El accionista despierta en EE UU
Los abusos de las empresas cotizadas provocan las protestas de los inversores
Con la primavera, las juntas de accionistas brotan como los flores en EE UU. Y las hay de todo tipo, tamaño, color y olor, en ocasiones fétido. Las empresas cotizadas han perdido unos siete billones de dólares desde marzo de 2000 y las juntas han estado marcadas por esa frustración. Han aumentado las protestas contra los sueldos de fábula, pero salvo una demanda concreta, la temporada va a concluir sin sobresaltos para los directivos, que han toreado a placer novillos mochos. El accionista sigue siendo un cero a la izquierda en el país del capitalismo.
La idea de la codicia desbocada cala entre los frustrados inversores, que han presentado 322 resoluciones para limitar las compensaciones
"Es imposible estudiar las 15 mayores empresas sin encontrar un vínculo con J. P. Morgan Chase o Citigroup", señala Corporate Library
Los grupos con accionistas satisfechos se pueden contar con los dedos de la mano y pocos inversores hay tan felices como los de Berkshire Hathaway, el conglomerado que dirige el septuagenario Warren Buffett desde Omaha, en el centro del país. Cada año, la junta general a orillas del Misuri es una verbena del capitalismo popular a la que acuden miles de accionistas para felicitarse de su buena suerte y escuchar arrobados al gurú Buffett. Seis horas estuvieron preguntándole este año.
Al igual que Tolstói escribió en Ana Karenina' que "todas las familias dichosas se parecen, y las desgraciadas lo son cada una a su manera", todas las juntas generales de firmas que van bien tienen muchos rasgos en común, mientras que son innúmeras las variaciones que generan las otras. En un intento de disuadir la concurrencia de los inversores, los responsables pueden moverlas de lugar, o no contar con la presencia del presidente, o dejar fuera a los consejeros independientes, como ocurrió en la de Morgan Stanley, o no admitir preguntas de los accionistas, como hizo Laura Machanic, consejera delegada de la cadena Target, con el argumento de que la junta no era el foro adecuado para plantear cuestiones. Por semejante salida, Corporate Library, una de las diversas firmas dedicadas a fiscalizar el gobierno corporativo en Estados Unidos, adjudicó a Target la etiqueta de "peor conducta de una junta general de accionistas".
Las juntas de esta primavera han analizado los resultados del año 2002, que fue malo para los accionistas y no tanto para los directivos, aunque según un estudio realizado por Pearl Meyer & Partners para The New York Times entre las mayores 200 empresas del país las retribuciones totales de sus primeros ejecutivos cayeron un 20%, hasta un promedio de 10,8 millones de dólares.
La idea del abuso y de la codicia desbocada empieza a calar entre los frustrados inversores, que este año llevan presentadas 322 resoluciones intentando limitar o reformar los sistema de compensación económica de presidentes y consejeros delegados, según datos del Investor Responsability Research Center (IRRC), una veterana organización observadora de la conducta de las empresas. IRRC hace notar con satisfacción que esa cifra triplica hasta ahora las 106 recomendaciones presentadas el año pasado. Es una tendencia, pero tres centenares de resoluciones son apenas una gota de agua en el océano corporativo.
Lo sueldos de Tyco
Los inversores tienen la sensación de que se les está estafando y ven corroborados sus temores cuando observan que, en el ránking elaborado por AP sobre retribuciones a ejecutivos, los dos primeros puestos los ocupan Mark Swartz, con 78 millones de dólares, y Dennis Kozlowski, con 76,6 millones, director financiero y presidente, respectivamente, de Tyco, que el año pasado entró en suspensión de pagos. Ambos son investigados por fraude y apropiación indebida.
El recurso a los tribunales de un accionista frustrado es lo que más ha llamado la atención en la actual temporada. Aaron Landy ha presentado una demanda en Boston en la que pide que el presidente y los principales directivos de la aseguradora John Hancock Financial Services devuelvan buena parte de los 42,3 millones que recibieron el año pasado. La mitad, 21,7 millones, fueron para el presidente, David D'Alessandro, que en 2001 había recibido una retribución total de 8,1 millones. No es sólo que la cotización de John Hancock cayera un 32% en el pasado ejercicio lo que irrita a Landy, sino que la compensación de D'Alessandro tuviera en cuenta los beneficios de la Oferta Pública de Acciones del año 2000, cuando la firma dejó de ser propiedad de sus asegurados para convertirse en una empresa cotizada. Por ley, los ejecutivos no podían recibir durante el primer año retribuciones vinculadas al resultado de la salida a Bolsa, pero D'Alessandro mantiene, con el apoyo del comité de retribuciones, que ello no impide la compensación retroactiva. Landy cree que así se viola la letra y, desde luego, el espíritu de la ley.
Los grandes directivos tienen mucha comprensión en los consejos de administración que presiden. William Donaldson, el presidente de la SEC, y otros han pedido que las retribuciones estén vinculadas a los resultados de las empresas, aunque eso no parece solución, porque ya se encargan los consejos de administración de mover los palos de la portería. La telefónica AT&T Wireless incrementaba el sueldo base de sus directivos con primas, acciones u opciones sobre acciones que dependían de la marcha de la empresa, pero resulta que "un crecimiento menor, una economía difícil, una adquisición consumada antes de lo esperado y algunas decisiones estratégicas durante la primera mitad de 2002 han hecho que los objetivos marcados dejen de tener sentido para proporcionar incentivos", motivo por el cual el comité de retribuciones decidió rebajar el listón, para satisfacción de los gestores de la sociedad. El argumento es que estos capitanes empresariales luchan denodadamente por mantener el rumbo.
"¿Quién merece ganar más de un millón de dólares cuando los accionistas están perdiendo dinero?", se preguntaba un ejecutivo jubilado y accionista hastiado en una carta a The Wall Street Journal. "Habría que prohibir las presencias cruzadas en los consejos. Masajeo mutuo a nuestra costa".
Los consejos de administración son sociedades endogámicas en todo el espectro productivo, con sus integrantes defiendo la inevitabilidad del sistema dado que, dicen, se trata de que los formen personas con experiencia. "Es prácticamente imposible estudiar cualquiera de las 15 mayores empresas de Estados Unidos sin encontrar al menos un vínculo directo con J. P. Morgan Chase o Citigroup", señala Corporate Library, que coloca a esos dos gigantes de la banca entre los que menos fiables consejos de administración tienen. Los consejeros son amigos que se apoyan en las distintas empresas, y en ningún caso ese apoyo es más rentable que si forman parte del comité de retribuciones.
Richard Grasso, el presidente del New York Stock Exchange (NYSE), y la SEC quieren que la luz y los taquígrafos entren en los consejos de administración, pero de tanto mirar fuera Grasso se había olvidado de sí mismo. Acuciado por revelaciones periodísticas de que en 2001 fue retribuido con 20 millones de dólares, rebajados a 12 en 2002, Grasso y el NYSE acaban de adoptar nuevas normas de transparencia que limitan la endogamia interesada. Kenneth Langone, presidente del comité que fijaba la retribución de Grasso, dejará esa comisión, y en contrapartida Grasso abandonará el Consejo de Administración de Home Depot, que controla Langone.
La organización de los accionistas individuales es misión imposible, para alivio de los directivos. Buffett piensa que el miedo sólo se lo pueden provocar los grandes inversores y los institucionales, a los que desde Omaha pidió que establecieran alianzas en busca de la transparencia. Tampoco es una garantía porque muchos grandes inversores y fondos también hacen negocios con las empresas de que son accionistas. Otra propuesta sobre la mesa es la de vincular la suerte económica de los directivos con la de los accionistas. Una encuesta reciente de la consultora Bain &Co entre 42 inversores institucionales de Estados Unidos y del Reino Unido reveló que el 63% acepta que los directivos se beneficien del valor que creen en la empresa, siempre y cuando también estén a las duras.
El año que viene, por lo pronto, los fondos van a tener que hacer público en Estados Unidos el sentido de su voto en cuestiones de gobierno corporativo y ello puede oxigenar los consejos. De momento, los inversores se tienen que conformar con la ley aprobada el pasado verano, en el fragor del derrumbe de los Enron, Arthur Andersen, WorldCom y demás, que obliga a los directivos a devolver las retribuciones obtenidas en función de cuentas de resultados hinchados gratuita o fraudulentamente.
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