Entre silencios y avisos
Entre silencios y avisos transcurrió la tarde. Fue decayendo y se puso triste enseguida, no hubo manera de que alzara el vuelo. Parecía como pesar en el ambiente el anuncio de esa inminente guerra ominosa en tierras bíblicas. Ayudó bastante a crear esa triste fantasía, una mansa y apagada novillada de Nazario Ibáñez que, salvo el segundo, noble y manejable, dio pocas opciones.
Raúl Velasco dejó su tarjeta de presentación en Las Ventas, con bastante dignidad y torería. Aguantó los parones y asperezas de su primero, y le ganó la pelea al someterlo con muletazos de mano baja, la planta bien asentada y una visión de la lidia en la que la primera regla es el dominio de la situación, y después, si cabe, el brillo del arte. En su segundo, soso y mansurrón, el novillero madrileño realizó una faena aseada y suficiente, de buen corte, que tal vez alargó demasiado.
Nazario / Velasco, Ibáñez, Palacios
Novillos de Nazario Ibáñez, desigualmente presentados, mansos, de mal juego. Raúl Velasco, nuevo en esta plaza: petición y ovación; aviso y silencio. Jorge Ibáñez, nuevo en esta plaza: aviso y silencio; silencio. Andrés Palacios: aviso y silencio; dos avisos y silencio.
Plaza de Las Ventas, 19 de marzo. Un cuarto de entrada.
Jorge Ibáñez sólo pudo estar en su segundo voluntarioso y de trámite, a tono con el deslucido novillo, pero en su primero se templó y dibujó series limpias y relacionadas, al hilo del pitón. Andrés Palacios estuvo decidido y muy entero con un mal lote. Aprovechó hasta el último aliento de sus novillos para torear con esmero, templanza y ese buen aire que tiene su toreo clásico. Borrón en su labor, en fin, su nefasto manejo de la espada, en el sexto de la tarde de mal agüero...
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