Ayamonte, el cuento de nunca acabar
Estamos en época de elecciones y, más que una reflexión, lo que en Ayamonte se impone que hagamos es un examen de conciencia antes de introducir nuestra papeleta en las urnas. ¿Cómo podemos los ayamontinos permanecer impasibles ante tantas barbaridades como las que nuestras autoridades municipales están haciendo desde hace tanto tiempo?
El actual alcalde, Rafael González, dice que "Ayamonte es un sueño hecho realidad". Yo digo: señor González, será su sueño pero no es ni el mío ni el de muchos ciudadanos que, cuando soñamos, vemos nuestro pueblo con calles empedradas llenas de encanto, con un muelle, una dársena, un centro del pueblo y un salón por donde se pueda pasear. Soñamos con una playa donde el progreso se hubiera introducido de una manera racional y equilibrada, y no llenándola de cemento, que está enriqueciendo a unos pocos y dando esos puestos de trabajo, de los que usted tanto habla, y que no son más que la nueva esclavitud del siglo XXI.
Ya ve usted que su sueño y el mío no se parecen en nada. Sueño con un alcalde y concejales respetuosos con el juego democrático, y unos plenos donde de la discusión nazca la luz y no se impongan los asuntos utilizando el "yo soy el que mando". Sueño con un Ayamonte lleno de personas despiertas y comprometidas en la certeza de que el progreso puede ser compatible con el respeto a las raíces y a la historia de un pueblo.
Y, lo más importante, sueño con que usted, señor González, no saque la mayoría absoluta en las próximas elecciones municipales y que una buena parte de los ayamontinos pierdan el temor a las represalias y voten de manera consciente y libre. Y no por usted.
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