Hasta el gorro
El Calderón carga contra Gil, Luis y la plantilla tras otra bochornosa derrota del Atlético
Ya podía ponerse a sonar a todo volumen la megafonía del estadio, muy cerca de un récord histórico de decibelios, que el cabreo del Calderón se escuchaba incluso desde las ciudades dormitorio. Una pitada monumental al término del funeral, una bronca soberana completada con la lluvia de almohadillas y un inconfundible aireo de pañuelos. El Manzanares está harto, cansado de ver perder a su Atlético -también ante un Alavés pequeñísimo-, de no ver nada. Está hasta el gorro de Jesús Gil y así se lo recordó con el estruendo de los cánticos y la contundencia de algunas pancartas que los de seguridad, no sin dificultades, lograron retirar allá por el minuto 40. También de Luis Aragonés, al que la gente rojiblanca quiere por su pasado, pero al que no aguanta por su presente: no sólo por sus alineaciones o sustituciones, sino por la imperdonable inoportunidad del anuncio de su adiós, que ha rematado al equipo. Y hasta el mismo sitio está igualmente la hinchada de los jugadores, en los que ya no advierte ninguna buena cualidad. Juegan que parece que no saben jugar, que no quieren jugar, que pasaban por allí pero que no va con ellos.
ATLÉTICO 0 - ALAVÉS 1
Atlético: Esteban; Otero, García Calvo, Coloccini, Sergi; Nagore, Emerson (Dani, m. 46); Contra (Aguilera, m. 66), Correa, Movilla; y Javi Moreno (Jorge, m. 52).
Alavés: Dutruel; Karmona (Turiel, m. 90), Abelardo, Téllez, Llorens; Mara (Ilie, m. 52), Luis Helguera, Pablo, Ibón Begoña; Astudillo; y Rubén Navarro (Iván Alonso, m. 73).
Gol: 0-1. M. 55. Dani intenta hacer un túnel a la salida de un córner y, con todo su equipo arriba, pierde la pelota. Navarro monta el contragolpe y envía a la derecha para Ilie, que corre medio campo y cruza el balón a Esteban en su salida.
Árbitro: Muñiz. Amonestó a Nagore, Otero, Jorge, Llorens, Astudillo e Ilie.
Unos 40.000 espectadores en el estadio Calderón.
El partido ya pintó mal para el Atlético en el primer tiempo, con los futbolistas demasiado ocupados en librarse de culpas: Emerson le decía a Movilla que el pase no era ése; Sergi se abría de brazos tras alcanzar la línea de fondo y ver que no había nadie al remate; García Calvo se encogía de hombros reclamando movimiento alrededor; Movilla levantaba las manos pidiendo el balón... Todo gestos, todo muy visible, para que la grada pensara que los malos eran los otros.
Y así de distraídos los jugadores, poco pendientes de ganar, no se dieron cuenta de que en ese periodo el Alavés no quiso molestar. Se limitó a refugiarse atrás, a incomodar por simple abundancia y a enseñar todas las carencias del mundo no sólo con la pelota, sino también sin ella. Regaló errores hasta de coordinación. Los que repitieron con insistencia Abelardo, muy lejos del central que fue, y Dutruel acaban en gol siempre. Pero el delantero que debía aprovecharse ayer de los regalos era Javi Moreno. Y ahí no, claro, que el chico no está para nada. Se sabe que está sobre el campo cuando le cambian, y más que nada por el ruido de indignación que escupen las tribunas.
La nulidad de Javi Moreno es un clásico. Lo de sus compañeros es más moderno, pero igual de irritante. Hay un trozo de dignidad que sobrevive en tipos como Coloccini y Sergi, que se rebelaron contra lo que se les venía encima, que al menos lo intentaron. Pero el suspenso fue general. A casi nadie la salía nada, todo ataques planos, jugadas previsibles, ninguna profundidad. Bien es cierto que el Atlético, y eso se supone que es culpa del banquillo, sólo jugó de salida con un tipo por delante de la pelota -para colmo, se llamaba Javi Moreno- y sin extremos, que Luis insistió en esa absurda idea de Movilla como extremo izquierdo. Pero tampoco en el segundo tiempo, ya con el calvo en el centro, Correa como un delantero más y Dani por la izquierda, al equipo se le encendió la luz.
Bueno, hubo un rato que sí, una carrera de Dani, otra de Jorge nada más salir por Moreno, alguna cosa de Correa, un par de uyyys. Pero fue en esa segunda parte cuando el Alavés se dijo qué tal si probamos a ganar, cuando salió Ilie a correr un rato y cuando el tostón local se convirtió en desastre. Dani quiso hacer un túnel en zona prohibida, a la salida de un córner y con la mayor parte de los defensas por delante, perdió la pelota y Navarro e Ilie dibujaron un contragolpe mortal. El 0-1, el único arañazo del Alavés, sepultó al Atlético, que ya no levantó cabeza.
Desapareció Jorge, también Dani; Movilla siguió fallón... Nadie se fue de nadie, ningún pase decente, ninguna pared. Nada. El Alavés se quitó los líos como quien silba. Como quien silba por entretenerse se entiende, que para silbar por enojo estaban las gradas, cada vez, sólo a siete puntos de Segunda, más enfadadas, más hasta la coronilla. Y estaban tan decididas a gritarlo que no las iba a silenciar ni la más potente y tramposa megafonía.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.