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Columna
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El siglo de Pericles

Arzalluz se ha hecho un griego. O quizá haya que decir que está hecho un griego, cualquiera sabe con tanta lengua (oficial). El caso es que anda alabando por ahí el siglo de Pericles y la democracia griega. Resulta un poco raro que se pueda uno reclamar a un tiempo del neolítico, es decir del mundo de las tribus con su recurso al garrotazo igualitario, de los griegos democráticos y del Josué de la espada y la trompeta con el riesgo que se corre de pasar por un mico de feria, pero ahí está don Xabier, tan campante, se ve que le tira la contradicción. Aunque no hay que llamarse a engaño. Si Arzalluz pone por las nubes a Pericles, el buen rector de los asuntos de la ciudad, es para contraponerle la figura de Alcibíades, el ambicioso que corroe la democracia y la traiciona al pensar sólo en sí mismo. Me imagino que a estas alturas se estarán preguntando por qué tanta pasión turca, digo, griega de la parte del espartero, digo, espartano de Azkoitia. Muy sencillo, porque quiere identificar al traidor Alcibiades con... ¡Areilza y Aznar padre! Como lo oyen. Claro que, lo hace en el prólogo del libro que sobre los dos turbios personajes han escrito un tal Erkoreka y el nunca bien ponderado Anasagasti.

Y como Anasagasti, Erkoreka y Josué creen en la fuerza de la sangre, aunque sea turbia, quizás hayan escrito el libro para demostrar que Aznar hijo, aunque sea hijo de su padre y de su madre pero no de Areilza, resulta tan Alcibíades o más que los dos. Sólo que no hay que llamarse a engaño, procediendo de esta manera Arzalluz trata de que le tomemos a él por el justo Pericles y a los suyos por los griegos democráticos. Porque mientras hay vascos enteros como ellos, que ejercen el poder por filantropía, hay otros vascos atraídos por "el pesebre madrileño (...) que para medrar necesitan atacar a otros vascos y lograr con ello cargos, prebendas, puestos y canonjías en una Administración que necesita vascos domesticados al servicio de una sana españolidad". ¿Lo captan? Pero la verdad es que el Pericles de Azkoitia tiene razón, ya que nunca se ha visto a nadie que tienda a conservar el poder con más desprendimiento que ellos. Si serán desprendidos que no consiguen desprenderse de él en los más de veinte años que lo llevan intentando. Además, basta con ver las ganas que tiene los metekos Alcibíades de quitárselo que no resulta extraño que Josué Pericles lance trompetazos al cielo confiando en que además de servir de quejas sirvan para derribar los muros de la nueva Jericó.

Porque haber muros haylos, aunque se llamen Madrid y toda esa serie de medidas ilegalizadoras contra otra clase de Pericles que bajo el aspecto de Niños Descarriados esconden un alma de auténticos demócratas -unos demócratas de sílex se podría decir-, y a los que trata de hundir un Alcibíades convertido en el Tirano de turno a base de cerrarles chiringuito tras chiringuito. ¿Acaso no es otra muestra de desprendimiento pringarse por los afines, solidarizándose constantemente con ellos y ofreciéndose incluso como correveidiles, digo cuenta votos? Sólo desde la mala fe de ambiciosos y despreciadores o depredadores de la democracia como Alcibíades se puede sostener que ellos, los testigos vivos del neolítico, albergan alguna clase de interés como aspirar a que les pasen algunas papeletas por haber sido tan guays y puedan hacerse así con ciertas plazas rebeldes para meter por fin en el ágora ese auténtico caballo de Troya llamado Plan Ibarretxe.

¿O acaso no buscan con ello el bien general, por más que las malas lenguas aseguren que sólo beneficiará a los del clan del Oso Cavernario, que podrán así disfrutar en solitario de los derechos de ciudadanía? Claro que no es menos cierto que Juan José I. y Josu Jon I. ya han advertido que no colaborarán del todo con los Chicos Dudosos hasta que no digan no a ETA. ¿Pero no era ésa la condición que les impusieron los demócratas para que pudieran presentarse a las elecciones? Mucho es de temer que quien se toma por Pericles no sea tal y haya confundido el culo con las témporas, digo con las calendas. Griegas.

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