La fierecilla indomable
Cerca de doce mil personas disfrutaron el viernes por la noche con Shakira en su concierto en la madrileña Plaza de Toros de Las Ventas. La cantante colombiana, que durante su estancia en nuestro país ha estado acompañada de sus dos hermanas residentes en Valencia y Barcelona, triunfó en un espectacular concierto de gran vistosidad en el que se presentaron a lo grande los temas de su último disco Servicio de lavandería.
Muy concentrada permaneció la artista colombiana durante los escasos tres días pasados en España. Sólo ensayos y descanso, que apenas se vieron interrumpidos en una escapada nocturna para encontrarse con amigos suyos músicos de aquí, como los Ketama. Por lo demás, causaba asombro verla rondando el escenario, tan menudita y rodeada siempre de un grupo de gente que se ponen a trabajar de modo diligente a la menor orden suya.
Shakira
Shakira (voz), Tim Mitchell (director musical y guitarras), Julian Adam Simón (guitarras), Daniel Rotchild (bajo), Albert Menéndez (teclados), Brendan Buckley (batería), Rafael Padilla (percusión), Pedro Alfonso (violín), Rita Quintera y Mario Inchausti (coros). Plaza de Toros de Las Ventas. Madrid, viernes 25 de abril.
Tal vez por eso el show ofrecido en nuestro país alcanzó un extraordinario nivel de perfección técnica, poniéndose sin duda a la altura de los espectáculos musicales de mayor nivel en el mundo. Un bonito escenario pensado como el mejor plató para ofrecer como imagen de la cantante un rotundo plano americano en el que se la veía francamente radiante. Shakira es más un animal de pantalla que de escenario, por más que esto último se nota que lo domina desde la cuna.
Entre la audiencia que abarrotaba el recinto predominaba el estilo J. Lo aún sin desbastar, las generosas exhibiciones de ombligo, la melena racialmente latina y un deseo generalizado de pasarlo bien.
Cartas ganadoras
El clima se conjuró también a favor de la cantante colombiana y la temperatura acompañó a la exhibición ardiente de esta latina que ya en la primera canción, Ojos así, exhibió cuales eran sus cartas ganadoras: una voz poderosa y una manera de cantar tremendamente personal que no facilita precisamente al profano la comprensión de la letra. Pero también es parte del personaje una retadora actitud en el escenario, una melena leonada, una cimbreante cadera y unas nalgas sometidas a un acelerón de fuerza centrífuga tal que amenazaba a cada paso con hacer saltar las costuras de los apretados pantalones de cuero, primero negros y luego marrones, que la cantante se embutió a lo largo de la velada.
Es de ley también reconocer que, como ocurre con la mayor parte de los divos latinos, la parte musical nunca estuvo a la altura del interés que el que aporta la personalidad de la propia intérprete. El rock de Shakira es casi tan de mentira como el de Ricky Martín, por mucha guitarra eléctrica haciendo el paripé, mucho salvajismo medido y mucha versión de Aerosmith o ACDC que ella se marque.
Pero la chica es encantadora y su fuerza arrebata en directo al que se sabe la letra de las canciones y al que no. Shakira es un torbellino que recorrió la inmensa boca del escenario con parada en las plataformas de ambos lados. Pantallas de vídeo, fuegos artificiales y explosiones de petardos, proyección de videos pacifistas y de citas antibelicistas que invitaban al amor...
Todo acompañó a Shakira en una actuación de dos horas en la que su público se dejó las palmas aplaudiendo y las gargantas coreando temas como Ciega, sordomuda, Dónde están los ladrones o Te aviso, te anuncio, canción fuerte de su último disco. Fue, pues, un esplendoroso concierto que revela a su protagonista como uno de los personajes musicales más importantes de la actualidad. Frente a otras reinas musicales del momento más edulcoradas y asumibles por todo tipo de su público, ella sigue ofreciendo ese perfil de fierecilla indomable que tanto le favorece y tanto a gusta sus cada vez más incondicionales.
Babelia
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