Ambiciones y talento
Ya ha habido otros amantes de Verona en el baile español. En el Ballet Nacional lo hizo José Antonio en cuerda flamenca, y están Los Tarantos, que es un clásico local. Ahora, el Nuevo Ballet Español hace el suyo llevándose de la ambientación local la tragedia y poniéndola en una tierra de nadie algo absurda: se visten con chaquetillas renacentistas pero sacan una parabellum para cepillarse un Montesco. Tal incongruencia hizo saltar algunas risas en la sala. No hacía falta, como tampoco el disparo del final en la boca de Julieta. Carlos Rodríguez baila mucho y bien (sus giros son espléndidos) en su Romeo atormentado; Ángel Rojas hace un Mercuccio creíble pero diluido en el caos ambiental, y al cura de Chevy Muraday se le ha dado un protagonismo excesivo e injustificado en la obra.
Romeo y Julieta
Coreografía: Carlos Rodríguez (con Chevy Muraday). Música: G. Rodríguez, P. Suárez y A. Rey. Escenografía y vestuario: Gabriel Carrascal. Dirección escénica: José Luis Saiz. Festival Madrid en Danza. Teatro Albéniz, Madrid. 16 de abril.
Es sólo uno de los muchos errores de guión que se traslada y enlazan a los de la música, irregular y con algunos chispazos melódicos apreciables. La historia debe explicarse también con la partitura, es parte del decálogo básico del teatro musical y danzado. Un detalle: Julieta no se casa jamás vestida de novia (ella abomina del traje que debía llevar en la boda pactada con Paris, dixit Shakespeare), sino cubierta de un tosco sayal y en secreto.
Buenas intenciones
Hay talento y fuerza dentro de esta obra, pero está mal conducido. Ha podido la ambición de estos jóvenes, que tienen buenas intenciones pero que trabajan fuera de escala y de posibles. Las luces, que corren a cargo de Sergio Spinelli, son adecuadas; la escenografía, funcional, aunque poco inspirada, y el vestuario resulta de un eclecticismo confuso del que sólo se salva la túnica de Julieta, tan simple como clásica, tan eficaz en la línea como atemporal.
Pero realmente, haciendo justicia, hay que decir que fue la noche de Mayte Bajo. Su armonía y sentido musical, sus vueltas quebradas, sus palillos a compás y su dramatismo con toques de ternura la establecen como una verdadera nueva estrella de la danza española. Tras ver a Carlos Rodríguez, Rafaela Carrasco y a esta bailarina en Madrid en Danza, cabe preguntarse varias cosas al respecto: ¿por qué estos bailarines, cada uno en su cuerda, no están como primeras figuras en el Ballet Nacional de España, que carece de tales brillantes elementos?
Babelia
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