¿Usar sin abusar?
Dice el alcalde de Elche, Diego Macià, que "las mayorías absolutas no son buenas ni malas, sino su uso". De golpe, esto suena bien, pero si no le añadimos el porrazo, la percepción es otra; pues pronto se cae en la cuenta de que no hay personas neutras ni hay cosas neutras. La mayoría absoluta viene a ser el absolutismo del sistema democrático.
La neutralidad de la mayoría absoluta nos recuerda el argumento de intelectuales conservadores según el cual el ser humano, no la cosa, es culpable. No vayamos pulsando botones y la bomba atómica, o el misil, se estarán quietos en su sitio. Si no apretamos gatillos no se dispararán pistolas. Digo yo que si a un señor le gusta peligrosamente la vecina, que apele al cilicio hasta que le sangren las carnes. Tanto más cuanto más neutral sea la vecina, la cual, a su vez, lo será menos en proporción inversa a su decencia o a su fidelidad al marido o al sexto mandamiento. Objetarán los conservadores que si el ser humano no fuera malo, ni la bomba ni las pistolas ni las mayorías absolutas serían malas. "A quien hay que controlar es al hombre", dice de Rougemont. Pero entonces, ¿quién controla al controlador? ¿Él? ¿Y es malo un señor que se tiene que azotar y darse duchas frías a causa de la vecina? Si nos afecta y nos cambia el entorno de cosas y personas, nada es neutral. "Si suena el teléfono -escribió de Rougemont- y corres a contestarlo es porque esperabas una llamada que no te querías perder. Eres tu propio esclavo". El caso, sin embargo, es que uno espera esa llamada porque el teléfono existe. Como es verdad que sin mayorías absolutas ciertos deseos y tentaciones sólo podrían habitar en el pensamiento. En la práctica, unos hacen un uso más abusivo que otros de ellas y hasta es posible que se dé algún caso de estricta fidelidad a los principios democráticos, aunque a ver dónde se traza la línea fronteriza; si bien podemos decir que atrás la dejó el PSOE y perdida en lontananza anda ahora.
Todavía van analistas devanándose los sesos con respecto a las últimas elecciones municipales y autonómicas. Uno cree que las ganaron los populares (aunque no pondría las manos en el fuego) porque, asediados a pesar de su mayoría absoluta, optaron por exacerbarla, sabiéndose poseedores de la parte del león de los mass media; contando además con la predisposición indulgente de la feligresía, con una modesta bonanza económica y con el estupefaciente de un consumismo en su mayor parte espúreo; pues Noches de fiesta es de todos y Tómbola un regalo añadido que tenemos los valencianos y desagradecidos hay que no se prosternan.
Me admiran los buenos analistas políticos, me recuerdan a B. F. Skinner, aunque su objetivo sea muy otro. El análisis político suele ser más instructivo a toro pasado, pues lo que cuenta no es el diagnóstico, casi siempre erróneo, sino la multiplicidad de flancos y ángulos para el estudio que ofrece el ser humano como individuo y como colectividad. Hemos leído muchos comentarios iluminadores sobre el 25-M y hasta hemos desempolvado algún texto sobre la opinión pública; y aunque no nos hemos por eso apeado de algunas esenciales y prosaicas creencias, aún hemos aprendido algo nuevo y se nos han iluminado zonas oscuras. De acuerdo, no obstante, en la pérdida de valor de conceptos clásicos tales como la religión, la clase, el sexo, el grado de escolarización, etcétera. El valor dominante, el ethos de las sociedades desarrolladas, es el consumo. El régimen chino puede llamarse todavía comunista, pero en sus grandes aglomeraciones costeras se imita con entusiasmado descaro el consumismo occidental. Y claro, se compra lo que se es y se es lo que se compra, huevo o gallina, qué más da. He citado Noche de fiesta y he ahí el programa televisivo que mejor define el espíritu del sector de la sociedad que da más votos. Ninguna propaganda política directa rendirá grandes frutos si primero no se ha abonado el suelo con la propaganda indirecta. Claro que una y otra cara de la misma moneda necesitan instrumentos que las propaguen y quien más tenga en propiedad o a su servicio, ya poco tiene que mirar por el virote. "Dadme un punto de apoyo y levantaré el mundo", dijo Arquímedes. "Dadme los medios de comunicación y obtendré mayorías absolutas". Si esto es obvio, no es menos obvia la necesidad de remachar lo obvio, dada su propensión a convertirse en "residuo metabólico". Y aunque a veces lo obvio no lo sea tanto, preguntémonos si unos escándalos fueron la causa de que el PSOE perdiera, si bien por los pelos, las elecciones generales. Fueron 300.000 escasos desertores de un paraíso consumista cuando hubo muchos más quienes, si la crisis económica no apartó del televisor, sí lo hizo de las promesas directas de ése y demás medios de comunicación. (La economía y el desempleo ya remontaban, pero como en el caso de Bush padre, un poco tarde para calar en el electorado).
Tan precariamente ha ganado el PP que se le discute con buenas razones la victoria. Ciertamente, la euforia del partido fue la de quien esperaba que pintaran bastos. Aquí caben todas las matizaciones y todas las agudezas de los analistas políticos. Pero todo considerado y clasificado, fue el control de las televisiones públicas, estatales y autonómicas, más las afines, el factor determinante. Sin ese control, un sagaz Aznar ¿habría convencido a millones de que Zapatero había hecho un uso demagógico de la tragedia del Prestige? No abra la oposición la boca porque será culpable del encarecimiento de la vivienda, de la delincuencia rampante y de todo. Especialmente, si además se pone cuidado en el predominio de la voz según la cual, aquí seguirá habiendo "puentes", vacaciones, automóviles y pensiones; no como en Alemania. TVE-1 perdió oyentes en los días más crudos de la guerra de Irak. Pronto volvió a ponerse en cabeza. Desde aquel momento la suerte estaba echada, por más que el partido gobernante no las tuviera todas consigo. El valor del detalle. "El mal de Hoffmann" del fino Azorín, les pasó inadvertido a los analistas. Como se les pasa que el PP encarna mejor el espíritu del consumismo. Eso flota en el aire, se intuye. Sobre todo, si se observa con ojos atentos Noche de fiesta, síntesis perfecta de la mentalidad social dominante.
Manuel Lloris es doctor en Filosofía y Letras.
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