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Crítica:MÚSICA | 'Ojos verdes de luna' y 'El viaje circular'
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Al borde de la emoción

La aventura de la actual ópera española es una especie de desvivir que de vez en cuando hace concebir esperanzas de que, por fin, la cosa cuaje como en Alemania, en el Reino Unido, hasta en Estados Unidos. Que el éxito o el fracaso corone o entierre las propuestas nuevas, pero que, al menos, las haya. Toca el turno a Tomás Marco en la presentación madrileña, casi, como se decía antes, con honores de estreno, de las dos obras que, treinta años después, han sucedido a la inicial y hasta ahora única Selene en su catálogo operístico.

Ojos verdes de luna. El viaje circular

De Tomás Marco. María José Montiel y Pilar Jurado (sopranos). María José Suárez (mezzo). Alfonso Echeverría (bajo). Orquesta de la Comunidad de Madrid. Sax Ensemble. Guillermo Heras (dirección escénica). José de Eusebio (dirección musical). Teatro de La Zarzuela, 8 de mayo. Madrid.

Montaje eficaz

La otra protagonista es la bailarina Mónica Runde, espléndida también, expresiva, no un complemento de la acción sino una parte fundamental de la misma. El montaje de Guillermo Heras es eficaz, con detalles interesantes en la puesta en escena -la equiparación entre los ojos y los pezones de la bailarina, por ejemplo- y otros menos logrados, como la aparición de una laguna que el espectador de patio de butacas no puede ver.

Excelente la escena del cíclope y el momento en que Odiseo -bien Alfonso Echeverría- dispara sus flechas contra los pretendientes de Penélope -la siempre sólida en su mínima apariencia María José Suárez-. Completó el reparto, en la parte vocalmente más difícil, una Pilar Jurado que, como experta en estas lides, se entregó a fondo.

La dirección de José de Eusebio fue cuidadosa y atenta, tratando de subrayar siempre los momentos de mayor intensidad. Digo intensidad, no emoción, pues de ella -en dos piezas, curiosamente, llenas de pasiones- nos quedamos justo al borde. ¿Por qué? Quizá porque todavía le tenemos miedo. El día que nuestros músicos se lo pierdan eso habrá ganado nuestro corazón.

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