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Las canciones religiosas de Dylan reviven en las voces de los grandes del 'gospel'

El cantante acepta que el director Todd Haynes ruede una película sobre su vida

Gotta serve somebody: the gospel songs of Bob Dylan es la última novedad discográfica del cantautor estadounidense. La plana mayor de la música religiosa afroamericana se ha reunido para interpretar canciones procedentes de los dos discos publicados por Dylan durante su etapa como cristiano fundamentalista, Saved y Slow train coming. Al final de Gotta serve somebody, el propio Dylan canta Gotta change my way of thinking a dúo con su amiga Mavis Staples. Al mismo tiempo, el músico, muy reservado siempre, ha permitido que el director Todd Haynes ruede una película sobre su vida.

Acaba de ceder una canción para ilustrar un anuncio de una marca de lencería
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El músico y la gran pantalla

Por temperamento, Bob Dylan (Duluth, 1941) es el tipo de artista que pone a prueba constantemente a sus seguidores. Pero ninguno de sus anteriores bandazos -la electrificación de su banda en 1965, el giro hacia el country de 1969- resultó tan chocante como la inmersión en el cristianismo. A finales de 1978, tras una gira agotadora, Dylan tuvo una visión de Jesucristo como Rey de Reyes en un hotel de Tucson (Arizona), una experiencia que luego reconoció como un momento de renacimiento espiritual. Un curso intensivo de tres meses en la Escuela de Disciplina de una organización religiosa californiana, The Vineyard Fellowship, consolidó sus creencias y le transformó en un verdadero evangelista. El difunto gran planeta Tierra, el libro de Hal Linsey, miembro de la misma iglesia, reafirmó una concepción apocalíptica: literalmente, Dylan pensaba que estábamos en los umbrales de la Batalla de Armagedón, un conflicto global que comenzaría por Oriente Próximo. Más específicamente: "Rusia atacará en Oriente Medio y China se presentará allí con un ejército de dos millones de soldados".

Con el ardor del converso (había sido educado en el judaísmo), Dylan se lanzó a componer, grabar e interpretar canciones que reflejaban la urgencia del momento. A pesar de su excelente banda, los conciertos religiosos cayeron en oídos sordos. Era duro asimilar que alguien tan individualista se transformara en correa de transmisión del pensamiento milenarista. Los sermones de Dylan entre tema y tema provocaban respuestas a gritos del público, como testimonia un librito, editado por el pintor Francesco Clemente, que muestra a un artista empecinado, inamovible en sus creencias.

De vuelta a lo profano

Sin embargo, a partir de 1980, Dylan volvió a componer material profano y, para gozo de sus discípulos, su repertorio de directo recuperó Like a rolling stone o Blowin in the wind. Sus dos discos dogmáticos, Slow train coming (1979) y Saved (1980), quedaron arrinconados como una aberración momentánea. Sin embargo, dentro del contexto gospel, había allí poderosas canciones. Con la bendición de Dylan, su discográfica ha llamado a intérpretes de música religiosa afroamericana de primera fila y al gran Aaron Neville (el vocalista de Nueva Orleans recrea con regularidad clásicas de Dylan). Se trata de dar una segunda vida a canciones por las que su autor siente enorme aprecio: en 1997, cuando el presidente Clinton le entregó en Washington el premio del Kennedy Center, Dylan insistió en la presencia de Shirley Caesar, la actual reina del gospel, para que recreara Gotta serve somebody.

Shirley Caesar abre Gotta serve somebody: the gospel songs of Bob Dylan (en España, se edita el 5 de mayo), un disco colectivo hecho con voluntad reivindicativa: se reúne la banda (Tim Drummond, Jim Keltner, Terry Young, Fred Tackett) de aquellas giras tormentosas y reaparece Regina McCrary, que estuvo en el coro de Dylan. La selección de figuras busca enfatizar la variedad del gospel y la flexibilidad del repertorio dylaniano: desde la exuberancia de The Mighty Clouds of Joy, en el estilo shout, hasta el toque rural de los Fairfield Four (presentes en la película O'brother, de los Coen); desde el apoteósico Chicago Mass Choir a la desnudez de Rance Allen, confesándose con el único acompañamiento de un órgano.

Si los invitados se toman ese cancionero muy en serio, la actitud de Dylan parece haberse relajado. Gotta serve somebody: the gospel songs of Bob Dylan se cierra con una vibrante versión de Gonna change my way of thinking, reescrita para la ocasión: se oye a Dylan ensayando con su banda, se supone que entra en la habitación la ilustre Mavis Staples de visita, los dos intercambian bromas y arrancan con una interpretación apabullante.

El sentido del humor de Dylan parece seguir vivo. En estos días ha vuelto a noquear a los dylanólogos al ceder una canción suya particularmente dolorosa (Love sick, del disco Time out of mind) para ilustrar un anuncio de la marca de lencería Victoria's Secret. Escuchar Love sick mientras bailan modelos con alas de ángel puede representar escaso consuelo para los fans europeos de Dylan si se confirma que, como gran cantidad de artistas estadounidenses, suspende su próxima gira por Europa; en España, eso suponía conciertos, a celebrar a partir del 18 de julio, en Madrid, Barcelona, Salamanca, Córdoba y Marbella.

Bob Dylan durante el concierto que ofreció en Polonia en 1997.
Bob Dylan durante el concierto que ofreció en Polonia en 1997.REUTERS
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