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Reportaje:CONSTITUCIÓN DE LAS NUEVAS CORPORACIONES MUNICIPALES

El adiós de los maceros

Ruiz-Gallardón rehúye los signos de protocolo que fueron seña de identidad del mandato de Álvarez del Manzano

Alberto Ruiz-Gallardón comenzó ayer su mandato como alcalde saltándose el reglamento municipal. El collar de oro con la medalla de la ciudad y el bastón de mando, "atributos representativos del cargo" que, según la normativa, debe "usar" el regidor en actos solemnes como el de su investidura, permanecieron a su lado antes, durante y después de su discurso. Y ahí se quedaron. "El secretario municipal los puso a mi disposición, como dice el reglamento... Pero no los usé. Sí, bueno, incumplí la normativa, pero ya me he informado: ese incumplimiento no acarrea sanción", comentó más tarde, con un guiño, el recién investido alcalde.

Ruiz-Gallardón había anunciado durante la campaña que, si era elegido regidor, no haría uso del bastón ni, sobre todo, se pondría el collar de oro -tantas veces lucido por su predecesor, José María Álvarez del Manzano- como muestra de su teórico rechazo a los "símbolos de poder" y su empeño en dar una imagen de modernidad. Aunque su desobediencia pudo responder perfectamente a motivos menos elevados: el collar en cuestión, diseñado hace 20 años por la joyería Suárez, pesa nada más y nada menos que un kilo.

La particular batalla del alcalde contra la tradición fue seguida disciplinadamente por la mayoría de concejales de su grupo, que tampoco se colocaron la venera (el cordón insignia que portan los miembros de la Corporación), algo que sí hicieron mayoritariamente los ediles de la oposición.

Pero, sobre todo, brillaron por su ausencia los maceros, hasta ahora siempre presentes en los plenos municipales: esas dos personas contratadas por el Ayuntamiento para permanecer de pie, impertérritas, durante plenos que duraban horas, portando pesadísimos trajes medievales y aparatosos bastones, en recuerdo de quienes antiguamente protegían de las iras vecinales, con sendas mazas, al intendente, regidor o corregidor, según las épocas.

Por lo demás, el protocolo sí se cumplió, y de forma estricta, en la formalidad de los discursos y la seriedad de los semblantes. Nadie se permitió una broma, al menos con el micrófono abierto. Los 30 concejales del PP, los 21 del PSOE y los cuatro de IU juraron o prometieron sus cargos puestos en pie, y votaron a continuación entre los tres candidatos a alcalde: Ruiz-Gallardón (PP), Trinidad Jiménez (PSOE) e Inés Sabanés (IU). El resultado, tras la sorpresa del pasado martes en la Asamblea de Madrid, fue, para alivio de todos, el esperado. Y sólo durante el escrutinio de los votos se rompió por un momento el guión.

Los integrantes de la mesa de edad fueron sacando las papeletas de la urna y leyéndolas en voz alta. El primer voto fue para Jiménez, y a ella se le iluminó la cara con una sonrisa: "¡Uno!", le dijo con un gesto a Ruiz-Gallardón. El siguiente correspondió al candidato del PP, que se removió satisfecho en su escaño. Pero luego hubo otro para la socialista: "¡Dos!". Así hasta el final, cuando, tras la mayoría absoluta cosechada por el popular, la última papeleta fue a parar también a Jiménez. Ruiz-Gallardón se levantó, entre aplausos, y besó a su contrincante. Ella le dijo: "El primero y el último, para mí". Y él le respondió: "Y yo, en el centro".

Álvarez del Manzano, que ayer se despedía del Ayuntamiento, se vio obligado a ceder protagonismo a la nueva concejal de Empleo y Servicios Sociales, Ana Botella, acosada por los fotógrafos. Su marido, el presidente José María Aznar, no estuvo en la tribuna de invitados, desde donde siguieron el acto el ministro de Justicia, José María Michavila; el secretario general del PP, Javier Arenas; los secretarios de CC OO y UGT en Madrid, Javier López y José Ricardo Martínez, y tres de los protagonistas de la actualidad política regional: la portavoz del grupo parlamentario del PP, Esperanza Aguirre; el del PSOE, Rafael Simancas, y la nueva presidenta de la Asamblea, Concepción Dancausa.

También el obispo auxiliar de Madrid, Fidel Hérraez, un coronel de la Guardia Civil y hasta un general del Ejército del Aire, los tres con sus respectivos uniformes. Entre todos ellos, la esposa de Ruiz-Gallardón, Mar Utrera, y sus cuatro hijos. Quizás, de toda la sala, quienes con más sincero interés siguieron la sesión.

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