Bicoca, mujer solidaria
12.35 PM, BICOCA me espera impaciente en una mesa de la pastelería La Mallorquina. Pero La Mallorquina está en Sol y no logro llegar. Me lo impiden los manifestantes. Todos los manifestantes se parecen a mi hijo, ¿será que todos los padres somos iguales? Así que espero encontrármelo en cualquier momento. Mejor dicho, espero no encontrármelo porque tendré que decirle que por qué no está en clase, y mi hijo me odiará, como han odiado todos los hijos a todas las madres toda la vida de Dios, a no ser que sean de ese tipo de madre guerrillera que antepone los intereses del mundo a los intereses académicos de su hijo. Lo respeto, pero no es mi caso. 12.45 PM, y yo, que no avanzo, y Bicoca, de los nervios porque ella es de ese tipo de mujeres que no tienen empacho en hacerte esperar, pero no soporta que te retrases. Ahora mismo, pienso, se debe de haber comido tres napolitanas. Como si lo viera. Es de ese tipo de mujeres que se comen cinco bollos y siguen estando secas como pasas, en cambio yo me como un trocillo de Tofu y ya lo tengo en las cartucheras. Lo que es ser de familia noble desde el siglo XVI, que es hasta donde Bicoca puede seguirles la pista a sus antepasados. Yo prefiero no seguirles la pista a los míos, para no disgustarme. En realidad, casi prefiero no tener antepasados. 12.50 PM, por fin entro en La Mallorquina. En el primer piso, rodeada de señoras gordas que engullen bollos, está Bicoca, la sílfide. Me hace una seña como diciendo: vaya horas, y yo le digo: coño, Bicoca, ¿no ves la que hay montada? Bicoca no lo ve, no mira por la ventana. Yo sí. Por si veo a mi hijo. Me siento culpable mirando una manifestación contra la guerra desde una cafetería. Pero Bicoca me necesita y eso es una razón de peso. A Bicoca también le duele España. Se lo noto en la cara. Dice que adónde vamos a llegar, que la situación es insostenible, que el mundo está loco, que hay que dejar a la gente vivir en paz. Me echa un mitin, y yo mientras veo a los manifestantes gritar "no en nuestro nombre", y pienso por primera vez, desde que somos amigas, que tal vez he dado una imagen de ella un poco frívola en estos artículos. Ella dice que se siente solidaria hasta la médula. Y de pronto ¡ya lo veo! Mi hijo. Le digo a Bicoca que me perdone, que voy al servicio, y salgo corriendo.
Dudo entre ser la madre siciliana por antonomasia y preguntarle qué hace que no está en clase o ser la madre guerrillera por antonomasia. Y opto por la madre guerrillera, porque quiero mantener alta la popularidad delante de sus amigos y porque me da pavor que me empiecen a gritar: "¡Esto nos pasa / por una madre facha!". En total, saludo a mi hijo con una gran sonrisa. Percibo lo poco que le alegra verme. Le digo: estaba en La Mallorquina, te he visto y te traigo esta napolitana, que sé lo que te gustan. Él me odia hasta que ve que sus amigos le piden y entonces compro diez napolitanas y ellos se las comen de un solo bocado. Igualito que cuando nos tomábamos el cuerpo de Cristo. Noto que he subido cincuenta puntos. Vuelvo con Bicoca. Ella me dice que qué he hecho tanto rato en el baño, yo le digo que estoy descompuesta por la realidad circundante. Y ella dice: "yo no puedo hacer pom mas que en mi váter". Me alucina que Bicoca hable de sus deposiciones con esa naturalidad. A lo que íbamos: a Bicoca le duele España. Pero descubro que no se refiere ni a la guerra ni tan siquiera a los huevos que les tiran a sus camaradas. Lo que le duele a Bicoca es lo mal que lo están pasando esas dos santas: Elena Cue y Margarita Hernández. Las jóvenes esposas de los Albertos. "Es que no me digas, me dice Bicoca con la voz rota por el dolor, es una caza de brujas". ¡Caza de brujas!, dice, alucino. Bicoca es que admira mucho a Elena Cue porque es supermaja y no se las da, y eso que fue campeona de tiro al pichón y a Bicoca la encanta también pegar tiros, como a su admirado Álvarez Cascos. Dios los cría y ellos se juntan. Hablando de caza, no se pierdan un reportaje en el Hola sobre la pequeña Andrea (la hija del diestro de Ubrique, la que se parece a García Márquez cuando era pequeño) en los toros. Para empezar se la llevan a los toros, espectáculo infantil donde los haya. Y luego, cuando Jesulín corta una oreja, va y le lanza dicha oreja a la niña. Manuel Vicent debería escribir un artículo urgentemente. La foto de la niña gritando delante de la oreja ensangrentada es un poema. Y hablando de poemas. Viene Paquito Valladares a casa. Le abro la puerta y le digo: Paquito, ¿a qué hueles? Y me da una bolsa con marisco porque dice que le encanta el marisco y nunca se lo pongo. Nos atiborramos de percebes. Me contó el cónsul Casinello, por cierto, que Woody Allen, que come como un pajarillo, descubrió los percebes en Asturias y le fascinaron. A lo que iba, dice Paquito que quiere hacer unos recitales con poemas de Sabina, y que ha pensado hablar con mi padre para leer sus poemas de temas candentes. Por lo que sé, ahora está haciendo uno superdifícil sobre el petróleo. Sin nombrar ni la guerra, ni Bush, ni Ana Palacio. Es un poeta críptico. Qué bonito, por cierto, cuando la Palacio anunció que había bajado el petróleo. Un poco por compensar las malas noticias. Y luego dicen que las mujeres tenemos más sensibilidad. Ya te digo.
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