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Crónica:MOTOCICLISMO | Gran Premio de Suráfrica
Crónica
Texto informativo con interpretación

Kato hace volar a Gibernau

El piloto español resiste el acoso de Rossi y dedica su triunfo en Moto GP al japonés fallecido en Suzuka

Juan Morenilla

El asfixiante asfalto de Welkom, en Suráfrica, no había sido testigo todavía de ninguna victoria española. Hasta ayer. Dani Pedrosa en 125 y Sete Gibernau en Moto GP, ambos con Honda, subieron a lo alto del podio bajo un sol de justicia en la segunda prueba del Mundial. En 250 venció de nuevo Poggiali (Aprilia), mientras que Fonsi Nieto fue séptimo y Elías octavo.

Especialmente emotivo fue el triunfo de Sete Gibernau, de 30 años, el segundo de su carrera y primero en seco tras vencer hace dos temporadas en Cheste. El catalán partió desde la pole position, cogió la cabeza de carrera en la décima vuelta y ya no vio a ningún rival por delante hasta que cruzó la meta. Entonces se puso de pie sobre la moto y, con los puños cerrados, levantó los brazos y los ojos al cielo. El triunfo era para su compañero de equipo Daijiro Kato, fallecido tras 13 días en coma por un accidente mortal en Suzuka, en la última carrera del Mundial.

"No tengo palabras para expresar lo que siento. Era como si Daijiro pilotara conmigo"
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Gibernau corrió con el número de Kato, el 74, dibujado en el pecho de su traje y en la moto, y con un brazalete negro. "Parecía que oía a Daijiro diciéndome: '¡Vamos, Sete, rápido!'. Le notaba dándome en el culo para que fuera más deprisa", dijo tras los entrenamientos. Y ayer, a la hora de la verdad, Sete fue espoleado por el recuerdo del japonés. Así dominó una carrera accidentada en su inicio y en la que Rossi estuvo a punto de arrebatarle la gloria en las últimas vueltas.

La prueba comenzó con casi una hora de retraso por problemas con la moto de Roberts. El estadounidense rompió el motor de su Suzuki y a su paso dejó un reguero de aceite por la pista, lo que obligó a los empleados del circuito a limpiar el asfalto antes de comenzar la carrera. Ya con el banderazo de salida, el japonés Nakano (Yamaha) se quedó clavado, Edwards (Aprilia) se fue al suelo y cruzó la pista de izquierda a derecha, lo que provocó también la caída de McWilliams (Proton). Dos menos. Además, en la primera curva, el italiano Capirosi (Ducati), que partía desde la primera línea, se salió de pista -posteriormente se retiró-.

A quien no afectó nada de eso fue a Gibernau, cómodo en la cabeza de carrera. Por delante de él sólo veía al australiano Troy Bayliss (Ducati), y algo detrás a Biaggi y Rossi, enzarzados en una lucha personal, casi ajenos a Gibernau y Bayliss, que aumentaban su ventaja. Así fue hasta que el español se cansó de la compañía y emprendió la aventura en solitario. Cogió el liderato y empezó a tirar. Rossi y Biaggi, algo retrasados, seguían con su duelo. Bayliss, una vez vividos sus minutos de protagonismo, perdía posiciones y dejaba pista a los que en serio iban a por la victoria.

Biaggi se colocó en segunda posición. Rossi, el gran Valentino, el campeón, sólo era cuarto. No le gustaba en absoluto la situación al piloto italiano, acostumbrado a darle la espalda a sus rivales. Rossi lo intentó de todas las formas, arriesgando incluso más de lo necesario mientras veía a Biaggi y Gibernau cada vez más pequeños. El español iba a lo suyo, sin nadie en el horizonte, escuchando en su interior la vocecita de Kato, en una carrera contra sí mismo, abriendo hueco con sus perseguidores. Un error de Biaggi permitió a Rossi colocarse segundo. Malas noticias para Gibernau, a quien el italiano amenazaba con soplar en el cogote. Había cometido algún error, sí, pero ahí estaba, como siempre, con sólo una moto por delante, la de Gibernau. Así es Rossi. La diferencia entre ambos, de dos segundos y medio, se esfumó en un abrir y cerrar de ojos. Medio segundo cuando quedaban menos de dos vueltas. Todo reducido a un mano a mano.

Rossi llegaba como cohete, y en esas ocasiones no suele fallar. Gibernau aguantaba, presionado, apretando los dientes. Quería la victoria para Kato. Y la consiguió. Quedó la duda de si Rossi permitió la emotiva dedicatoria del español, o si en verdad no pudo con Gibernau. Lo cierto es que Sete, tras una gran carrera, fue el primero. Cruzó la meta con lágrimas en los ojos y luego levantó los brazos al cielo. "No tengo palabras para expresar lo que siento. Es el mejor tributo a Daijiro. Era como si pilotara conmigo", dijo tras el triunfo.

Sete Gibernau festeja su triunfo.
Sete Gibernau festeja su triunfo.AFP

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Sobre la firma

Juan Morenilla
Es redactor en la sección de Deportes. Estudió Comunicación Audiovisual. Trabajó en la delegación de EL PAÍS en Valencia entre 2000 y 2007. Desde entonces, en Madrid. Además de Deportes, también ha trabajado en la edición de América de EL PAÍS.

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