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Crítica:POESÍA
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

La dialéctica del Eros

"Con los rizos al viento, perlado de sudor, riente y ebrio / camisa desgarrada, entonando una oda y la copa en la mano, // los ojos pendencieros, la ironía en los labios, / a media noche, junto a mi lecho se sentó. (...) El amante al que ofrecen de noche un vino tal, / ¡que adore el vino o en el amor sea pagano!". Mal encaja el carpe diem de estos versos, su contagioso entusiasmo por el deleite de la vida, con el concepto adusto, de tosca austeridad, que muchos tienen de la cultura islámica. La bohemia provocativa de la poesía de Hafez (1326-1390) incita a la irreverencia ante la autoridad y al libre disfrute de los placeres terrenales: "En nuestro credo, oíd, lícito es el beber vino, / mas, oh floral ciprés, sin tu rostro es ilícito". Junto a su espíritu libre, casi habría que llamarlo ácrata, cautiva hoy igual que hace seis siglos la frescura y sabiduría atemporal de su poesía.

101 POEMAS

Hafez Shirazí. Edición de Clara Janés y Ahmad Taherí. Ediciones del Oriente y del Mediterráneo. Madrid, 2003. 285 páginas. 16 euros

En Shams o'd-Din Mohammad, llamado Hafez, "el que sabe el Corán de memoria", se mezcla el conocimiento del erudito islámico con la tradición zoroástrica -la llama y la mariposa son sus símbolos- y se unen felizmente en una espiritualidad mística, para la que amor sensual y adoración divina no están reñidos, sino que corresponden a una compleja dialéctica del Eros. Este baile de antinomias, el oscilar continuo entre lo profano y lo sagrado, tal vez sea el secreto de su alcance. No se separa la experiencia religiosa de la experiencia de la realidad: la ebriedad del vino equivale a la entrega al ser amado, en la que se revela la razón divina de toda existencia. Hafez juega con la ambigüedad, es alusivo y sofisticado, a la vez que tórrido y vital. Y entre sonrisas irónicas e invocaciones al servicio divino queda en suspenso si lo que canta son santas borracheras o borracheras de santo.

De los cerca de 600 poemas conservados del poeta de Shiraz, Clara Janés y Ahmad Taherí, traductores que ya han demostrado su buen oficio, ofrecen una selección amplia, aunque, en ocasiones, poco grata al oído. Sin las notas y el comentario introductorio, probablemente buena parte de la riqueza simbólica de las metáforas quedaría velada al lector no familiarizado con la tradición persa. No obstante, reconocerá que la imaginería de la mística sufí no le es del todo ajena, ya que está reflejada en la poesía de San Juan de la Cruz.

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