Cambio de papeles
A Barrera le concedieron una oreja en su primero, pero el que triunfó de verdad fue el toro y no el torero; pero es que en el segundo dio la vuelta y ese premio quien se lo ganó fue el toro.
Y no quedó ahí la cosa: Ferrera y Fandi llegaron a Sevilla con vitola de toreros poderosos; poderosos, sí, pero como banderilleros. Se cambiaron los papeles.
Vamos, que ayer los que triunfaron fueron los toros, bien presentados, mansurrones, pero nobles y de dulce embestida, a excepción del primero. Y los toreros se cansaron de dar muchos pases y de torear poco.
Barrera ha tenido, quizá, la oportunidad de su vida para tocar la gloria con las manos y la ha desaprovechado. Es valiente, se queda quieto, liga a veces, pero le faltó temple, hondura y sentimiento. Casi nada. Así, cuando sale un toro bobalicón, como su primero, la emoción sólo surge al final con un natural largo y varios redondos más de peso. Un bagaje muy escaso. Peor fue lo del quinto, incansable por ambos pìtones, con el que Barrera anduvo precipitado, con poco mando y menos ceñimiento. Comenzó espectacularmente con dos pases cambiados abrochados con el de pecho, y arrancó la música. Acompañó la codicia del animal en dos tandas de derechazos largos en los que el toro metía la cara como en el toreo soñado. Bajó el tono en la siguiente, y siguió muy despegado con la izquierda. Total, una ilusión. El artista fue el toro.
El Ventorrillo / Ferrera, Barrera, El Fandi
Toros de El Ventorrillo, -el sexto como sobrero- bien presentados, mansos, y nobles. Antonio Ferrera: pinchazo y estocada (ovación); pinchazo y casi entera (silencio). Antonio Barrera: estocada (oreja); dos pinchazos, estocada baja y un descabello (vuelta). El Fandi: pinchazo y estocada (ovación); estocada (ovación). Plaza de la Maestranza. 26 de abril. 7ª corrida de feria. Lleno.
Y Ferrera y Fandi demostraron, una vez más, que son banderilleros de una pieza, dominadores absolutos del tercio, y así se lo reconoció Sevilla, pero sembraron la duda sobre sus cualidades con la muleta. El primero se justificó con el que abrió plaza, un manso agresivo y violento, con el que estuvo hecho un jabato y al que dominó de principio a fin. Sólo un torero en plenas facultades como él puede salvar airoso tan difícil trance. Pero salió el noble soso en quinto lugar, y el torero estuvo ventajista, fuera de cacho y al hilo del pitón. El toreo moderno, en suma. Valga recordar un ajustado par al quiebro en el que se dejó llegar el toro muy cerca del pecho.
Dos pares también para el recuerdo de El Fandi: uno, al violín en su primero, y otro, en el sexto, al hilo de las tablas. Con el capote, anodino; con la muleta, encorvado, acelerado y tan moderno como Ferrera. Ninguno de los dos estuvo a la altura de lo que de ellos se esperaba. Y de Barrera, lo dicho.
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