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Columna
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Ley del encaje

Desapareció el tren de la superficie y ésta se convirtió en decenas de miles de codiciados metros cuadrados. Se hubiesen podido destinar a una ampliación del decimonónico, apacible y umbroso Paseo de Ribalta, que bastante abandono ha soportado el pobre; las dotaciones sociales y la avenidas luminosas y amplias tampoco sobran en Castellón. Pero la capital de La Plana es en materia de urbanismo un hueso duro de hormigón. Los terrenos liberados tras el soterramiento de la vía férrea daban para mucho y se van a quedar en poco. Aquí, como en otros rincones de la geografía urbana valenciana, es el negocio y el cemento quien se lleva el gato, o los terrenos, al agua. Los miles de metros que dejó libres la Renfe multiplicaron su precio de forma vertiginosa. Hubo adjudicaciones todavía más rápidas a una todopoderosa empresa del ramo y, desde el comienzo de la operación, en la calle se hablaba de que iban a instalarse unos conocidos almacenes, que originó que el pequeño comerciante local se movilizase porque ello implica, sin duda, el deterioro de su negocio y trabajo.

Que aquí hubo, más que pelotazo, balonazo de reglamento y marca es algo que incluso insinuó José Luis Gimeno, el modoso alcalde. Aunque en su día indicó el munícipe principal del PP que si tal pelotazo se había dado, lo sería sin duda en beneficio de la ciudad. La oposición al gobierno local de derechas, muy de derechas y muy poco de centro en cuestiones urbanísticas, intuyó que ni el agua de los terrenos de Renfe era clara, ni claridad hubo en adjudicaciones y trámites burocráticos que conducen al cemento y el negocio en dichos terrenos. En uso de su derecho y cumpliendo su obligación inició en los juzgados una querella contra el alcalde, el edil de urbanismo y el empresario de la constructora adjudicataria por tráfico de influencias, prevaricación y falsificación de documento público. En escasos meses -y hay que incidir en lo de escasos porque los juzgados funcionan por lo general con más lentitud que la construcción de una catedral medieval-, los responsables de administrar claridad y justicia han desechado la querella de la oposición y archivado el asunto. De momento, el vecindario desconoce si la leal oposición del PSPV recurrirá la decisión del magistrado, gane o pierda las elecciones del próximo domingo, o si aquí paz y allá, en los terrenos liberados de la vía, cemento y negocio, como es más que probable.

Pero de la fábula o apólogo real de los terrenos de la vía, que tantas décadas partieron la ciudad en dos, se extraen unas cuantas moralejas o enseñanzas. La primera de ellas es que el responsable del Juzgado de Instrucción de Castellón que ha archivado la querella no ha hecho más que aplicar la ley a la vista de las pruebas consistentes o no que presentó la oposición. La segunda hace referencia a la honestidad personal de Gimeno, es decir, que el modoso alcalde no metió la mano en adjudicaciones y revalorizaciones de los miles de metros cuadrados del cuento. Esto último era vox populi en las estrechas calles de esta ciudad tan mal diseñada y urbanizada. A pesar del rápido crecimiento de la población, en Castellón pervive una atmósfera aldeana donde la realidad cotidiana no pasa desapercibida. La tercera moraleja también se recoge de la calle: el magistrado que archivó la querella tuvo presente las leyes que indican lo que es legal e ilegal. Pero un nada escaso número de vecinos distingue con claridad en la fábula de los terrenos de la vía, la ley del encaje del cemento y el negocio, es decir, la arbitrariedad.

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