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Nostalgias de un tiempo leído

Un libro puede proporcionar placeres de muchas clases. A mí, la lectura del volumen de Irene Polo La fascinació del periodisme. Cròniques (1930-1936), editado recientemente por Quaderns Crema, me ha permitido saborear el placer del reencuentro.

Decir que conocí a Irene Polo en Barcelona allá por 1975 puede parecer un disparate, puesto que ella había muerto -se había suicidado- en Buenos Aires en abril de 1942. Y, sin embargo, es verdad: la descubrí entre los venerables muros de la Casa de l'Ardiaca, sede de la entonces familiar y poco frecuentada Hemeroteca Municipal. Yo tenía entre manos una tesis de licenciatura sobre algunos de los entresijos de la política catalanista de izquierdas durante el periodo republicano, cosa que me obligaba a sumergirme en la prensa de esa filiación publicada durante aquel sexenio efervescente, convulso y esperanzado que discurrió entre la caída del general Primo de Rivera y el levantamiento faccioso del verano de 1936. Y fue en el curso de tal inmersión cuando tropecé con los excelentes trabajos periodísticos de una firma para mí desconocida: Irene Polo. Poco después pude recoger del que había sido su director en el medio donde alcanzó mayor renombre -el de L'Opinió, Joaquim Ventalló- y también del empresario mecenas de esa cabecera, Joan Casanelles, una serie de recuerdos e impresiones vivenciales que permitían adivinar, detrás de las crónicas, entrevistas o reportajes escritos cuatro décadas atrás, una personalidad fuera de lo común.

Un caso insólito, sí, el de aquella muchacha veinteañera, de origen social muy modesto -su padre era guardia civil-, de formación puramente autodidacta, sin antecedentes familiares en el ramo de la letra impresa, cuyo nombre aparece por vez primera en la prensa catalana a mediados de 1930 como autora de discretos trabajos sobre cine o moda, y que en poquísimos años, abriéndose camino a través de un medio profesional absolutamente masculino, alcanza la condición de reportera estrella de la Cataluña republicana, una fama y un prestigio parecidos a los que disfrutó -pongo por caso- Josefina Carabias en el Madrid coetáneo. La popularidad de Irene Polo, el valor referencial de su firma, eran reconocidos y usados incluso por los adversarios del grupo político que controlaba L'Opinió; en noviembre de 1933, después de un descalabro electoral de ese grupo (es decir, de los Lluhí, Tarradellas, Casanelles, etcétera), el semanario satírico La Campana de Gràcia puso en boca de los vencidos unos ripios alusivos que terminaban con esta cuarteta:

"No ens ha sortit bé aquest bolo

Cal seguir essent personatge...

Que ens en faci un reportatge,

Tot seguit, la Irene Polo!"

¿Cuáles eran los secretos de tan fulgurante carrera, las claves del éxito? Una forma de escribir fresca, directa y ágil, un distanciamiento irónico respecto de los personajes entrevistados, por muy importantes que fuesen, el uso inteligente de la sorna o el sarcasmo incluso ante los temas más serios. Un estilo profesional moderno tanto en los modos de obtener la información como en las formas de presentarla. Y una libertad de espíritu que, potenciada por el clima público de eclosión democrática, tuvo en Irene Polo -sobre todo durante sus años en L'Opinió- expresiones brillantísimas. Fue entonces, en 1933 y 1934, cuando la joven periodista hincó la pluma en algunos de los asuntos político sociales más sensibles y peligrosos del momento: el aventurerismo revolucionario y la estrategia antirrepublicana que la FAI venía imponiendo a la CNT, la agitación libertaria en la cuenca minera del alto Llobregat, los escarceos seudofascistas y antisindicales de los escamots de Estat Català... Eran trabajos que comportaban riesgo físico: por críticas no más duras que las de Polo, los escamots asaltaron a punta de pistola la imprenta del semanario El Bé Negre y, en el verano de 1936, la FAI asesinó al también periodista Josep Maria Planes... Ella, sin embargo, no parecía tener miedo; véase, si no, el impagable reportaje que compuso en abril de 1934 sobre una magna concentración de los seguidores de Gil-Robles en El Escorial, acto al que había acudido camuflada como simpatizante derechista.

Pionera femenina del periodismo en catalán, traductora de literatura francesa, aficionada a la aviación, practicante del nudismo, lesbiana..., Irene Polo fue -creo que lo ha dicho recientemente Carles Sentís- una estrella exótica y fugaz en el firmamento de la prensa barcelonesa anterior a la gran catástrofe. En enero de 1936 marchó a América del Sur con la compañía teatral de Margarida Xirgu, allí la bloqueó -exiliada avant la lettre- el desenlace de la Guerra Civil, allí se sumió en la depresión que la llevaría a quitarse la vida. Ahora, más de 60 años después, Glòria Santa-Maria y Pilar Tur han reconstruido su breve biografía y, sobre todo, han preparado un espléndido volumen antológico que recoge más de medio centenar de sus mejores textos, publicados en seis periódicos clave de la modernidad periodística republicana: Imatges, La Humanitat, La Rambla, L'Opinió, L'Instant y Última Hora. Espero que a muchos lectores jóvenes el libro les haga descubrir a una ignota Irene Polo con la que tal vez algunos comparten vocación profesional. Para mí, ha sido la ocasión de reencontrarla, de disfrutar otra vez con los fulgores de un talento y de una época malogrados. Sí, también se puede sentir nostalgia del tiempo leído.

Joan B. Culla i Clarà es historiador.

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