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Columna
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Anomalía andaluza

A pesar de todos los viajes al centro, los ciudadanos siguen considerando que el PP es un partido muy de derecha

Una de las sorpresas, agradables, que depararon los resultados de las primeras elecciones democráticas, las del 15 de junio de 1977, fue que el comportamiento electoral del pueblo español se parecía muchísimo al de los demás pueblos europeos occidentales. El temor a que el partido del Gobierno, UCD, pudiera beneficiarse de la inercia de los cuarenta años del régimen nacido de la guerra civil y obtuviera una victoria apabullante, no se vio verificado en la práctica. Los electores se dividieron casi a partes iguales entre la derecha y la izquierda, compuestas ambas de manera simétrica: dos partidos de centro muy mayoritarios, UCD y PSOE, y dos partidos minoritarios en los extremos, AP y PCE. Más la especificidad española de los nacionalismos catalán y vasco. Las elecciones generales de 1979, las primeras constitucionales, reproducirían el resultado del 77.

Sociológicamente los resultados de esas dos elecciones han representado el momento de máximo equilibrio del sistema político español. Un sistema de cuatro partidos estatales, dos en la derecha y dos en la izquierda, de los cuales el de centro en cada una de ellas es claramente hegemónico, es el que más adecuadamente responde a la constitución de la sociedad española. En la escala con la que habitualmente se mide la autoubicación de los ciudadanos, en la que el 0 representa la extrema izquierda y el 10 la extrema derecha, siempre se ha situado la sociedad española por debajo del 5, oscilando entre el 4,6 y el 4,8, es decir, en una posición de centro con una cierta tendencia a escorarse hacia la izquierda.

Es obvio que el punto de equilibrio del sistema es áquel en el cual los partidos mayoritarios, tanto en la derecha como en la izquierda, se encuentran en la percepción ciudadana próximos a ese 4,6/4,8, es decir, cuando hay dos partidos de centro, que no solamente dicen que lo son, sino que son identificados por los ciudadanos como tales.

Desde 1982 esto no viene ocurriendo en nuestro país. La desaparición de UCD ha desequilibrado el sistema político español desde entonces. En la izquierda se ha mantenido la posición de las elecciones del 77 y del 79, aunque con una mayor hegemonía del PSOE. Pero en la derecha se ha producido el extraño fenómeno de que el partido que era valorado por los ciudadanos como un partido muy de derecha, AP, y que sigue siendo valorado en el día de hoy de manera similar, a pesar de su refundación como PP y del cambio de liderazgo de Manuel Fraga a José María Aznar, se ha convertido en el único partido representativo de la derecha española, centro incluido. A pesar de todos los viajes al centro, los ciudadanos siguen considerando que el PP es un partido muy de derecha, siempre por encima de siete en la escala aludida. Pero, a pesar de ello, gana elecciones.

Ésta es una anomalía del sistema político español, cuyo origen está en Andalucía. Fue en el referéndum del 28-F en el que estuvo el origen de la descomposición de UCD. De ahí la dificultad, la imposibilidad hasta el momento, para la derecha andaluza de conseguir lo que la derecha ha conseguido en buena parte del resto de España. La identificación del PSOE con la autonomía andaluza ha conducido a este partido a ocupar el espacio de centro con una intensidad muy superior a como lo ocupó en otras regiones, como ha subrayado Manuel Clavero (¿Hay sitio en el centro? Reportaje de Luis Barbero, EL PAÍS, 14 de abril de 2003) y de ahí la dificultad que está teniendo el PP para desalojarlo.

Si la anomalía española es la de un partido de derecha que, sin dejar de ser percibido por los ciudadanos como de derecha, es capaz de ganar el voto de centro, la anomalía andaluza es la de la ausencia de alternativa creíble de la derecha por su incapacidad de desalojar a la izquierda de la posición que ha ocupado en el centro.

Ésta es la razón de que sea en Andalucía, como ponía de manifiesto el reportaje de Luis Barbero, en donde se está empezando a plantear la conveniencia (¿necesidad?) de una opción de centro, de la que ha sido el portavoz más cualificado el ex ministro Manuel Pimentel en su carta mediante la que hacía oficial su marcha del PP.

Los resultados de las próximas elecciones municipales pueden ser muy expresivos en este sentido. Todos los sondeos que se han conocido en los últimos seis meses indican que el PP no es que se haya estancado sino que muestra una tendencia clara hacia abajo en Andalucía. En el caso de que las elecciones del 25 de mayo así lo confirmaran, y ante la perspectiva de unas próximas elecciones autonómicas, en las que, previsiblemente, sus resultados serán todavía peores, no es de descartar que se planteen opciones electorales que amplíen la oferta en el campo de la derecha, con la finalidad de llegar a electores de centro andaluces a los que el PP realmente existente habría demostrado de manera inequívoca que no puede llegar.

Penetrar en el sistema electoral andaluz, aunque no tan difícil como en el sistema español, ya que el número de escaños en cada circunscripción electoral es mucho mayor, sigue siendo muy difícil. Dependerá de la percepción que se tenga de la impotencia del PP para competir con posibilidades de ganar en Andalucía, el que una opción política de centro-derecha se ponga en marcha o no. Si se llega a instalar en la opinión pública la convicción de que el PP, tal como está constituido en Andalucía, no tiene ninguna expectativa de convertirse en partido de gobierno en el tiempo en que es posible hacer predicciones, alguna alternativa habrá de ponerse en marcha. En política, como en la vida en general, o se avanza o se retrocede. Nadie se queda en el mismo sitio. El 26 de mayo empezaremos a verlo.

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