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PANTALLAS DE GUERRA
Columna
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Propagandas ordinarias

En una conexión nocturna con Rodicio, el día 12 de la guerra, se veía al fondo, muy desenfocado, un retrato de Sadam. La pregunta de Urdaci a su corresponsal en Bagdad fue antológica: quería saber si había sido obligada a colocarse delante de la imagen por los esbirros del dictador; como insinuando el muy taimado que se trataba de otra manipulación informativa más del régimen, pura propaganda del enemigo. La respuesta de la Rodicio, con esa prosodia al borde del gimoteo que la hizo famosa en varias guerras, tampoco fue manca. "Bueno, es que ayer bombardearon el Ministerio de Información, desde donde retransmitíamos, y en este país hay 24 millones de retratos de Sadam, uno por habitante". Nunca sabremos si la chica fue obligada por los agentes de Sadam a colocarse delante del retrato con intenciones subliminales (sic) o si fue el propio Urdaci el que le ordenó colocarse allí antes de la conexión con el telediario para hacerle la pregunta astuta. En cualquiera de los dos casos, fue propaganda.

A estas alturas de la guerra, sesión 14, la batalla de la información no engaña a nadie. Te colocas delante del televisor agarrado al mando a distancia, dispuesto a zapear sin ton ni son durante el prime time, y te basta una fracción de segundo para clasificar y calificar las imágenes.

Es propaganda aliada, por ejemplo, cuando Antena 3 conecta con el portaaviones Truman, "el más moderno de todos", y su enviado, Henrique Cymerman, cuenta vía telefónica los despegues de los cazas sobre imágenes en riguroso diferido por aquello de preservar "el secreto militar", y después, sin transición, pasan a Silopi, en Turquía, donde Jesús Martín está contando no sé sabe muy bien qué exclusiva. Es propaganda, no falla, cuando los corresponsales de las tres cadenas, digan lo que digan, están en Kuwait, en el plató del mando aliado en Qatar, delante de la Casa Blanca, incrustados en el rally hacia Bagdad, en la retaguardia del frente Norte retransmitiendo siempre el mismo bombardeo lejano de Kirkuk (que repiten todas las cadenas: día 13) o repartiendo ayuda humanitaria en la retaguardia Sur (días 12, 13 y 14). También, claro, cuando los corresponsales están en la base de Rota o despidiendo al buque Galicia y a los aviones cargados con 80 toneladas ("23", dijeron, "de ayuda humanitaria").

Sobre todo, es propaganda estúpida, ni siquiera aliada, cuando están en Madrid, sentados en la mesa de redacción, poniéndoles voz en off a imágenes que no son de producción propia, pilladas aquí y allá, imágenes de carril sin logo ni fecha, y que lo mismo sirven para comentar una encarnizada batalla decisiva en Hindiya o Nasiriya, sin más precisiones, que para relatar el cerco a Basora o Um Qasr. Y me pregunto yo y se pregunta cualquier telespectador al cabo del mínimo zapeo: ¿cómo es posible que las mismas imágenes de fondo, que repiten todas y cada una de las cadenas, en bucle, clónicamente, sirvan para contar por medio de la voz en off cosas tan diferentes, frentes tan alejados, batallas tan distintas, rumores tan opuestos, geografías y cartografías tan dispares? Cosas de hoy, de ahora mismo, pero con imágenes de ayer o anteayer. Si le quitas el audio a nuestras cadenas conviertes la pantalla en un no comment sin fronteras, ese estupendo género de las cadenas de información continua, tipo Euronews. A los cinéfilos antiguos nos impresionó mucho, en su día, el llamado manifiesto del asincronismo de Eisenstein; aquello de que la verdadera estética del cine empezaba en la no-coincidencia (en la dialéctica, decíamos) de las imágenes con el sonido. Sí, también la manipulación es un arte telediario: pura asincronía.

En cuanto a la propaganda del enemigo, es justamente al revés, y no hace falta que Urdaci le haga astutas preguntas a la Rodicio. Es una propaganda en primer grado, en abierto, y que no necesita interpretación alguna. Se produce, se emite y se consume como tal propaganda y no admite segundas lecturas. En esto, todas las dictaduras son muy monótonas, desde la de Hitler hasta la Sadam, pasando por el No-Do, y no se necesitan semióticos o descodificadores. Lo único que me llama la atención como zapeador compulsivo por las cadenas árabes que pillo con el satélite es lo mucho que los del islam han mejorado en sus conflictivas relaciones teológicas con las imágenes. Y de ser un tabú religioso, la imagen se ha convertido en el tótem de los fanáticos del mundo árabe. Nadie como Bin Laden sabe manejar los vídeos y nadie como Husein sabe manejar los clips de información en bucle televisivo para enardecer a las masas. Es más, la única prueba realmente existente entre el terrorista de Al Qaeda y el dictador de Bagdad se emite todos los días por la televisión oficial iraquí y sólo hay que fijarse un poco. Los clips musicales nos muestran a un Sadam montado a caballo y con rifle. El mismo caballo blanco que cabalga Osama en sus vídeos. Sabía muy bien Lawrence de Arabia lo que había que hacer para entusiasmar el nacionalismo árabe.

Pero al cabo del zapeo en una u otra dirección, ya digo, las propagandas se neutralizan, y para eliminar tanta asincronía basta con eliminar el sonido del televisor. Cuando se hace el silencio en tu cuarto de estar, lo entiendes todo. Lo único que necesitas para hacerte una idea bastante aproximada de lo que está sucediendo en la guerra es precisamente el no comment que te has fabricado artesanalmente con el mando a distancia.

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