La aventura de los marciano-españoles
MEDIO SIGLO DESPUÉS de la llegada del hombre a la Luna, siete astronautas a bordo de la nave Ares están a punto de lograr otro hito en la historia de la humanidad: poner el pie, por primera vez, en la superficie del planeta rojo. "¿Para qué ir a Marte? ¿Qué esperan encontrar?", pregunta un locutor televisivo. "La respuesta no es nada fácil. ¿Para qué explora el hombre? Para saber más y para demostrarnos que podemos alcanzar objetivos que antes parecían inalcanzables", sentencia el comandante de la misión. Un problema en el momento crítico del desacoplamiento hará que el módulo de descenso se estrelle contra la superficie del planeta. Para los cinco supervivientes la situación es desesperada. Sin recursos ni tiempo (aire, agua y alimentos para poco más de un año) para esperar la llegada de una misión de rescate desde la Tierra (2,5 años), la solución es dramática: tres astronautas deberán sacrificarse para que los dos restantes sobrevivan. Un naufragio, en suma, como el de la película homónima de Hitchcock (1943), donde el bote salvavidas es el módulo espacial y la inmensidad oceánica, un entorno mucho menos benévolo.
Si alguien creyó que la cinematografía española era incapaz de abordar con solvencia una película de ciencia ficción, con guión de aquí (del escritor Juan Miguel Aguilera), un elenco de actores internacionales (José Sancho, Joaquin de Almedia, Maria de Medeiros, Vincent Gallo) y un elevado presupuesto (unos cinco millones de euros), andaba muy equivocado.
Con exteriores rodados en Lanzarote, que simulan la inhóspita superficie marciana, y la nave espacial reciclada de la película Space Cowboys, el filme Náufragos (Stranded, 2002), de María Lidón (que actúa como protagonista), es, aunque no hay gran competencia, una de las mejores películas españolas del género.
Pasando por alto el vapuleado tema de la gravedad marciana (un tercio de la terrestre) y las habituales comunicaciones instantáneas (retraso mínimo de cuatro minutos para comunicaciones por radio con la Tierra), el filme plantea uno de los temas más controvertidos sobre ese aparente yermo vecino planeta: la existencia de agua.
La imagen típica de un Marte cálido, húmedo y cubierto de vegetación (¿provendría de ahí el color verdoso de sus habitantes, los belicosos marcianos?) se vino abajo, a finales de la década de 1960, con las misiones Mariner. El Marte verdadero está recubierto de volcanes apagados, es más frío que la Antártida y más seco que cualquier desierto terrestre. Por no haber, no hay ni canales, ni vegetación, ni marcianos, y la atmósfera es extraordinariamente tenue (unas 100 veces más delgada que la terrestre y una presión media 166 veces menor).
Sin embargo, las misiones posteriores parecen haber confirmado que el planeta contuvo, en tiempos lejanos (miles de millones de años atrás), agua en estado líquido. Antiguos ríos y lagos serían el testimonio mudo de su presencia. ¿Se habría evaporado toda? Recientemente, la cámara orbital emplazada a bordo de la nave Mars Global Surveyor, ha permitido detectar, en las imágenes enviadas en 2000, los primeros indicios sobre la presencia de agua cerca de la superficie del planeta.
Otro instrumento de la misma nave ha aportado pruebas suficientes para convencer a los científicos de que bajo los casquetes polares marcianos, compuestos de dióxido de carbono congelado, existe también agua congelada. Durante 2002, el espectrómetro de rayos gamma de la misión Mars Odyssey ha detectado cantidades importantes de hidrógeno en las regiones australes, indicio probable de la existencia de agua congelada a menos de un metro bajo el suelo.
¿Pero hay agua en estado líquido? Las bajas temperaturas y escasa presión sólo permiten que exista en estado sólido o gaseoso: un vaso de agua en la superficie de Marte se evaporaría o congelaría al instante (dependiendo de la combinación de temperatura y presión del lugar). Sin embargo, la presión atmosférica en Marte se halla muy próxima al punto triple del agua, es decir, la combinación de temperatura (0,01 ºC) y presión (6,1 milibares) a la que el agua puede coexistir a la vez en los tres estados (sólido, líquido y gaseoso).
Pequeños cambios de presión o temperatura permiten la transformación al estado líquido, como cualquier patinador sobre hielo sabe bien. Las temperaturas registradas en ciertos lugares, así como la disolución de sal común, que rebaja el punto de congelación, bien pudieran bastar, apuntan algunos geólogos planetarios, para explicar su presencia. Algo a lo que se apunta también el filme. Y donde hay agua, hay esperanza. Como sentencia el locutor que narra el evento: "Hay muchos misterios aguardando en el enigmático planeta rojo".
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