¿Violencia? Ni en las pancartas
La Marcha a Rota reúne a decenas de miles de personas con ambiente festivo y familiar
Las interpretaciones que desde hace algunos días buscan identificar las multitudinarias manifestaciones ciudadanas contra el ataque militar a Irak con la violencia —se ha llegado a hablar de la batasunización de España— se quedaron ayer en Rota sin un solo argumento. La 18ª edición de la marcha a la base hispano-estadounidense fue un verdadero éxito de asistencia y de civismo. Jamás había acudido tanta gente y tampoco hubo nunca tan pocos incidentes.
Decenas de miles de personas anduvieron los seis kilómetros largos que separan el Parque Calderón del Puerto de Santa María de la entrada principal de la base. Mujeres y hombres de todas las edades —sobre todo jóvenes y muchos, muchos niños— caminaron por la carretera salpicada de rotondas y de entradas a urbanizaciones más o menos idénticas. Hubo cánticos, críticas entre ingeniosas y descalificantes a los mandatarios de España, Reino Unido y EE UU, música de tambores, pitillos de hachís, camisetas alegóricas, caras pintadas, pelos largos, cortos y rapados, litros de agua y de cerveza, muchas risas e incluso alguna insolación. Pero ni una pedrada, ni luna rota, ni siquiera una enganchada verbal con alguno de los cientos de policías repartidos por el recorrido.
De hecho, la única pelea fue la de las cifras. Calcular el número de asistentes a este tipo de concentraciones humanas suele ser complejo y siempre conlleva manejarse con un margen de error. Aunque la verdad es que ni unos ni otros lo ponen fácil.
La cadena autonómica de radio en su emisora Andalucía Información cifró los manifestantes en 100.000, incluso más que los organizadores, que dejaron su cálculo en 75.000. Pero Canal Sur Radio en su informativo de las 15.00 horas lo dejaba en varias decenas de miles menos. La policía —que hizo un alarde y un gasto sorprendente al mantener dos helicópteros sobrevolando durante horas la marcha— dijo que había 25.000 personas. Pero el sinsentido mayor lo protagonizó el Ayuntamiento de El Puerto, que realizó una primera estimación en la que aseguraba que los marchantes no pasaban de 6.500. "A lo mejor vienen tantos a las manifestaciones para comprobar cuánta gente hay", bromeaba socarrón un hombre vestido con una camiseta de Marinaleda. "Mienten todos", rubricó al tiempo que la mención a la mentira animó a los que el acompañaban a acordarse a gritos del presidente José María Aznar, y de su
familia.
Uno de los aspectos más llamativos de la marcha fue la cantidad de niños que caminaban o iban en sus sillitas al lado de sus padres. La madre de un pequeño que presumía del símbolo de la paz que le adornaba la cara pintad de blanco se desternillaba de risa cuando se le recordaba la alusión del secretario general del PP andaluz, Antonio Sanz, sobre la utilización de los pequeños. "Pero vamos a ver, ¿qué mejor lema puede enseñarse a un niño que el 'No a la guerra'?".
Entre cánticos contra el conflicto bélico, la existencia de bases estadounidenses en suelo andaluz y mil y una reivindicaciones más, acercarse a los famosos también fue una actividad bastante popular. A los políticos como Julio Llamazares o Diego Cañamero les ganaron la partida en esta ocasión los literatos. Almudena Grandes fue una de las más buscadas y saludadas con cariño. Luis García Montero y Juan José Téllez también se llevaron su ración de aprecio, especialmente tras sus respectivas intervenciones, previas a la entrega del manifiesto a las autoridades militares.
Entre los manifestantes de a pie también había otros conocidos y artistas, como el cineasta Benito Zambrano, al que acompañaba su productor, Antonio Pérez.
Pero la tranquilidad no fue patrimonio de los manifestantes. Un nutrido grupo de militares estadounidenses jugaba al golf tranquilamente dentro de la base, a escasos metros de la entrada sur del recinto militar y también muy cerca del concesionario de automóviles de siniestro nombre Pentagon Motors. Ni siquiera la hamburguesería Burger King situada en el recorrido de la marcha recibió más agresión que unas cuantas miradas despectivas.
Y es que la gente tenía otra cosa mucho más importante que hacer. Insistir en que se oiga lo que opina la inmensa mayoría de los españoles: No a la guerra.
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