'Cacerolada' masiva contra la guerra
La cacerolada contra la guerra convocada para esta noche a nivel nacional tuvo anoche un ensayo general en la ciudad de Valencia, donde miles de ciudadanos se asomaron a las ventanas y los balcones, armados con cacerolas y otros instrumentos de percusión, para mostrar su rechazo a la guerra en Irak. El barrio de Russafa fue el elegido ayer por la plataforma Campanya Valenciana contra la Guerra para ensayar una movilización que pretende plasmar todos los jueves en las ciudades valencianas. Castellón también vivió una cacerolada.
Las caceroladas se han venido celebrando a diario en algunos barrios de Valencia, en muchos casos de forma espontánea y en otros espoleadas por grupos de jóvenes que, armados con cacerolas, se concentran a las 22.00 en puntos estratégicos para después iniciar una especie de pasacalle, haciendo ruido con sus utensilios de cocina con el objetivo de animar a los vecinos a sumarse a la protesta. El Marítim, Benimaclet o El Carme han vivido en los últimos días protestas de este estilo, que se propagan como la pólvora de calle en calle y de plaza en plaza hasta que todo el barrio se convierte en un clamor de cacerolas. Anoche uno de los puntos de concentración en Valencia fue la plaza de la iglesia de San Valero, en Russafa. Allí se congregaron representantes de la plataforma Campanya Valenciana contra la Guerra para animar a los vecinos, que se sumaron a la protesta desde ventanas y balcones. La estruendosa queja se propagó a barrios como Blasco Ibáñez y El Carme.
Dos horas antes, la capital de La Plana también se llenó de ruido de cacerolas, informa María Fabra. Unas 2.500 personas, según la organización, se concentraron frente a la subdelegación del Gobierno armadas de cazuelas, bandejas, sartenes, platos y tapas, con las que organizaron un enorme estruendo. "Ante la sordera de los gobernantes a ver si, con este ruido, abren los oídos a lo que quiere la gente", indicó la portavoz de la plataforma, Tina Ríos. Al sonido metálico se unieron pitos y cláxones de muchos coches que acabaron por provocar la huida de todos los estorninos que habitualmente se cobijan en el gran ficus de la céntrica Plaza de María Agustina.
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