"Sólo los gitanos sabemos cantar la rumba"
El trío rumbero, y antes marginal, Los Chunguitos vuelve a la carga gracias a un nuevo disco, Morir de amor, el número 30 de su carrera. Con Juan Salazar como jefe, su hermano José, alias Taíno, y el primo de ambos, Manuel Fernández, forman, desde la muerte de Enrique Salazar a principios de los ochenta, el combo de rumbas más sólido de España y engancharon entre la juventud rockera por la manera de contar la dura vida de su barrio, Vallecas, con la droga, la cárcel, la prostitución y los celos como telón de fondo.
Pregunta. ¿Se puede morir de amor, como se titula su disco, en estos tiempos tan guerreros?
Juan Salazar. Más ahora que nunca, precisamente porque está todo como está. Ahora es cuando más amor se necesita.
Manuel Fernández. Queremos paz y amor para todos. Si la humanidad dejara de pensar cada uno en sí mismo, no habría guerras.
P. En su nuevo disco hablan del J. B., tinto de verano y champán, ¿no temen que les acusen de fomentar el alcoholismo?
J. S. ¿Por qué? Si está dicho en plan alegría, como de celebración. Si dijera que me paso con el alcohol y todo eso, sí, pero lo que aquí cantamos lo dice todo el mundo. El tinto de verano es un refresco, y lo de beber whisky o champán se utiliza en cualquier sitio cuando se quiere celebrar algo.
Taíno. ¿Y qué si hablamos de vino y whisky? Otros le cantan a la droga y no pasa nada.
P. Ustedes mismos lo hicieron.
M. F. Hace mucho tiempo que dejamos de cantarle a la droga.
P. ¿Les ha sido fácil incluir unos estribillos cantando rap?
J. S. A mí, no, que soy el que lo hace. Somos muy modernos, sin dejar de ser flamencos. El disco está lleno de arreglos muy actuales.
M. F. Eso, espero que la gente acepte bien esta renovación.
P. En Rumba en el cielo, juntan a su hermano Enrique, y al también fallecido Jeros, el del medio de Los Chichos, como decía Estopa. ¿No hay competencia entre Los Chichos y Los Chunguitos?
J. S. En el escenario, sí, abajo somos muy amigos. Nos quisieron enfrentar, como al Barça y al Madrid, o Los Beatles y Los Rolling.
M. F. Yo escribí esa canción y hablé de Jeros y Enrique, mi primo, porque son los dos más grandes rumberos que ha habido nunca. Nadie está a su altura.
P. Sin querer polemizar, la rumba catalana está mejor vista...
J. S. Sí, ya, lo del ventilador y todo eso. Peret, el Pescadilla... Pero eso no es rumba, o no como la entiendo yo. Eso que llaman rumba catalana es muy fea, a mí no me gusta nada. No me llega, no me duele aquí (se señala el corazón).
P. Y sus seguidores de Estopa o La Cabra Mecánica...
J. S. Eso tampoco es rumba, es otra cosa. No está mal, pero no pellizca. Mira, como un gitano, nadie canta la rumba, o el flamenco.
P. Hombre, hay también buenos cantaores payos, Mairena antes, Poveda ahora...
M. F. El cantaor más grande se llama Camarón, y era gitano.
P. Siempre se ha dicho que ustedes vendían cientos de miles de copias en casetes de carretera y que entre sus seguidores circulaban cintas miles de veces grabadas en casa, ¿cómo les afecta la piratería?
J. S. Eso es una ruina, hombre. El que vende discos en la manta debería ir preso. Todos hemos vendido en gasolineras, y la gente se copiaba nuestros discos, pero lo de la piratería es distinto. Es un robo que perjudica a la industria.
P. ¿Y creen que se soluciona metiendo preso al mantero? La venta ambulante ha existido siempre, y ustedes que son gitanos lo saben.J. S. No es lo mismo vender un suéter, que no haces mal a nadie, que discos piratas.
T. O fruta, que era una forma que teníamos los gitanos de buscarnos la vida.
M. F. No, la piratería debería erradicarse con más ayuda del gobierno; no sabemos el porqué, pero el caso es que parece que no le interesa acabar con ella.
J. S. Un día uno me quiso vender un disco nuestro y le dije, con muy mala leche, que yo era el de la foto. Los guardó corriendo y se fue asustado. No hay derecho, así no sabemos ni cuánto vendemos.
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