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Internet: luces y sombras

Fue Gore, vicepresidente de Estados Unidos, pero duunviro con Clinton en materia de Internet, el principal predicador de sus excelencias y quien acuñó el inapropiado término de autopistas de la información. Denominación quizá sugerida porque su padre impulsó el sistema de autopistas interestatales aumentando, de hecho, el ancho de banda de las carreteras americanas. Al rememorar aquel término, una vía principal o troncal, resulta equívoco, confunde y distorsiona la esencial naturaleza de la revolución tecnológica, que consiste precisamente en sus posibilidades no troncales de comunicación, en forma de red, de todos con todos, al margen de una vía principal. Las autopistas de la información son cualquier cosa menos autopistas, estáticas y planificadas por definición. En las antípodas del entusiasmo de Gore se situaron quienes señalan que, en el país en que más se usa Internet, la visión del mundo se está encogiendo; los americanos no hablan idiomas extranjeros y no se interesan por las noticias de otros países. No están preparados para entender otras culturas que tan sólo conocen a través de la televisión o de un portal de Internet, lo que les proporciona imágenes pero no entendimiento. En lugar de acercar el mundo, según esta visión crítica, ese trivial sistema de información electrónica distancia otras culturas. Entre la exaltación desmedida y la crítica acerba se alinean las opiniones respecto a Internet. Repasemos algunos aspectos menos extremos, dentro de esos dos polos, desde los más luminosos hasta los más sombríos.

Internet cambiará muchos de los aspectos de nuestras vidas en los ámbitos privados, sociales, culturales, económicos y políticos. En algunos de estos aspectos los cambios serán pequeños, pero en la mayor parte de ellos resultarán de una profundidad notable, dado que afectan a lo más esencial de la sociedad humana: la comunicación entre la gente, superando el coste más significativo de la interacción humana que es la sincronía o coincidencia en el tiempo. Es clara la ventaja del correo electrónico respecto al teléfono, cuya inmediata respuesta puede posponerse y no improvisarse. Permite contestar escuetamente con unas pocas palabras, lo que no suele suceder en las conversaciones telefónicas. George Steiner nos lo recuerda: no hay que despilfarrar las palabras, los monosílabos bastan para los días laborables. En un foro electrónico podemos contestar hoy, sucintamente, a lo que alguien haya comentado hace días y que, a su vez, puede ser respondido más tarde por otros.

Internet no sólo ofrece contenidos para los que existe una demanda, sino que, en algunos casos, ésta se amplía hasta niveles imposibles de alcanzar por métodos de venta convencionales. La tecnología de minería de datos (extracción de información oculta en una base de datos), en perfeccionamiento creciente, permite, por ejemplo, a Amazon recomendar los libros que gustan a un cliente y los que otros clientes, con gustos parecidos a los suyos, han comprado. Desde el punto de vista de la oferta, la creciente implantación de los sistemas operativos abiertos o propietarios es posible gracias a comunidades virtuales de programadores voluntarios de todo el mundo en una cooperación sin precedentes. Se rompe así la cadena con la que los productores de software propietario cautivan a sus usuarios, obligando a aquéllos a avanzar un paso más respecto al estándar abierto, que sólo permitía el desarrollo de aplicaciones por terceros. Internet, que ya desempeña un papel muy importante en la elaboración de estándares, hace cada vez más posible que los sistemas operativos se conviertan en mercancías por su carácter abierto, debilitando el papel omnímodo de Microsoft a favor de Linux, entre otros.

Aparecen en la prensa noticias sobre algunas de las maldades de Internet, como el tráfico de pornografía u otras actividades reprobables o delictivas. Son el simple reflejo de la sociedad con manifestaciones, en algunos casos más intensas, en los anuncios por palabras de cualquier periódico o en el centro de cualquier gran ciudad. Con la diferencia, a favor de Internet, de que navegamos por rutas elegidas por nuestra propia curiosidad o deseo. La principal sombra de Internet es la amenaza que su uso generalizado supone a la privacidad personal. Paradójicamente, la mayor facilidad de comunicación y obtención de información implica la intromisión en nuestro ordenador de aquellos otros con los que nos comunicamos. A través de lo que en la jerga informática se denominan cookies, los orde-nadores a los que accedemos, ya sea para comprar o consultar algo, recolectan nuestros hábitos de navegación por Internet, lo que les permite elaborar un perfil preciso de nuestros gustos y costumbres.

El ordenador personal, del que cabe señalar que no es tan personal, está diseñado como una máquina multipropósito que sirve para todo para cualquier tipo de usuario, lo que lo convierte en impersonal. A medida que el ordenador personal se utiliza para más cosas, aumenta su complejidad, lo que lo hace más difícil de manejar. En esto consiste el círculo vicioso de su desarrollo: se nos ofrecen continuamente las nuevas actualizaciones de software que requieren ordenadores más potentes, lo que genera un permanente estado de insatisfacción de los usuarios, a los que se insta a adoptar "lo más nuevo". Cabe añadir también que el uso interpersonal del ordenador, cada vez más corriente, como herramienta de comunicación e interacción con otros convierte su supuesta condición de personal en una verdadera paradoja.

Señala Donald Norman en El ordenador invisible: somos seres analógicos atrapados en el mundo digital que hemos creado. Nuestra capacidad de interpretación de información, a menudo, se ve rebasada por el volumen de la que disponemos, lo que llega a producir un estado de atiborramiento informativo. No ponemos atención en lo rutinario y lo que requiere conocimientos básicos. Atendemos más a las discrepancias y a las novedades. La contestación equivocada a las cuestiones que siguen implica una interpretación típicamente humana de la información. ¿Cuántos animales de cada especie llevó Moisés en su arca? ¿En qué país deben enterrarse los supervivientes de un avión que cae en la frontera de España y Portugal? (No se trata de Moisés, sino de Noé y los supervivientes no se entierran). Seleccionamos lo que consideramos más relevante entre la ingente masa de información que recibimos, lo que nos lleva a cometer errores.

Cualquiera puede publicar y alterar la información de Internet. El propio carácter virtual de los textos electrónicos, ser accesibles, los hace transformables. Estas circunstancias mer-man su fiabilidad, lo que plantea la necesidad de que se arbitren sistemas para seleccionar la información fiable. Internet no es una fuente de información, es un medio de información cuya fiabilidad es la de las fuentes de las que procede. Se ha señalado que la reconversión de los bibliotecarios en guías de Internet llevaría al supuesto extremo de que fueran ellos quienes enseñaran, pasando los profesores a ser sus colaboradores. Pero en contra de lo que se cree, la información no siempre es poder. Son los bibliotecarios, que no tienen ningún poder, quienes disponen de más información. Los políticos, que representan el poder, suelen estar muy mal informados.

Que Internet ofrece una gran libertad de expresión es teóricamente cierto, su contenido no es fácilmente censurable, y el coste de publicar por cualquiera, cualquier cosa, es mínimo. Una vez publicada, está disponible para los millones de internautas, entre otros muchos miles de millones de documentos, lo que en la práctica equivale a que la posibilidad, de que esa información se vea sea muy próxima a cero. La parte visible de la www está concentrada en unos cuantos nodos hacia los que apuntan multitud de enlaces, lo que queda fuera de ellos es prácticamente invisible, ya que los buscadores utilizados para localizar información en Internet están sesgados hacia los grandes nodos.

Finalmente, recordar que la sociedad digital presenta insalvables barreras de entrada para una gran parte de las clases dirigentes, tanto públicas como privadas. Indigentes digitales, según Negroponte. Estos grupos, cuya principal culpa es haber nacido antes de tiempo (con independencia de su falta de formación y curiosidad intelectual), son incapaces de usar las tecnologías de información, no entienden sus impactos socio-culturales pero, sin embargo, y no siempre bien asesorados, toman decisiones en la materia.

José B. Terceiro (JBT@terceiro.org) es catedrático de la Universidad Complutense de Madrid.

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