Un valiente llamado Bolívar
Nadie sabe si será o no figura, pero ayer demostró que tiene madera de torero. Se llama Luis Bolívar, es colombiano y llegó a Las Ventas con un buen bagaje de torero valeroso demostrado en anteriores comparecencias. Sorprendió a todos en el sexto, un encastado novillo que derrochó genio de salida y al que, muleta en mano, dominó de pitón a rabo con un toreo de quietud, largura y temple que llevó la emoción a los tendidos. Muy bien colocado, ligó los muletazos por ambos lados con la serenidad y la belleza que emanan del mando. Dominó la casta agresiva del novillo y la hizo buena a base de sometimiento. Se tiró a matar como un auténtico jabato y le concedieron una merecidísima oreja. Lo había esperado de rodillas a porta gayola, pero el novillo salió como un tren y el novillero optó por echar cuerpo a tierra, lo que no fue una mala solución. Después, lo torearía por chicuelinas ajustadas y garbosas, un buen preludio de lo que vendría después.
Sorando / Solís, Ramón, Bolívar
Novillos de Ramón Sorando (uno rechazado en el reconocimiento), muy mal presentados, a excepción del 5º, e inválidos; el 4º, noble y con recorrido; el 6º, encastado; 2º y 3º, devueltos y sustituidos por dos de José Vázquez, mansos y deslucidos. Javier Solís: media baja y un descabello (silencio); estocada, un descabello -aviso-, dos descabellos y el novillo se echa (silencio). Reyes Ramón: estocada baja perdiendo la muleta y un descabello (silencio); estocada y dos descabellos (silencio). Luis Bolívar: media estocada (ovación); estocada (oreja). Plaza de Las Ventas, 30 de mayo. 3ª novillada de feria. Algo más de tres cuartos de entrada.
Ya demostró su valor en el tercero, un deslucido novillo que le propinó una tremenda voltereta y un fuerte golpe en la pierna derecha. Las malas ideas de su oponente sólo le permitieron estar decidido.
El primero de la tarde era un novillito para colocarlo encima del televisor de la salita; un gatito chiquitín, chiquitín, que no decía miau, pero como si lo dijera, blandito, coqueto, bonito, para dormirse acariciándolo en el sofá que está frente al mueble bar. Y allí estaba un chaval espigado que se supone que quiere tomar la alternativa con fuerza, obligado a acariciarlo y cuidarlo. El novillito era un inválido que al tercer muletazo por alto se desplomó a todo lo largo en el albero sin ruborizarse siquiera. Claro que, momentos antes, ante el picador de turno, había perdido las manos y las patas en dos ocasiones sin vergüenza alguna.
Javier Solís quedó inédito. Pero pronto se dio a conocer. En el tercero hizo un quite por chicuelinas ceñidas y resultó volteado de manera impresionante, y salió del encuentro maltrecho y conmocionado. El cuarto era blando, como los demás, pero le dio por embestir en la muleta y dejó en evidencia al chaval. La faena fue larga, pero acelerada, desordenada y de escaso fondo. En honor a la verdad, un par de naturales estimables y se acabó la historia.
Reyes Ramón, muy valiente y poco experimentado, no pudo someter a su difícil primero, tarea que no debía ser nada fácil, y no pudo lucirse ante el inválido quinto, de embestida muy corta, a pesar de que lo intentó con enorme decisión.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.