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La tentación populista

Desde antiguo la molicie impulsa al hombre a gastar más de lo que ingresa. Este impulso es muy fuerte en el gobernante y la historia está llena de estos episodios que podemos calificar de populismo económico. Y un invariante histórico es que los dirigentes populistas han tenido éxito a corto plazo, para luego sumir a sus países en graves problemas a medio y largo plazo. En los casos más extremos han llegado a producir no sólo crisis económicas coyunturales, sino cambios históricos. Baste recordar la caída del Imperio español o el peronismo, que llevó a Argentina de ser la quinta economía del mundo a donde está ahora.

Pero si la molicie y el populismo han sido un modelo común a muchos líderes, no así la manera técnica de hacer la trampa. En este último siglo hemos visto dos grandes técnicas y ahora está apareciendo una tercera.

Hasta finales de los años setenta los líderes políticos usaban el método pedestre de compensar los déficit presupuestarios con la emisión de moneda. Era lo que aquí, eufemísticamente, llamábamos "apelación al Banco de España". El sistema, a corto plazo, era infalible. Se cobraban pocos impuestos y se podían pagar muchos subsidios, inversiones y transferencias. Lo malo venía cuando la excesiva oferta monetaria se entraba en una espiral inflacionista. Si el brujo político administraba bien el proceso, podía llegar a gozar de unos años de reconocimiento popular y retirarse a tiempo para dejar el muerto a sus sucesores. Si no lo administraba bien o alargaba demasiado su liderazgo, a medio plazo caía él junto con el país.

Cuando a finales de los setenta, tras el segundo golpe del petróleo, subieron las inflaciones a extremos ingobernables, los líderes mundiales tuvieron que cambiar de estrategia para poder seguir haciendo lo mismo. La nueva técnica consistió en financiar los déficit emitiendo deuda pública. Obtenían dinero de los particulares de forma inmediata comprometiendo la devolución a medio o largo plazo. En otras palabras, ellos se apuntaban el éxito a corto plazo y los gobernantes futuros pagarían la factura. Sólo en la década de los ochenta se llegaron a crear montañas de deuda que modificaron a peor muchos de los aspectos económicos públicos y privados. La solución vino en Maastricht en 1992. Allí, la última generación europea de líderes sensatos que hemos tenido decidió limitar la ratio deuda pública-PIB a cifras manejables para evitar la proliferación de este cáncer. A partir de aquel momento se empezó a gestar un método más sofisticado de seguir haciendo lo mismo sin que se note. Este método está recibiendo el nombre de financiación mediante sistemas one-off y viene a ser algo así como conseguir financiaciones excepcionales de un solo pago. Hay cuatro principales maneras de hacerlo: privatizaciones, concesiones, afianzamiento de deuda de empresas de propiedad pública o privada y especulación urbanística.

Las privatizaciones de empresas públicas suponen vender el ahorro público previamente realizado, maquillando al alza las cuentas públicas del año en que se produce la venta. El gobernante que lo vende cobra el rédito político de los esfuerzos de sus predecesores. Otra cosa es si las privatizaciones son convenientes y justificables. No es lo mismo vender Musini que Red Eléctrica Nacional. Es razonable defender la privatización de empresas inmersas en sectores de competencia. Es difícil justificar la venta de empresas que suponen un monopolio natural.

Las concesiones son la otra cara de la moneda de las privatizaciones con relación al tiempo. Con todas las variantes que se quiera, el gobernante que las realiza cobra anticipadamente el dinero del que sería acreedor el Estado en ejercicios futuros. También aquí cabría hacer distinciones sobre los sectores en los que se subastan concesiones en función del grado monopolístico que puedan suponer.

Mucho más complejo es el afianzamiento de empresas con avales públicos. Cuando en 1969 el Estado avaló el seguro de cambio de las concesionarias de autopistas, nadie imaginó el coste a pagar 10 y 15 años después. Pero el ministro Silva Muñoz se apuntó éxitos e inauguraciones triunfales en su época. He señalado esta anécdota con el afán de destacar la excepcionalidad de algo que ocurrió en aquellos años en los que raramente se avalaba.

El problema aparece desde 1992 hacia aquí. En España hanproliferado sociedades anónimas de propiedad municipal, autonómica y estatal que efectúan operaciones financieras con la banca sin que nadie pueda asegurar los compromisos futuros de tales engendros.

La cuarta manera de hacer trampa a nuestros hijos es aún más disimulada y sofisticada: la especulación urbanística. La idea general es que la Administración cobre de forma rápida los réditos del desarrollo del suelo y difiera en el tiempo los gastos públicos de equipamiento que deben acompañar a todo proceso de urbanización. Esta trampa va acompañada de mucho ruido producido por pequeños escándalos colaterales. Desgraciadamente Cataluña es, con toda probabilidad, el ejemplo mundial más desarrollado de esta modalidad. El pecado que han cometido el Estado y la Generalitat al dejar sin financiación a los ayuntamientos a cambio de permitirles exigir tributos por obra nueva lo pagaremos muy caro.

Si largo y complejo sería desarrollar lo anterior, mucho más prolijo resultaría explicar las miles de combinaciones de las cuatro maneras anteriores para conseguir sofisticadas creaciones de sistemas one-off. Las maneras como la moderna ingeniería financiera pública elude incluir en los obsoletos sistemas de contabilidad pública el fiel estado de la situación financiera harían palidecer a Kafka. Cabe preguntarse si esto ocurre en todas partes y dónde está peor. Nadie lo sabe. Se necesitaría revisar muchos archivos que están cerrados. Pero está claro que cuando el Gobierno español presume de haber reducido impuestos, haber creado más estructura pública en las comunidades autónomas de segunda generación, invertir más en infraestructuras y a la vez haber disminuido el déficit público hay algo que no cuadra.

Un último apunte: ¿no es curioso que EE UU, el Reino Unido y España, que son los que más han abusado del one-off, sean los más activos en cambiar las tendencias económicas a través de la guerra?

Santiago Montero Homs es ingeniero industrial.

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