, y después de que tanto el Servicio General de Inspecciones, como la fiscalía declinaran hacer comentarios, ésta última hizo saber que pensaba demandarla. Por apego a unas aves puso en peligro al resto de las criadas en las granjas vecinas. Un mal ejemplo que merece, según los fiscales, una sanción ejemplarizante.
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