Sísifo, otra vez

Parece una ironía del destino, ese destino tantas veces cuestionado por Imre Kertész, que el primer libro publicado en España después de la concesión del Premio Nobel trate del fracaso del escritor. Sin embargo, durante más de tres décadas éste constituyó una triste constante de su trayectoria como novelista, mientras -otra ironía para el autor de una obra tan trágica- sus comedias y vodeviles cosecharon cierto éxito en Hungría. Kertész, encerrado con un solo juguete -su mente prodigiosa-, admitió la experiencia del fracaso, la asumió como parte de su identidad literaria, y logró así darle la vuelta a su desesperada situación. De la marginación intelectual impuesta por la dictadura, sacó una obra sobre la marginación intelectual en las dictaduras, la presente novela, escrita entre 1973 y 1985.

El complejo juego circular de Fiasco corresponde al armazón temático que sostiene el libro: el imperativo moral del esfuerzo humano, aparentemente inútil. Köves ("pedregoso" en húngaro), su protagonista desdoblado, empuja como Sísifo la piedra del destino que condiciona todos sus pensamientos: haber "sobrevivido a su muerte" y escrito una novela sobre los campos de concentración que no puede publicar. Pero antes de viajar con Köves al lugar de sus aventuras kafkianas, una Budapest devastada por la guerra y controlada por los "aduaneros", se le prepara al lector con prolijos e hilarantes rodeos retóricos para el plato fuerte que le espera: "Un tratado sobre la transmisión estética de la violencia". Estamos en la página 121 cuando empieza el primer capítulo de Fiasco.

Es sabido que Kertész acostumbra a exponer en sus libros planteamientos filosóficos fundamentales a partir de experiencias concretas que apenas reviste de un transparente ropaje ficcional. En Fiasco demuestra que puede ser un gran fabulador, cuando quiere, y que sabe todos los trucos del narrador profesional. Pero deja bien claro que le importan poco, ya que los desenmascara con infinidad de paréntesis y evidencia en cada momento el abismo entre creación literaria y realidad vivida. Lo que, en cambio, sí le importa son las cuestiones éticas que debaten sus personajes. ¿Qué es la muerte masiva en los campos de concentración? Algo inconcebible y finalmente trivializado porque aburre la repetición de hechos únicos. ¿En qué se distinguen víctima y verdugo? En el azar que permite a uno dar rienda suelta a sus instintos violentos. Köves, el intelectual refugiado en sus libros, aprende esta lección cuando le llaman a filas y se le asigna el puesto de carcelero en la prisión militar. En un enfrentamiento con un preso en huelga de hambre se quebranta su integridad moral y le propina una bofetada: "¡Ninguna persona torturada -grité-, ninguna queda sin mácula! Lo sé perfectamente, y no me preguntes por qué. Nunca más podrás hablar de inocencia, sino a lo sumo de supervivencia".

Al final, los actos no son lo que diferencian a Köves del hombre responsable de 30.000 asesinatos, sino las circunstancias que les permiten ejecutarlos. Este aprendizaje constituye "el camino de la gracia" que Köves acepta recorrer. Y encuentra una curiosa felicidad en este purgatorio, cuyo fin para él -se abren las fronteras, Köves publica su novela- ya no puede deparar un happy-end: "Una nostalgia dolorosa lo atraviesa entonces, y saborea con la amargura de la añoranza, insaciablemente, los recuerdos dulces de su fracaso, el tiempo en que vivía una vida intensa, lo consumía la pasión y lo nutría la esperanza secreta que luego un viejo (...) ya no podría compartir. Su singular aventura, su época heroica, llegó a su fin".