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Reportaje:

Un alcalde para el futuro de México

López Obrador, cuya gestión aprueban ocho de cada diez vecinos de la capital, aspira a ser candidato presidencial en 2006

Juan Jesús Aznárez

Una de las condiciones exigibles a los aspirantes a la presidencia de México, según el erudito Daniel Cosío Villegas (1898-1976), es que no sean notoriamente feos. Andrés Manuel López Obrador, jefe del Distrito Federal (alcalde), segundo puesto tras la presidencia de la República, no es feo y es astuto, pragmático y austero. Ocho de cada diez vecinos de la urbe más poblada del planeta, con más de 25 millones de habitantes, aprueban su gestión. Un índice sin precedentes. Declara lo que conviene declarar, que no piensa en la presidenciales de 2006, pero trabaja para ser elegido candidato del Partido de la Revolución Democrática (PRD), formación de izquierdas. Grandes empresarios mexicanos se le acercan y adulan porque avizoran sus posibilidades.

Sin haber resuelto aún los grandes e inveterados problemas de la metrópoli, López Obrador, investido en 2000, hace cosas que al ciudadano le estimulan por novedosas o audaces: papeleras en las calles, negociando con las mafias que comerciaban con la recogida de la basura; atención a los ancianos; consultas públicas sobre viaductos; planes para el centro histórico; purgas en los jefes policiales o la contratación del ex alcalde de Nueva York, Rudolph Giuliani, para combatir la delincuencia. Sin cargar con la responsabilidad de los grandes asuntos nacionales y con una caja que le permite equilibrar los gastos necesarios y otros populistas, acertó con la fórmula.

"Es el contraste con el pasado y la insistencia en una cierta humildad", dice el historiador Lorenzo Meyer. Pese a su poder, la casa del alcalde en su natal Tabasco es modesta y la de la capital sintoniza con las viviendas de clase media baja. Nada de ostentación que huela a corrupción, miel sobre hojuelas en la percepción de los compatriotas, hartos de ladrones de despacho y licenciados en Harvard, mequetrefes o analfabetos políticos. Es un mensaje ético, más que de eficacia, que la población agradece. El alcalde habla sin alambicamiento y, según el momento, arremete contra el presidente, Vicente Fox, los dirigentes del gubernamental Partido de Acción Nacional (PAN) o el opositor Partido Revolucionario Institucional (PRI).

"Andrés Manuel tiene muy en cuenta las encuestas, pero trabaja mucho para salir bien parado", dice uno de sus próximos. Lo está logrando. Los diarios Reforma y El Universal publicaron la pasada semana dos sondeos gratificantes: el 83% y el 85%, respectivamente, de la muestra del Distrito Federal, cuya área metropolitana se acerca a los 20 millones de habitantes, a los que habría que sumar varios millones en los arrabales, le aplaude. El alcalde reaccionó muy feliz y taimado: "Que me den por muerto, que no estoy pensando en 2006, que no se pongan nerviosos, que nos dejen trabajar porque nosotros tenemos el compromiso de hacer un buen gobierno en la ciudad".

Los analistas escrutan las causas de una popularidad que no se sustenta, subrayan la mayoría, en grandes realizaciones. Pero los pasos son esperanzadores y el estilo es otro, pese a que el hampa no ceja, la corrupción policial y administrativa es terrible, la vialidad, caótica en muchos momentos, el abasto de agua insuficiente, y pese a que las mafias controlan barrios importantes. El ciudadano sabe que su solución llevará decenios y celebra que, al menos, alguien incorpore iniciativas sanas y no robe. Su alcalde, además, no sufre el desgaste de los escándalos que castigan a la agrupación Amigos de Fox, al PAN y al PRI, por presunto uso ilegal de fondos en las generales del 2 de julio de 2000.

El analista del programa radiofónico Monitor, Alfonso Zárate, aconseja una maestría en Ciencias Ocultas a quien trate de explicar la enorme popularidad del regidor, y encuentra paralelismos con Fox: "Rasgos populistas muy acentuados, corte mesiánico, cuasi religioso de su misión y su condición pueblerina". "Los dos se asumen como gente de pueblo", señala, "y en ambos casos hay mucho de personalismo, de voluntarismo y, particularmente, en López Obrador". Muchas decisiones del Parlamento del Distrito Federal no se cumplen, agrega, porque el alcalde decide que son inadecuadas para la sociedad. Prefiere enfrentar una eventual reprimenda judicial a cumplirlas. "Y, desde luego, el discurso antipolítico de los dos".

El ex candidato presidencial del PRD, Cárdenas (a la izquierda), con el alcalde de México, López Obrador.
El ex candidato presidencial del PRD, Cárdenas (a la izquierda), con el alcalde de México, López Obrador.AP

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