La convicción
1. Vale que Colin Powell
Decía Woody Allen que quien ayuda a un criminal es su cómplice, salvo que le ayude después de cometido el crimen
amenace a Francia con "graves consecuencias" por oponerse a la guerra; pero que José Luis Rodríguez Zapatero amenace a José María Aznar con "consecuencias" (así, a secas, sin especificar, para que a Aznar le consuma la incertidumbre) por apoyar a Bush, ya es añadir demasiada tensión al planeta. "¡Que la Tierra sepa que el PSOE no acepta injusticias!", debería proclamar Jesús Caldera, con esa solemnidad tan suya, tan de Benito Pocino. Un problema que veo en Caldera cuando se encarama a una tribuna es que no encuentra fácilmente la pierna de apoyo, y con el continuo cambio de pierna se desmadeja todo él y pierde solidez (la que tenga, no me meto en si mucha o poca). Está bien que se haga oposición, pero no hasta el extremo de tener en un sinvivir a un dirigente de primera división como Aznar. Mala suerte, esto de la primera división, cachis la mar. Si nos quedamos un trimestre más en segunda, nuestro voto en la ONU valdría su peso en oro. "Menudos países de mierda que deciden la guerra", debió pensar Bush cuando le enseñaron en el mapa a Camerún, Angola, Pakistán... "¡Y eso de Guinea-Crocanti, ¿qué es? ¿Un helado?!", va gritando Donald Rumsfeld. Dirija usted la primera potencia mundial para esto.
2. Ha sido una semana
de intensa actividad diplomática. Así se llama. Decía Woody Allen que quien ayuda a un criminal es su cómplice salvo que le ayude después de cometido el crimen; entonces se le llama abogado. Lo de estos días en el Consejo de Seguridad, si lo hacen particulares, se llama chantaje, soborno y extorsión. Si lo hacen países, se llama diplomacia. Aunque hoy día las guerras han empeorado mucho. Siempre hubo mentirijillas, pero la costumbre era enterarse después de la guerra, no antes. No ha caído la primera bomba y ya conocemos mil mentiras. España, como país de primera, aporta la suya. Tiene todo un sabor de chiste antiguo, de cuando estábamos en un rincón de la historia y se contaba: un americano, un inglés y un español falsifican pruebas para una guerra. El americano lleva a la ONU armas nucleares inventadas, el británico falsifica un informe de su servicio de inteligencia, y el español... un bote de detergente. Esta guerra es como ir al cine a ver los teleñecos y que la rana Gustavo hable con la voz de Ana Obregón. Ya sabemos que las ranas no hablan, pero hay unas reglas que cumplir si no se quiere que los espectadores se salgan del cine a media película, sintiéndose estafados.
3. Los espectadores se irritan
y protestan: al número uno de la lista que los Aznar presentan en Madrid le organizaron los universitarios un follón. Nada grave. Gallardón puede estar tranquilo. Como dijo Ana Botella, "la guerra sólo preocupa en Madrid". Qué cosas. Botella ha llenado el hueco que dejó Celia Villalobos. Si todavía existiera CQC, podrían preguntarle por su receta para el cocido.
- Y tú, ¿cómo ves todo, Mariano? -pregunta Aznar.
- Original, Presidente -responde Rajoy-. Tras peculiar maniobra envolvente, hemos conseguido rodearnos.
- Ya lo siento, pero tengo una convicción.
- No sé, Presidente, concéntrate fuerte, a ver si te sale otra.
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