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Columna
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Guerra

"Sostenemos la decisión de nuestro Gobierno y de nuestra sociedad de utilizar contra ellos la fuerza armada". Así se expresaban 60 firmantes de la Carta de América, razones de un combate, que a inicios del 2002 apoyaba, de forma poco condicional, las tesis de Bush y sus asesores sobre la actitud ante Irak por el peligro del terrorismo y las armas de destrucción masiva. Junto a Samuel Huntington o Francis Fukuyama, llamaba la atención la firma de Michael Walzer, autor del clásico Guerras justas e injustas (1977), un libro de referencia cuyas posiciones casan mal con la "guerra justa" que pretendía argumentar aquel manifiesto sufragado por el Instituto para los Valores Estadounidenses. Intelectuales del prestigio de Edward W. Said arremetieron contra la hipocresía de Walzer, que matizó su opinión posteriormente al aludir a que la guerra "no es el último recurso" y a que "siempre es posible hacer otra cosa". Criticaba Walzer antes de la invasión de Irak la manera "simple y equivocada" del pacifismo europeo de oponerse a la guerra y defendía una alternativa "correcta pero muy difícil" (intensificación de la presión mundial e institucionalización permanente de las inspecciones de la ONU). Reducida la de Irak a una guerra de "liberación" contra Sadam Husein, sin cobertura de la legalidad internacional, es difícil pensar que Walzer pueda justificarla como si no hubiese escrito que la libertad de los ciudadanos de rebelarse contra las tiranías "no es fácil transformarla en un derecho de invasión o de intervención". El debate norteamericano, y por extensión el anglosajón, queda lejos del discurso moral que galvaniza a la opinión pública europea. A diferencia de la simplicidad de Robert Kagan, inspirador de la Administración de Bush ("los estadounidenses todavía creen en la necesidad de la fuerza en un mundo que queda lejos de la perfección"), los europeos apostamos por la complejidad del discurso moral. En la posguerra, cualquier aproximación habrá de partir de una idea de Walzer especialmente lúcida: "La estrategia, al igual que la moral, es un lenguaje de justificación". Si no, se impondrá la lógica ciega del imperio: dominar o someterse, vencer o morir.

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