"Los trabajadores están unidos contra la guerra"
Pregunta. ¿Harán una huelga contra la guerra, pese a la oposición de Comisiones Obreras?
Respuesta. Creo que debemos hacerla.
P. ¿Cómo se ve la guerra desde los sindicatos?
R. De una manera catastrófica, porque golpea nuestra esencia fundamental. La primera palabra de los documentos de la Confederación Europea de Sindicatos (CES), inmediatamente seguida de la libertad, es la paz.
P. ¿Los trabajadores están unidos contra el Gobierno?
R. Sobre todo, unidos contra la guerra. A partir de ahí, hay un clamor de repulsa a esta implicación absurda e irracional en la guerra a la que nos ha arrastrado el presidente del Gobierno.
P. Los potentes sindicatos italianos le proponen para presidir la CES. ¿Qué les ha dado?
R. Pues, invocando la canción de Serrat, debe de ser porque yo nací en el Mediterráneo. Y cuando el secretario general es del centro de Europa, y el próximo será británico, el presidente es del sur.
P. ¿Le sobran virtudes para el cargo?
R. Creo que, fundamentalmente, es un reconocimiento a la UGT. Pero es que también yo me hago de querer.
P. Y eso, aparte de pensarlo usted y su madre, ¿lo cree alguien más?
R. Espero que lo piensen mi esposa y mis hijos [risas].
P. ¿Si llega a la CES, tiene chupada la eternidad en la UGT?
R. En absoluto. Aquí hasta la eternidad hay que ganarla minuto a minuto.
P. ¿La distancia entre Fidalgo y usted se mide sólo en centímetros?
R. Digamos que, desde la distancia -yo soy del sur; él, de León-, lo que hemos generado es cierta cercanía.
P. ¿Envidia que él tenga una visión más amplia de las cosas?
R. Naturalmente. Pero los sindicatos trabajamos sobre todo sobre la microrrealidad, y eso me da una cierta ventaja [risas].
P. ¿Por qué los sindicatos españoles no se comen una rosca en afiliación?
R. El baremo legal de medir a los sindicatos en España no es la afiliación, sino la representación sindical. Y entre las dos grandes centrales representamos al 80% de los trabajadores.
P. ¿Usted se lleva con Zapatero como se llevaba Redondo con González?
R. Yo me llevo con Zapatero como me llevo con Zapatero [risas].
P. ¿O sea?
R. Pues francamente bien. De puta madre.
P. ¿Zaplana es el ministro mejor peinado que ha tenido?
R. Y el más elegante. Todavía lleva chaquetas de estas de las dos rajitas, que a mí me parecen arcaicas, pero que supongo que serán la última moda.
P. ¿Le parece trigo limpio?
R. Hasta donde yo le conozco, creo que sí. Pensaba que era un político superficial, pero es bastante sagaz y tiene olfato.
P. Le veo a punto de pedirle en matrimonio sindical.
R. No, no. No. Eso sería un matrimonio simoníaco.
P. ¿Le prefiere al presidente de la patronal, José María Cuevas?
R. Bueno, es que yo con Cuevas también he aprendido a entenderme. Doy muchísima más importancia a mi interlocución, aunque sea conflictiva, con la patronal que con el Gobierno. Año tras año, después de conflictos y de negociaciones, acabamos firmando más de 5.000 convenios.P. Hizo el Camino de Santiago. ¿Qué le pidió al apóstol?
R. Lo hice con mi amigo Jesús Mancho, y no fui nada original. Dentro de mi agnosticismo perdurable, le pedí salud y felicidad.
P. ¿Y qué es la felicidad?
R. Pues tener salud, estar tranquilo, poder leer lo que te apetezca, salir al monte y ver de vez en cuando una buena película.
P. Hace gala de no tener carisma. ¿Así liga más?
R. Lo digo porque es así. Y si se liga más, pues eso que me cae de camino.
P. ¿Cuál es su peor pecado?
R. Quizá que soy una persona de humor tornadizo, y hay veces que tengo salidas de pata de banco. Me doy cuenta inmediatamente, pero me cuesta pedir perdón.
P. ¿Tiene héroes?
R. Pues la verdad es que la única persona que tengo de referencia es mi padre. Y luego, un personaje histórico al que encuentro un enorme atractivo: Lawrence de Arabia.
P. ¿Le incumbe la campaña televisiva a favor de compartir tareas en el hogar?
R. Me da vergüenza, pero si yo dijera que hago algo en casa, mentiría como un bellaco.
P. ¿De mayor querría ser Nicolás Redondo?
R. Pues la verdad es que ya soy mayor, y soy Cándido Méndez, y estoy muy a gusto.
PERFIL
Con 51 años y dos hijos, dice que le encanta el senderismo, leer, ver películas en blanco y negro y hablar con la gente -"uno pega la hebra con todo el mundo"-. Tiene buen diente, aunque el médico le pone algún freno. Es de los que en casa no dan un palo al agua. Y, a la hora de comprarse ropa, afirma haber pasado de su madre a su mujer sin pisar una tienda.
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