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Columna
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Pasapalabra

Somos prisioneros de las palabras. Bastantes veces de las nuestras y muchas, de las de los demás. Así, cuando Ibarretxe dice que no quiere entrar en la polémica de si hay o no tregua con ETA asegura que no quiere dar "ni un gramo de pábulo" a lo que considera un rumor interesado o algo peor. Y, claro, sus palabras nos cogen por donde no pensábamos, porque hasta ahora no se le había ocurrido a nadie que el pábulo fuera medible en gramos; ¿por qué no en segundos o en picofaradios? Y cuando ya estamos suspensos, viene el gran Egibar y suelta un "no habrá Lizarra bis ni tris" que nos llama como si fuéramos gatos. Total, que a través de una gramática que parece más bien parda, Ibarretxe, Egibar y demás gatopardos nos están diciendo que de tregua nanay. ¿Pero significa eso que no hubo encuentros y conversaciones? Otro gran estilista del verbo, Arzalluz, suele advertir que esos asuntos requieren mucha cocina, y seguramente la hubo y hasta es posible que tuviera como ingrediente principal la ternera, pero por lo que parece el plato se ha averiado.

Al menos eso es lo que aseguran los pinches. Era muy creíble que el PNV anduviera interesado en conseguir una tregua como segunda etapa en su marcha hacia el Plan. Primero se aseguraba una base amplia con las municipales y luego nos vendía el Plan con la zanahoria -definitivamente todo esto resulta de lo más gastronómico- por delante. Pero, ¿qué ganaba la parte contratante de la segunda parte? Aparentemente una vía abierta hacia la sensatez. Sólo que a ETA nunca le han gustado los clavos ardiendo y siempre ha preferido agarrarse a los pelos de un calvo, con la venia de Anasagasti. Aceptar una tregua a cambio de un Plan que le gustaba a medias, porque parecía gustarle sólo a una parte del cotarro, suponía hipotecarse el futuro en la medida en que daba por buena esa palabra que siempre ha solicitado a Euskal Herria y siempre jura respetar. Entraba así en una dinámica suicida como ya entró en ella con la tregua precedente, lo que le llevó a teorizar que las treguas serían para el verano o tal vez para las bicicletas, aunque no para ellos.

Pero es que al mismo tiempo la palabra tregua significaba, en el contexto de los últimos meses, debilidad, cosa que cualquiera menos ellos está dispuesto a reconocer. Y siempre ha sido propio de ETA emprender fugas hacia adelante cuanto peor estaba. Cabe suponer que hay mucho lío dentro, además de un cansancio infinito, y que la caldera podría estar a punto de estallar; no en balde el debate que hace que ETA se reafirme en sus postulados inamovibles de autodeterminación y territorialidad tuvo lugar el año pasado, cuando todavía no se había desmantelado completamente el entramado Batasuna y la sangría de detenciones era menor. De modo que puede elegir entre dos vías de suicidio: o bien establece acuerdos con el PNV, corriendo el riesgo de diluirse en él, o bien sigue como está y se suicida por desgaste policial e implosión, alternativa ésta que pondría al PNV en un brete.

En efecto, si ETA apuesta por seguir con sus bravatas y disparates, es decir, como siempre, estaría descalificando al gran chef Arzalluz y toda su nueva cocina vieja en la medida que le dice, o bien que acepte sus postulados maximalistas de construcción nacional -udalbiltzas, somatenes y compañía-, o bien que se alinee con quienes buscan su desaparición mediante la única vía policial. Porque, una vez se ha emperrado en mantener "todos los frentes abiertos" y abrir alguno más, está invitando a que la persigan y la disuelvan. Pero hay algo más. El propósito de seguir asesinando deja hecho a unos zorros al-que-nunca-ha-roto-un-plato-Ibarretxe cuando habla de "GAL mediático", ya que si asesinan a un periodista cabría hablar de corresponsabilidad del lehendakari a la hora de marcar a los objetivos. El bueno de Juan José anda tan infatuado en su palabra y su plan que no acertó a llamar a los periodistas "moscas cojoneras", que suena contundente y según el Supremo no atenta al honor de las personas, según acaba de establecer en una sentencia. Lo que no está tan claro es si lo desea, me refiero a dejar el honor de los enemigos -¡cómo les gusta el palabro!- incólume.

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