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Columna
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Mono de ciudadanía

Fernando Vallespín

Aparte de la eliminación de una dictadura sangrienta, la única conclusión positiva de esta guerra parece ser la aparición de una sociedad civil internacional con auténtica capacidad de movilización. Este fenómeno, que ha arrojado a las calles a auténticas masas de ciudadanos, puede recibir explicaciones diferentes según el lugar donde se ha producido. Lo que aquí nos interesa es intentar buscarle una explicación válida para un país como España. ¿Responde esta increíble movilización a un auténtico sentimiento pacifista o hay algo más? ¿Por qué han sido precisamente los jóvenes los que han tenido una implicación más activa e intensa? ¿Estamos asistiendo a un nuevo movimiento social perdurable o se trata únicamente de una movilización coyuntural que se apagará con la misma rapidez con la que comenzó a irradiar? ¿Podrá ser vertebrada por los partidos políticos y el sistema político en general, o, como en gran medida ocurrió con el movimiento antiglobalización, sólo cobra sentido por su carácter espontáneo y extrasistémico? Y, ¿por qué precisamente ahora y no hace ya algunos años?

Es demasiado temprano para darle una respuesta a todas estas preguntas. Una forma de desprestigiar o, mejor, frivolizar al movimiento, consiste en atribuirle un peso casi simbólico, de mera expresividad valorativa. En definitiva, y éste es un argumento utilizado por el Gobierno, ¿quién no está a favor de la paz? Es fácil poner a salvo nuestra conciencia moral en una cuestión como ésta cuando los costes de una no intervención militar son percibidos como prácticamente iguales a cero. Y cuando quienes se manifiestan encuentran una fácil salida catártica al unirse a una comunidad, a un "grupo nosotros" tan compasivo y bienintencionado. Seguramente hay algo de eso, pero es una explicación simplista. Como la necesidad de dar rienda a un antiamericanismo latente o buscar cualquier motivo para buscarle las cosquillas al Gobierno.

Hay que comenzar diciendo que estamos ante un nuevo movimiento social que representa, en efecto, un importante pronunciamiento a favor de una determinada definición normativa de nuestra sociedad. Todo ese conjunto de valores que han sido puestos en peligro como consecuencia de la quiebra de la legalidad internacional y otros principios esenciales de nuestra cultura política. No se limita a ser un pacifismo o hippismo de nuevo cuño. Parece que hay algo más profundo, algo que todavía no estamos en condiciones de explicar. Para empezar, quienes de él participan no son solamente jóvenes, ni grupos marginales o minoritarios, también hay un gran número de gente ordinaria. Además, al menos en España, llevamos asistiendo ya a una buena cantidad de movimientos de masas. Y no por una causa única. Recordemos las manifestaciones de Nunca Máis, de la antiglobalización, de la huelga general, las protestas contra la LOU... Todo hace presagiar que la movilización por la paz ha servido de catalizador definitivo de un "malestar no identificado" con el estado de nuestra sociedad. Es como si de repente hubiéramos tomado conciencia de que somos ciudadanos y estamos dispuestos a ejercer como tales. Se ha producido una repolitización acelerada que puede dejar en fuera de juego a gran parte de la clase política del sistema. La gran cuestión reside en ver quién y cómo será capaz de vertebrar esta nueva explosión cívica.

Como siempre suele ocurrir con este tipo de movimientos, quienes llevan el papel protagonista son los jóvenes. Y, bien pensado, ya era hora que hicieran oír su voz ante una sociedad que les ha cerrado las puertas del futuro. Sin posibilidad de acceso a empleos o, en su caso, a la estabilidad laboral, o a una vivienda digna; y disciplinados por la unidimensionalidad del consumismo y la fiera competitividad. Cumplen sus obligaciones y se quedan sin recompensa. Se les ha socializado en la sociedad del bienestar y en la autoconciencia democrática para contemplar después un espacio público ensordecido por la banalidad y la hipocresía de amplios sectores de la clase política. No sabemos qué futuro le espera a este movimiento. Sí se atisba, sin embargo, un sutil cambio cultural con fuerte presión sobre la política. Menos mal.

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Sobre la firma

Fernando Vallespín
Es Catedrático de Ciencia Política en la Universidad Autónoma de Madrid y miembro de número de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas.

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