Sin esperanzas en Chicago
Olazábal y García no creen que puedan brillar en el Open de Estados Unidos de golf
Uno que no se encuentra y otro que anda en proceso de buscarse son los dos golfistas españoles que participan desde hoy, en el club Olympia Fields, en las afueras de Chicago (Illinois), en el Open de Estados Unidos, el segundo cronológicamente del Grand Slam anual, el torneo con el que cuenta el norteamericano Tiger Woods para recuperar el pulso.
"Va a ser una semana de lucha contra el campo para conseguir mantenerme", confiesa José María Olazábal, un ganador de dos grandes -dos chaquetas verdes de Augusta- que ha perdido la moral: "No encuentro buenas sensaciones cuando doy a la bola".
Sin embargo, hace sólo dos semanas, el último sábado de mayo, realizó la que quizás pueda considerarse como la mejor vuelta de su vida. Fueron 66 golpes -seis birdies, ningún bogey- en la tercera del torneo Memorial, en Dublin, Ohio (EE UU), no muy lejos de Akron, donde los 61 del Firestone, hace 13 años, la que decía el vasco que era su cima con un palo en la mano.
Dicho así, sin explicar las circunstancias, 66 golpes no parecen gran cosa, pero los cronistas que asistieron al fenómeno recalcan los vientos de 60 kilómetros por hora y las temperaturas cercanas a los 5 grados. También recuerdan que el segundo jugador del día se quedó a cuatro y que Woods, por ejemplo, sólo pudo acabar con 76. "Es una de las rondas candidatas a la mejor del año", destacó en su página web oficial el PGA Tour.
"Sí, cogí bastante moral aquel día. Y no sólo por la tarjeta que presenté, sino también porque le pegué bastante bien a la bola", recuerda Olazábal, en conversación telefónica, desde Chicago; "pero eso fue hace dos semanas. En el torneo siguiente volví a sufrir las malas sensaciones y no jugué nada bien. Así que... no cuenten conmigo".
Sergio García, el otro crack español, no se queja de sus sensaciones. Lleva un año fatal -seis cortes fallados en once torneos del circuito norteamericano-, pero lo asume y lo explica: está cambiando el swing.Todos los expertos llevaban tiempo diciendo que precisaba un cambio de swing porque el que lleva haciendo desde siempre, con un molinillo en la parte superior -un truco aprendido cuando era niño para compensar su falta de fuerza y de talla-, tiende a convertirse en un golpe salvaje en situaciones de máxima presión. Hasta Woods se lo recomendó. "Eso mismo hice yo", dice el número uno mundial; "todo el mundo sabía que [García] tendría que hacer cambios y en eso está".
Woods calcula que perdió año y medio en la transformación y García está dispuesto a perder el tiempo que haga falta para convertirse en un jugador largo y seguro con el palo más importante. "Fue una decisión difícil", reconoce el castellonense, que habla como un veterano pese a que sólo tiene 23 años y a que, por primera vez desde hace cuatro, no fue reclamado para una conferencia de prensa oficial en las vísperas de un grande. "Hablé con mi padre y vimos que éste era el momento justo para hacerlo. Incluso aunque pierda este año, la posibilidad de convertirme en un jugador mejor es mucho mayor que la de tener que acabar mi carrera", explica.
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