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Reportaje:

Europa no ve la salida del túnel

La crisis bélica contra Irak agudiza los desequilibrios económicos del Viejo Continente

Carlos Yárnoz

Europa empezaría a recuperarse en la segunda mitad de 2002. Al iniciarse el invierno en 2001, el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea veían con optimismo la situación pese a que el frenazo económico se había agravado a raíz del 11-S. Un año después, todo el mundo revisó a la baja las previsiones de crecimiento. Hoy, Bruselas amenaza con nuevas revisiones a la baja, crece el paro, las pérdidas de las grandes empresas europeas baten récords y las bolsas continúan en caída libre. La guerra contra Irak es, aseguran oficialmente, el origen de todas las desgracias. Los expertos creen que hay otros factores que no deben ser escondidos.

El FMI y la OCDE ya piensan que la eurozona no alcanzará este año el 1,5% de crecimiento, algo que muchos consideran optimista
El instituto Ifo destaca la timidez y excesiva prudencia del BCE al bajar los tipos de interés, y que contrasta con la Reserva Federal

Parece ya un sueño muy lejano la época en que el PIB de Europa registraba tasas anuales superiores al 2,5%, el porcentaje optimista considerado como el de su crecimiento potencial. Y, sin embargo, fue hace poco, en 2000, cuando la eurozona llegó al 3,5% y rozó el 3% en 1999 y 1998. El actual, por el contrario, será el tercer año consecutivo en el que Europa crecerá muy por debajo de su potencial, es decir, el tercer ejercicio seguido en el que la eurozona habrá infrautilizado sus recursos. El FMI y la OCDE ya han avanzado que la zona euro no alcanzará este año el 1,5% de crecimiento, un porcentaje considerado incluso optimista en informes internos del BCE.

La incertidumbre mundial por la crisis de Irak, junto a las consecuencias del estallido de la burbuja financiera en EE UU, son las dos causas fundamentales de la crisis internacional, pero el Institute for Economic Research (Ifo) enumera en su último informe de febrero otras razones internas. Así, la demanda interior ha sido muy baja debido a la desconfianza, sin duda, pero también a una contracción de las inversiones públicas para evitar desajustes presupuestarios graves. El consumo privado sólo creció un 0,5% en 2002, el porcentaje más bajo desde la recesión de 1993. La demanda exterior también se está viendo perjudicada por la fuerte apreciación del euro frente al dólar.

El Ifo también destaca la timidez y excesiva prudencia del BCE al bajar los tipos de interés. En EE UU, la Reserva Federal los bajó desde el 3,75% en 2001 al 1,75% dos años después. El BCE, en cambio, pasó del 4,25% al 2,50% actual. ¿Por qué tanta prudencia? Según el propio BCE, porque la inflación en la zona euro sigue muy por encima de la referencia del 2% fijada por el Banco Central, debido a la presión del petróleo, los alimentos frescos, las enfermedades de los animales y, pese a los datos oficiales, los efectos del redondeo de precios por la llegada del euro. La prudente política monetaria arroja así consecuencias dispares en los países de la zona euro. España, con una inflación que roza el 4%, goza de unos bajos tipos de interés que resultan elevados en países como Alemania con un alza de precios de un 1% anual.

Pero el Ifo pone el dedo en la llaga de otro gran problema de la economía europea al señalar que los costes laborales crecen en Europa anualmente una media del 3%, mientras la productividad sigue estancada. Y que reformas estructurales siguen siendo las grandes asignaturas pendientes que no acaban de ser abordadas.

Por encima de estos problemas, Europa no tiene una estrategia fiscal que combine la flexibilidad a corto plazo con la disciplina a largo. Es esa combinación la que viene intentando desde el pasado otoño el comisario de Asuntos Económicos, Pedro Solbes, cuando propuso mantener inalterables los dos principios básicos del sagrado Pacto de Estabilidad (lograr el equilibrio presupuestario y, en cualquier caso, que el déficit público no supere el 3% el PIB), pero a la vez abre la posibilidad de que los países próximos a ese equilibrio y con una deuda que no supere el 60% del PIB puedan beneficiarse de ligeras desviaciones presupuestarias para superar el bache económico y, a la vez, los países con déficit altos se comprometan a rebajarlos al menos en un 0,5% anual.

El tan controvertido como sagrado Pacto, que hasta fue calificado de "estúpido" el año pasado por el presidente de la Comisión, Romano Prodi, sigue siendo la piedra angular de la Unión Económica y Monetaria, pero el drama es que ya ha sido incumplido, además de por Portugal, por Alemania y Francia, los dos principales motores de la zona euro. Los tres han superado ya el tope del 3% del PIB en sus déficit y han asumido la apertura en su contra de procedimientos de la Comisión Europea. Pero las diferencias entre los tres son obvias. Portugal se apresta a cumplir un duro programa para rectificar. Alemania se compromete a cumplir esa reducción del 0,5% anual, pero a la vez el canciller Gerhard Schröder quiere presentar estos días un ambicioso plan para inyectar 15.000 millones de euros en la economía alemana, reducir los costes laborales y las cargas empresariales o rebajar el número de meses con derecho a indemnización por desempleo (ya hay 4,7 millones de parados).

Polémica de fondo

En el terreno opuesto, el ministro francés de Finanzas, el osado Francis Mer, asegura que París respeta el Pacto, pero que hará caso omiso de esa recomendación de rebajar el déficit un 0,5% anualmente, y que alcanzará el equilibrio presupuestario cuando le convenga, incluso más allá del límite de 2006 planteado por Solbes. La credibilidad de la economía europea, por tanto, es puesta en entredicho en plena polémica de fondo sobre si, en época de crisis, hay que aparcar el objetivo del equilibrio presupuestario para centrarse en fórmulas que favorezcan el crecimiento. Es lo que hizo Estados Unidos, donde el déficit público pasó del 0,75% en 2001 al 2,75% en 2002, precisamente porque Washington optó por aumentar el gasto público y bajar los impuestos para enfrentarse al frenazo económico, algo que de rebote benefició a los europeos. En Europa, el déficit también se ha triplicado en ese periodo hasta superar el 2%, pero con situaciones totalmente diferentes entre unos y otros países, tanto en déficit como en deuda, lo que hace imposible aplicar una única receta.

Ahora, y pese a esos hechos negativos de los últimos meses, los analistas coinciden en asegurar que en primavera se iniciará la recuperación mundial, incluida la europea, sobre todo porque se supone que ya habrán desaparecido las incertidumbres internacionales, el precio del petróleo habrá empezado a bajar, las bolsas se habrán estabilizado, los tipos de interés seguirán bajos... La recuperación, en todo caso, no estará encarrilada hasta finales de año, según la Comisión, o hasta el año que viene, según el BCE.

Escenarios para una crisis

La guerra en Irak condiciona todos los análisis. Los ministros de Finanzas de la UE (Ecofin) estudiaron hace dos semanas en Bruselas un impactante documento de cuatro páginas sobre las consecuencias en la zona euro de una posible guerra contra Irak. El informe compara la situación de hoy con la existente poco antes de la guerra del Golfo entre 1990 y 1991. En la balanza negativa, hoy los indicadores de confianza entre los consumidores y en la industria son más bajos que entonces; el bajón bursátil es el mayor de los últimos 50 años; los déficit públicos en EE UU y en Europa son preocupantes; el desempleo en Europa (8,5%) es medio punto superior al de 1990; las reservas estratégicas de petróleo están muy por debajo de las de hace 13 años, y la capacidad actual de producción de la OPEC es de tres millones de barriles al día, cuatro menos que en 1991.

En el lado positivo, la inflación en Europa superaba el 5% en 1991, tres puntos más que ahora, mientras que la existencia de la moneda única excluye hoy las turbulencias monetarias.

Obviamente, el principal efecto de la posible guerra será su incidencia en el precio del petróleo y, al respecto, el informe dibuja cuatro posibles escenarios. El primero prevé subidas similares a las registradas en los primeros meses de la guerra del Golfo: el barril llegará a los 50 dólares (hoy roza los 35) y bajará después a menos de 30, situando en unos 28 dólares el precio medio a lo largo de 2003. El crecimiento en la zona euro sería una décima inferior y la inflación crecería entre una y dos décimas (las previsiones actuales se elaboran con un barril a 24 dólares y con un euro equivalente a 0,96 dólares).

El segundo escenario prevé repuntes puntuales de precios de hasta 70 dólares por barril en las primeras semanas, descensos a los 57 dólares y un precio medio este año de 39 dólares. El crecimiento sería tres o cuatro décimas menor y la inflación aumentaría en medio punto.

En el tercer escenario se plantea la posibilidad de que la subida de los precios, entre los 35 y 40 dólares por barril, se mantenga durante años. En ese caso, el crecimiento durante dos o tres años se vería reducido entre dos y cuatro décimas al año, y la inflación aumentaría siete décimas este año y entre dos y cuatro en los próximos dos años.

El cuarto escenario es el más pesimista, porque combina las alzas en el precio del petróleo con un mayor retraimiento en el consumo, aún más caídas bursátiles, una gran volatilidad en el cambio euro-dólar, el descenso del turismo... En este caso, el crecimiento en la eurozona sería entre 1,3% y 1,4% inferior, lo que llevaría al estancamiento total o a la recesión.

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Sobre la firma

Carlos Yárnoz
Llegó a EL PAÍS en 1983 y ha sido jefe de Política, subdirector, corresponsal en Bruselas y París y Defensor del lector entre 2019 y 2023. El periodismo y Europa son sus prioridades. Como es periodista, siempre ha defendido a los lectores.

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