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La talla

Día 22 de Mayo. Son las 8h. 45 m. p.m. (más o menos). He cumplido bastante bien mi propósito de no leer propuestas made in rastro ni ver la caja tonta. Distraídamente me paro delante de la susodicha. Están dando los resúmenes de los meetings del día y está Jose Mari en pantalla. Me pica la curiosidad y me quedo de pie. Es en Sevilla. Una incondicional (me acordé de la rebentaplenaris) chilla como una posesa: "para ser -creo que dijo tan bajito- tienes los c... muy bien puestos". Jose Mari sonríe displicente y dice al tendido: "Yo no diré nada. Nos callamos y si quiere que lo vuelva a decir". Brindis al sol y silencio. La posesa,cómo no, recoge el guante y vuelve a chillar la misma ordinariez. Jose Mari se apoya riendo con el codo derecho en el estrado y la mano en la mejilla. Esto da más juego -debió pensar- y sin encomendarse a Dios ni al Diablo espetó: "Y si alguien tiene por ahí un metro, podemos medir a ver si doy la talla". Bravo. Ordinario, soez y machista. Por la boca muere el pez. Viva el presi.

Día 27 de Mayo (D+2) .La depre-cabreo de ayer se me está pasando rápido. Noto que la ironía vuelve a fluir por mis venas. Menos mal. Me acuerdo del numerito de Sevilla y pienso que lo de "la talla" puede ser un buen titular para el obligado artículo del damnificado por enésima vez. Apunto las dos palabras en un post-it y lo pego encima del ordenador.

Día 28 de Mayo, 13h. 45 minutos. Me he quedado en casa trabajando y prefiero cambiar de tercio. Miro el papelito amarillo. Cualquier momento es bueno y lo de la talla promete. A Jose Mari lo dejaremos con su euforia y su ordinariez. Que se mida lo que le plazca y lo publique en el B.O.E. A mí me interesa otra talla. La que no han dado (y yo les voté, palabrita) aquellos que tenían la obligación de proporcionarnos un poco de oxígeno. Igual se piensan que los ciudadanos somos bacterias anaerobias. Los resultados han conseguido que, en términos políticos, me convierta en una familia monoparental perfectamente identificada: P.P.P. (o sea, Pepe Perplejo). Después de lo que ha llovido, en mi País, el Valenciano, se sigue llevando terno y camisa azul. Otros cuatro años de sufridor en casa con las mismas caras, la misma depredación, la misma chulería. A ver quién les tose.

La mínima e imprescindible dosis de humildad me obliga a confesar que el saber por qué vota la gente como lo hace es para nota y yo de sociología electoral ando un tanto justo. Dicho esto, reconoceré también, que mantuve hasta el final un sano escepticismo pero que, en el fondo, confiaba en que las tropelías nacionales y autonómicas del PP -que no el invisible opositor- le pasarían una liviana factura a la incombustible Rita y que si en las principales ciudades del País votaban colorao, a lo mejor teníamos una Generalitat en la que la levitación no fuera asignatura obligada y en la que -sin esperar milagros- se hiciera un hueco el sentido común y no se empeñaran en que nos pareciéramos más a Miami que a cualquier otra región civilizada de nuestra débil y deseada Unión Europea.

Éste era mi particular cuento de la lechera con el que creo que soñaban también bastantes miles. Pues no. Ni a Rita le han afectado sensiblemente los errores de sus compañeros de filas ni ciudades importantes como, por poner tres ejemplos, Gandia, Alcoi o Ontinyent han respondido a aquello de "otra forma de ser y de gobernar". La consecuencia obvia es que habrá que comulgar con el tándem Camps/Rita. Jesús, que cruz.

Y digo yo que, o bien aceptamos la hipótesis de que los valencianos somos como colectividad bastante más carcas que catalanes, aragoneses, extremeños, manchegos e incluso madrileños (y, entonces, la culpa la tiene la gente), o bien a alguien se le ha gripado el motor y los damnificados tenemos que pedir responsabilidades al arco opositor. Ganas no faltan de decir aquello de ¡¡váyanse a sus casas¡¡ pero no creo ni que se les haya pasado por la cabeza. Además, ahora están muy ocupados trabajando en la próxima derrota de las elecciones generales, cosa que tienen fácil si reproducen alguno de los aciertos de la última campaña. En primer lugar todas y cada una de las formaciones del supuesto arco opositor miran por encima del hombro o con recelo a la otra y plantear una única mayoría de progreso bien nutrida de gente con algo de carisma, que no sean necesariamente del aparato, que puedan ser independientes, que a ser posible no dependa su sustento de la política, que no necesariamente respondan al topicazo de "joven y mujer" por inútil que sea (que a veces, sólo a veces, lo son), que... En fin, pura utopía. La derecha, eso sí, va -como se ha demostrado- como un piña pero eso es mucho pedir a nuestros preclaros líderes opositores.

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Confío equivocarme en lo de las generales. Lo de las municipales y autonómicas ya no tiene remedio pero no sé si se querrán aprender algunas lecciones elementales. La primera y principal es que los candidatos tengan "garra". En el PSPV-PSOE (por no hablar de los demás) podrían reflexionar, por ejemplo, del beneficio que ha supuesto la estúpida defenestración de Ana Noguera (que empezaba a ser conocida y no tenía mala imagen pública) para poner en su lugar a un señor desconocido que quizá sea un magnífico secretario general de la ciudad pero que era, a todas luces, un pésimo candidato (y no hay nada personal en todo esto) sobretodo sabiendo contra quién jugaba la partida. Otra evidencia es que ésta sociedad es cada vez más compleja, con colectivos específicos que hay que conocer bien para saber cómo integrarlos en un proyecto común que no sea un sumatorio anárquico de deseos. Pero para conocer los colectivos hay que trabajar duro desde antesdeayer. Lo de los "jóvenes" es singularmente patético. No se puede ir la antevíspera de las elecciones a los campus universitarios a "captar el voto joven". Y los mensajes, querido Ignasi, tienen que ser muy claros, cualitativamente distintos a los de la derecha y creíbles. Y lo de creíbles lo digo porque promesas no cuantificadas como las que se hicieron desacreditan al más pintado. Está demasiado visto y la gente ya sabe de qué va esta vetusta e impresentable práctica. En fin, quedan cuatro años que pasan volando y lo de los partidos políticos a la vieja usanza sólo sirve a la derecha para mantener los privilegios. La izquierda necesita algo más que un lifting. Visto el éxito, una disolución y refundación a tiempo quizá fuera la mejor terapia. Y si creen que no procede y que todo está atado y bien atado, que lo digan clarito y nos ahorramos algún que otro disgustillo. El cultivo del champiñón, el bricolaje, la narrativa, un billete de ida a cualquier lugar... Siempre nos quedará París como metáfora. Por algo se rodó Casablanca.

Josep Sorribes es profesor de Economía Regional y Urbana de la Universidad de Valencia.

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