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Djalminha no quiere más exilios

Tras su frustrante ciclo austriaco, el ya hispano- brasileño espera que Irureta le readmita

Xosé Hermida

Casi salió corriendo de Viena. "He aprendido cosas, pero no he crecido nada. En lo futbolístico, ha sido un curso perdido", admite Djalminha, de nuevo en A Coruña, donde acaba de obtener la nacionalidad española. Su exilio en el Austria, cedido por el Deportivo, ha sido amargo. Allí le esperaba una Liga con muy poca competencia y jugada sobre pistas de hielo. En la calle dice que incluso apreció cierto tufillo racista A sus 32 años, el centrocampista brasileño calcula que aún podrá jugar tres temporadas. Y quiere quedarse en España. En el Depor, a ser posible, si el técnico, Javier Irureta, acepta la reconciliación.

Ya ha hablado con el presidente del club, Augusto César Lendoiro, para expresarle su deseo de cumplir las dos campañas de contrato que le quedan. Y por aquél parece que no habría problema. "Tenemos una relación clara y abierta", asegura Djalminha, "pero tengo que esperar un mes o mes y medio a que se resuelva el asunto del entrenador". La decisión final estaría en manos de Irureta si es que finalmente, como parece, sigue.

Ambos mantienen una borrascosa relación que estalló a la vista del público hace ahora un año, cuando el jugador amagó con propinar un cabezazo al técnico durante un entrenamiento. "Pero yo no me fui del Deportivo por él", afirma Djalminha; "ya hubo problemas antes, incluso en 2000, cuando ganamos la Liga, y no pasó nada. Podemos trabajar juntos porque ya lo hemos hecho. Por mí, encantado".

Tras aquel grave incidente, Irureta aceptó las disculpas de Djalminha, que volvió a ser incluido en la plantilla para esta temporada. Pero en la víspera de iniciarse llegó por sorpresa la noticia de su cesión al Austria. "Vinieron por mí a última hora. Yo tenía la cabeza un poco descentrada. Necesitaba una salida y pensé que me vendría bien para reflexionar sobre algunas cosas", explica ahora el suramericano. El Austria lo quería como abanderado de un nuevo proyecto. "Pretendía crecer al estilo del Depor y disputar la Champions", relata; "yo me suponía que la Liga austriaca tenía un nivel un poco más bajo que la española, pero no esperaba tanta diferencia. Aunque el equipo no es malo, le faltan tres o cuatro jugadores. Me costaba entenderme en el campo. Parecía que los demás no pensaban igual".

Y llegó el invierno: "Los terrenos se ponen durísimos y no tienen sistemas de calefacción. Al club le faltan condiciones, aunque paga puntualmente". Fuera del fútbol, la vida tampoco se hizo agradable: "El racismo existe en todo el mundo, pero nunca había visto lo de allí. No sé si el motivo está en la historia del país, pero hay esa forma de racismo que te fastidia más, que no es abierto, pero que notas por debajo".

El historial conflictivo de Djalminha se agrandó hace unos días tras ser denunciado por agresión a un empleado de Iberia en Barajas, un asunto sobre el que se limita a apuntar: "Se aclarará donde debe aclararse, no en la prensa". Le cuesta admitir que es de sangre caliente y dice que nunca se arrepiente de nada, aunque sí procura "extraer lecciones". "Sólo me importa lo que piensen de mí la familia y los amigos", recalca. Ahora quiere correr un velo sobre el pasado: "Soy profesional y, como me fui a Austria, me iría a otra parte. Pero quiero quedarme en España. Es lo que conozco y lo que me gusta".

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Sobre la firma

Xosé Hermida
Es corresponsal parlamentario de EL PAÍS. Anteriormente ejerció como redactor jefe de España y delegado en Brasil y Galicia. Ha pasado también por las secciones de Deportes, Reportajes y El País Semanal. Sus primeros trabajos fueron en el diario El Correo Gallego y en la emisora Radio Galega.

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