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Columna
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El pinchazo

El murciélago que preside el escudo de la ciudad de Valencia y de su equipo de fútbol se han convertido en objeto de alta sociología electoral. Es una técnica antigua, porque la interpretación del vuelo o del canto de las aves se utiliza, desde la noche de los tiempos, como señales del futuro, como presagio.

La semana electoral empieza pues con esta pregunta ¿El rat-penat que sobrevoló el sábado el campo de fútbol se ha convertido en pájaro de mal agüero para Aznar y los suyos? Vaya usted a saber, pero sin duda, lo ocurrido en el mitin del PP del sábado en Mestalla acentúa todos los interrogantes abiertos desde los meses previos a las elecciones.

Los partidos, como no podía ser de otra manera, se han apresurado a arrimar el ascua a su sardina. Los socialistas se han dicho "pájaro que vuela a la cazuela" y José Luis Rodríguez Zapatero se ha atrevido a vaticinar que el pinchazo es un anticipo de lo que va a pasar en las elecciones del 25 de mayo. "Aznar pinchó porque ha dado la espalda a los españoles con su política de desprecio y de no escuchar a la gente", aseguró el domingo. El líder de Esquerra Unida, Joan Ribó, no ha sido menos explícito: "Es el símbolo definitivo de la decadencia del régimen de Eduardo Zaplana". Y aunque, cuando se le preguntó por este tema, Eduardo Zaplana guardó un silencio inusual, pero casi tan elocuente como el de Eugenio Nasarre sobre el piso del ministro, en el PP se han aplicado en intentar minimizar la importancia de las ausencias de Mestalla.

Pero en el fondo, el asunto tiene algo de desconcertante para todos, porque lo que no se le puede negar al PP es su obsesiva voluntad de cuidar las apariencias, algo que entronca de forma casi natural con la idiosincrasia del electorado que representa. Que el estadio se quede a media entrada es empezar a ver el agujero, el horror del vacío. Es la caída de la máscara, un trance penoso para quienes han hecho del maquillaje de la realidad su arma de Gobierno más eficaz... y en esto Eduardo Zaplana era, hasta el pasado domingo, todo un campeón.

Los dirigentes del PP confían en el voto oculto, en que esa desmovilización del centro derecha militante tenga una escasa correspondencia no ya en transferencia de votos, posibilidad que ven lejana, sino en abstención en las urnas. Entre otras cosas porque tomando como línea de salida los resultados de los últimos comicios, el PP parte con una base electoral mucho más fuerte que la de la izquierda. Así quedó reflejado, por un lado, en la alta participación en los distritos en que mejores resultados cosechó Aznar y por otro lado, en la significativa abstención en los pueblos y barrios más proclives a la oposición.

Ahora la situación ha cambiado. De entrada, porque el PSOE y Esquerra Unida han recompuesto sus estructuras y liderazgos. Pero fundamentalmente porque ambos partidos han sabido conectar con las grandes inquietudes de la ciudadanía y, a pesar de la obscena manipulación informativa practicada por el PP, las carencias del Gobierno se han hecho evidentes para una gran parte de la población. En cualquier caso, después del 25 de mayo, sigue la campaña electoral, básicamente por el empeño de Aznar en haber convertido estos comicios en una extraña anticipación de unas elecciones generales a las que no se presentará, pero que pretende dejar atadas y bien atadas.

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