De penalti y en el último minuto

El campo estaba para artistas y utilleros. Los primeros, si los hubiera, con la puntera fina y el músculo tenso; los segundos, que sí los había, para desplegar el catálogo de tacos que evitaran las continuas caídas. Campo rápido, vivaz, para los audaces y los templados, vivaces para actuar y templados para controlar el inesperado bote del balón. San Mamés parecía una pista de patinaje y ello propició, vistos los contendientes, que prevalecieran las caídas sobre las jugadas, aunque ambos equipos estén acostumbrados a superficies tan exigentes.

La continuidad era imposible. El Racing se empeñaba, con acierto, en controlar el balón y el centro del campo, pero en el área asustaba menos que los dibujos animados. El Athletic ninguneaba el centro del campo y prefería atacar por la vía rápida, no siempre la más acertada. Había errores conceptuales. Por ejemplo la obsesión del Racing por la figura de Munitis, hiperactivo; el desaire del Athletic a su banda izquierda, especialmente a Ezquerro, el futbolista que mejor se adecuaba al estado del terreno. De hecho el primer desmarque que tiró el riojano acabó con un disparo cruzado al poste. Ése y un libre indirecto de Prieto, que repelió extraña,mente Lemmens, fueron el bagaje real de la impetuosidad rojiblanca en la primera mitad. Es decir que el Racing jugaba mejor, pero el Athletic atacaba con más claridad.

Tiempo de artistas o tiempo de fracasos. Y ocurrió lo segundo. Le tocó primero al portero rojiblanco que falló un despeje tranquilísimo con el pie y Munitis le agradeció el regalo. Un debate entre la candidez y la experiencia.

Pero había más. Al Racing el gol le puso como un flan, como si no lo esperase, como si no lo buscase. Tanto le sorprendió que devolvió el regalo. En un saque de esquina, media docena de jugadores racinguistas se arremolinaron en el centro y Karanka, un central, previsiblemente vigilable, empujó el balón a la red en el segundo palo. Tantas facilidades le dieron que lo hizo con la derecha. A gusto.

El partido era un si es no es sí. Muchas faltas, muchos disparos, muchas caídas, muchos errores, al menos mucha tensión y exceso de velocidad en el tráfico del balón. El partido, al menos, encontró sus artistas: Yeste cogió el toque que no encontraba, Benayoun, también y Munitis, en su disputa particular por todo el campo. El resto prefirió correr. Y así se animó un encuentro superado por los acontecimiento. Con un buen disparo de Yeste que rozó el poste, con un buen remate de córner que salvó Arzeno, con la alegría de la afición por volver a ver a Gurpegui y por ganar de penalti en el último minuto por un punterón de Ismael que no vio a Arriaga. Y, sin fútbol, con energía, el Athletic siguió pensando en Europa. Y el Racing en el punto que no encuentra para fraguar la permanencia.