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Crónica:BALONMANO | Finales de la Recopa y de la Liga de Campeones
Crónica
Texto informativo con interpretación

El Portland se ofusca y lo pierde todo

Lo tenía casi todo a favor el Portland para conseguir su segunda Liga de Campeones: ocho goles de ventaja logrados en Pamplona, una plantilla de calidad y con experiencia y un rival, el Montepellier, de calidad pero sin títulos continentales. Le faltaba el casi y se agrandó hasta convertirse en el porqué de la derrota. El casi era el estado físico de los jugadores del equipo navarro, lamentable. Y el casi era también la actuación arbitral, previsiblemente casera. A ambos añadió el Portland un tercero inesperado: jugar con una sola jugada, el uno contra uno por el centro de la defensa francesa.

Físicamente, el Portland quedaba retratado en la imagen de Iachimovich: el bielorruso jugó con una rotura fibrilar de dos centímetros, cojo, daba pena verle correr; pero había que jugar o jugar, como dijo el técnico Equisoain. Por el estado físico se rompió el Portland ante un rival que era una locomotora y una acumulación de músculos. Con los extremos muy mermados, el Portland lo fio todo al mano a mano, es decir convirtió el partido en Richardson contra todos. Algo imposible cuando además -como era previsible- los árbitros iban a permitir la durísima defensa del equipo francés. Defensa rápida, agresiva, incluso violenta. Eficaz, porque el Montepellier, con juego variado y con un Guigou espectacular, bien ayudado por los yugoslavos Bojinovic y Karabatic, fue comiéndole el partido y, sobre todo, la ventaja de ocho goles que traía el Portland de Pamplona. En poco más de un cuarto de hora, alcanzó el Montepellier el 11-4 que le hacía soñar con el título.

MONTPELLIER 31 - PORTLAND 19

Montpellier: Omeyer; Dinart, Kabengele (3), Karabatic (5, 3p), Anquetil (4), Guigou (10, 4p), Bojinovic (5) -siete inicial-, Martini (p. s.), Golic, Burdet, Puigsegur (2) y Stefanovic.

Portland: Rivero; Martín, Urdiales (3, 1p), Richardson (4), Ambros (3), Iachimovich (3, 1p), Juancho (3), -siete inicial-, Malumbres (p. s.), Calbry, Kisselev, Garralda (2), Mainer (1) y Ortigosa.

Parciales: Marcador cada cinco minutos: 3-1, 6-4, 10-4, 12-6, 13-7, 14-10 (descanso), 17-11, 20-13, 25-15, 27-18 y 31-19.

Árbitros: Boye y Jensen (Dinamarca)

3.000 espectadores en el René Bougnol.

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A sabiendas de que su agresiva defensa era permisible para los árbitros -sólo castigada con algunas exclusiones- y que su rival no encontraba el gol incluso en superioridad, el Montepellier fue llevando el partido a su terreno, mientras Richardson se empeñaba en partirse la cara con los defensores.

El Portland consiguió al menos mantener siempre el valor de sus ocho goles de Pamplona, con desventajas que oscilaban entre cinco y seis goles. Eso le hacía soñar. Eso y la reacción de su portero Rivero que comenzó dormido, entregando goles inesperados. Hasta el minuto 8 de la segunda parte, no consiguió el Montpellier igualar la desventaja de la ida. Mala cosa para el Portland, que a los 13 minutos vio como su rival elevaba a 10 goles la diferencia del marcador.

El Montepellier era un vivo ejemplo de la escuela francesa: con poderío físico y una velocidad endiablada por los costados con jugadores como Guigou, Anquetil o Sioud. Y el Portland, la viva imagen de la impotencia, venga a chocar con los fornidos Dinart o Kabengele, sin tiro de fuera y sin juego exterior. Una caricatura del equipo que Portland siempre fue. Y se le fue un sueño en un suspiro tras errar tres ataques consecutivos que le pudieron haber devuelvo al partido y al título. Incapaz de jugar, incapaz de defender y de marcar, el Montpellier le pasó por encima.

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