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Columna
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Preferencias

En mi particular cuaderno de Fruites del temps anoté para los primeros compases de la primavera volver sobre el tema de la lengua propia de los valencianos. Al amparo de las recientes Trobades, de las críticas que no cesan sobre el trabajo de la AVL por parte de los de siempre, de las previsiones ministeriales sobre las horas que deben dedicarse en la enseñanza obligatoria a la lengua castellana y los datos que en cuentagotas van esparciéndose en la prensa sobre la realidad del uso y prestigio del valenciano deduzco que mi vieja preocupación por su futuro prima sobre la ritual visita que le dedico al asunto en mis columnas.

Un reciente estudio realizado por Josep Forcadell Laporte desde la Universitat d'Alacant ofrece datos preocupantes sobre el prestigio de la lengua entre los estudiantes universitarios de las cinco Universidades públicas de nuestro país, porque, en definitiva, se trata de eso, del prestigio, del valor de uso que los estudiantes de las Universidades estudiadas dan a la docencia en valenciano cuando se les pregunta sobre aquello que prefieren. Además, y por lo publicado, la actitud de los estudiantes a propósito de su adscripción a la docencia en valenciano o es negativa (alrededor del 42%, o indiferente, alrededor del 48%) de modo que casi un 90% puede considerarse en la suma de esas dos categorías.

Ante esta ducha de agua fría deberíamos preguntarnos si las políticas lingüísticas de nuestras Universidades son adecuadas, si conducen a mejorar la normalidad del uso de la lengua propia como vehículo de enseñanzas e instrumento de investigación y si de serlo tienen capacidad para corregir lo que parece motivado por una actitud cada vez más light en el ámbito social. Quiero decir, que la sociedad valenciana acepta su realidad bilingüe sin estridencias porque ve asegurada la preeminencia del castellano, y lo que acaba reflejándose en el comportamiento de nuestros estudiantes universitarios es, en buena medida, la proyección de esa actitud. Los esfuerzos de nuestras Universidades por practicar un bilingüismo simétrico, es decir, optando, de hecho, por un modelo de separación lingüística son respuesta a la imposibilidad de implantación de un modelo de verdadera inmersión lingüística que, a su vez, fue un modelo preterido en la política de la Generalitat fruto de la Llei d'Ús i Ensenyament del Valencià. Pero, claro, el modelo de separación con igualdad no es posible por razones presupuestarias, pues desdoblar toda la enseñanza universitaria para dar la misma opción a las dos lenguas es algo que está fuera del alcance de las Universidades y en las antípodas de la política lingüística de la Generalitat Valenciana (cuando gobernaba el PSPV-PSOE, y ahora con el PP).

Así, en buena parte de las Licenciaturas, Centros y Universidades valencianas se da la paradoja de que hay grupos únicos para asignaturas de acuerdo con la preferencia lingüística del profesor y no dos grupos como norma. El resultado, a la vista de la opinión de los estudiantes no refleja precisamente entusiasmo por la docencia en nuestra lengua; y ello puede conducir en breve a pasar de la indiferencia al rechazo.

Vuelve a ser urgente un debate en profundidad sobre la necesaria superación de los mínimos en que se mueve la política lingüística de la Generalitat Valenciana, y la preparación de un Pacto Lingüístico para los próximos diez años, que van a ser cruciales para el futuro del prestigio de nuestra lengua.

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